Nada que ver el mundo de la política con el de los toros porque, mientras en política, los dirigentes que tenemos emplean a todos sus amiguetes con sueldos de ensueño, sencillamente porque no pagan ellos; es decir, con el dinero de todos los españoles ellos hacen milagros o, en su defecto compran miles de votos para el día de mañana y, la verdad es que les ha ido muy bien. Cierto es que, cuando sale Carmen Calvo en los medios y dice que dinero de los impuestos no es de nadie, a partir de ahí muy pronto comprenderemos que, para ser ministro no hace falta nada más que no tener cerebro. Por cierto, esa misma alimaña dijo que el gobierno jamás daría los indultos a los independentistas y, ahí están las pruebas. Que opine cada cual lo que su corazón la indique.

En los toros, respecto al dinero, todo es muy distinto porque viene de manos propias, es decir, de los empresarios que han arriesgado y que por lógica deben de ganar. Cierto que, muchos lo ganan todo porque no pagando ya está el problema resuelto. El inconveniente, para los toreros, sigue siendo muy complejo pero, lo más sangrante de todo no es el dinero que tiene mucha importancia, yo diría que es un asunto vital; lo más horrible de la cuestión es que el autobús está lleno y no cabe nadie más.

¿Qué quiero decir? Lo que sabemos todos y nadie se atreve a pronunciarse al respecto. Para montar las corridas de las ferias existe un cupo de toreros y no hace falta ni uno más. Digamos que, para que entre uno, antes tiene que haber salido otro, es el caso de Sebastián Castella, de Talavante, de Padilla, Ponce que nos ha sorprendido con su retirada, se marcharon y eso ha dado paso a que entren a formar parte del banquete los que otros han decidido; había tres huecos que se han cubierto con Diego Urdiales al que tras tantos años se le está reconociendo su torería irrepetible, Juan Ortega y Pablo Aguado. Esta es una realidad incontestable. Luego, para las corridas durísimas que suele haber por esas plazas de Dios, tenemos ese elenco de valientes que torearán lo que nadie quiere para jugarse la vida de verdad pero, ¿qué hacemos con el resto de los matadores de toros? Insisto, el autobús está lleno y mientras no se baje otro “viajero” nadie más entrará en el circuito. Como decía, menos mal que se ha bajado Ponce, por tanto, otro puesto que tenemos libre.

Decir estas verdades no resulta sencillo para nadie pero, ¿es mejor seguir engañando a los chavales para que quemen su juventud sin haber saboreado ninguna gloria al respecto y, lo que es peor, se les ha pasado la vida sin haber sido jóvenes? Esa desdicha no la quiero para nadie y menos para unos hombres que se juegan la vida frente a un toro bravo.

Es cierto que, si el mundo de los toros fueran tan abierto como en la política, si no se triunfa en un partido me apunto al otro, y así dando vueltas hasta que te jubiles pero, amigo, lo de los toros sigue siendo muy complicado porque no hay más alternativa que la propia dictadura a la que les somete el poder empresarial. En el mundo que vivimos, ¿cree alguien que merece la pena quemar la juventud para vivir esclavizado sin obtener resultado alguno?

Es verdad que todos esperan el milagro, nada que objetar a estos hombres de una fe desmesurada pero, insisto, los milagros ocurren muy de tarde en tarde, razón por la que muchos hombres han visto como pasaban los años y se han quedado en la nada, sencillamente, sin haber logrado lo que era un sueño. De soñadores está el mundo lleno, los he conocido a montones y, al despertar se han encontrado con la cruda realidad.