Una vez más, el cartel que define la temporada de Sevilla me ha dejado perplejo porque, más que un cartel definitorio de lo que pueda ser una temporada taurina, lo hecho parece sacado de un libreto absurdo donde la tragicomedia se personifica ante todo.
No soy un entendido en materia y, de tal modo, hasta es posible que esté cometiendo una barbaridad al criticar lo que me parece un bodrio elevado al cubo; pero lo que sí es muy cierto es que, como cartel taurino dista mucho que desear; se trata de una obra abstracta que, dudo que convenza a nadie. Claro que, insisto, doctores tiene la iglesia ¿verdad?
Posiblemente, el autor quizás sea el menos culpable del desaguisado; veo más culpa en quien se lo haya encargado que, el gusto lo tiene en sus partes ocultas puesto que, si hablamos de toros, un espectáculo serio y cabal, no puede ser definido como tal con ese cartel absurdo que se ha hecho para Sevilla.
Alguien diría que es la moda; pues mire usted, si eso es la moda yo quiero volver a los años veinte donde había auténticos artistas cartelistas de toros que daba gloria verlos; tampoco hace falta irnos tanto tiempo atrás porque, de toda la vida, que yo recuerde, en las plazas de toros hemos visto carteles que daban gloria y, lo que es mejor, olían a toros.
Los tiempos han cambiado, diría el otro pero, a peor, y en todos los sentidos. Ahora, un esperpento sirve para cualquier definición, lo que viene a demostrar la sociedad que entre unos y otros hemos forjado para disgusto de la gente cabal de este país que, se supone debe ser la gran mayoría de la sociedad.
Y digo que se supone, lo de la mayoría, porque me asaltan muchas dudas al pensar que, por ejemplo, un tipo como Jesulín de Ubrique ha toreado más que nadie en el mundo y, como se sabe, se trata de un vulgar pegapases que, a estas alturas no lo recuerda ni Belén Esteban que, por cierto, la tiparraca escribió un libro y batió el record de ventas. Esta es la sociedad en que vivimos y, por si faltaba poco, en el mundo de la política rigen este país tipos de la calaña de Pedro Sánchez y el tal Iglesias. Dicho lo cual, se puede esperar todo, hasta que un atrevido pinte un cartel y diga que es una obra de arte y, para colmo, en Sevilla, le ríen la gracia.
Por lo visto, la barrera entre el arte y el esperpento es muy fina, razón por la que obras abstractas sin sentido alguno son premiadas y, lo que es peor, le dan sentido a una temporada taurina como es la de Sevilla. Y mientras todo eso ocurre, artistas de relumbrón, en la pintura como en cualquier faceta artística se siguen muriendo de hambre y de miseria. Es como en los toros, le damos bombo y platillo a la reaparición de El Cordobés y han tenido que pasar varios años para percibirnos de que, el sustituto de Morante, Juan Ortega, lo teníamos a nuestro lado y no nos dábamos ni cuenta que, sin duda alguna, está llamado para ocupar el trono del diestro de La Puebla. Suerte que tengas que el saber poco te vale, y ningún dicho es incierto.
En la imagen un auténtico cartel de toros al estilo clásico, el que quiera buscar el esperpento citado que lo haga en Internet, yo no quiero dañar las retinas de nadie.