Los aficionados buscamos la perfección respecto a los toreros, pedimos justicia para todos aquellos que entendemos que la merecen por sus valores artísticos y, a su vez, nuestras súplicas se tornan en nada porque el noventa y cinco por ciento de los diestros que intentan buscar el triunfo, todos caen derrotados por mil y una circunstancia.

Dicho lo cual, es de admirar la figura y obra de David Fandila El Fandi que, sin lugar a dudas, tras cumplir esta temporada sus veintitrés años como matador de toros ha obtenido todos los galardones que pueda soñar un torero. Es verdad que no ha triunfado jamás en Madrid pero, esa nimiedad, ¿a quién le importa? Anotemos que, El Fandi es el diestro que más ha toreado en España y América desde que se doctoró en Granada. Ha quedado líder del escalafón en varias temporadas, ha superado muchas veces la cifra de las cien corridas y, a groso modo, ha toreado más de tres mil quinientos toros cortando innumerables orejas, rabos, indultos y todo aquello que un torero pudiera soñar.

A tenor de los datos que mostramos cualquiera podría darle la lectura a este ensayo diciendo que El Fandi es el mejor, insisto, las cifras que maneja y de las que es autor, así lo confirman. Pero, en realidad, El Fandi no deja de ser un atleta consumado con las banderillas, -siempre a toro pasado- un vulgar muletero y un gran estoqueador. Ciertamente, el primer gran valor de este hombre son sus piernas que, después de casi cinco lustros, corre hacia atrás con más brío que un chaval veinteañero hacia delante.

Cuando decenas de chavales van llorando por las esquinas, y con razón, al comprobar que no les atiende nadie, un torero tosco y vulgar como El Fandi, que debe tener una cabeza muy bien amueblada, lleva muchos años siendo apoderado por la casa Matilla la que, entre toros y toreros, contrata el lote entero en todas las ferias. ¿Se le puede llamar suerte a la carrera de El Fandi? Hombre, sin duda alguna. Es verdad que el diestro ha puesto su parte pero, ¿cuántos chavales pondrían o ponen su parte y no son escuchados en ningún sitio? Como decía, los tenemos por decenas pero, ya se sabe, al final, suerte que tengas que el saber poco te vale.

En los toros hay que conjugar los “verbos” con más exactitud que en la misma RAE, algo que han bordado Antonio Matilla y el propio Fandi. Al empresario Matilla le viene como anillo al dedo tener a El Fandi para abrir cualquier cartel, sabedor de que este torero no molesta a nadie; para paladares más exquisitos tiene a Manzanares y, por si faltaba algo, ahí están sus toros que son garantía de éxito por aquello de la borreguez y dulzura que atesoran.

Como decía, se trata de un caso digno de estudio que, por muchas vueltas que le demos, no encontraremos la explicación que pueda dejarnos satisfechos por aquello de aplicar la lógica. Decenas de toreros mejores que El Fandi lo tenemos por doquier pero, como vemos, ha sido el granadino el elegido por el azar para que un deportista de élite como es dicho diestro, haya logrado la “gloria” en el mundo de los toros que, por cierto, el hombre ha solucionado su vida en el toreo.

Todo el mundo sabe y recuerda que, El Fandi es sinónimo de carreras, banderillas y exposición total en dicho menester. Nadie le recordará una faena exquisita porque no la ha hecho y, lo que es peor, nunca lo hará. Y ahí es donde radica el milagro en cuestión al referirnos a dicho espada que, con muy poco que ofrecer ha sido capaz de encaramarse en lo más alto del escalafón. ¿Cómo se hace eso? Fandi, dales una clase práctica al noventa y cinco de tus compañeros que, los pobres, al ver tus resultados todos se siguen asustando.

Insisto, los record que atenaza este torero no son uso común ante nadie porque, si de cifras hablamos, El Fandi ha superado en mucho a la primera figura del toreo que se precie. Eso sí, yo no pagaría un céntimo por verle actuar pero, como se demuestra, tiene muchas virtudes que las sabe explotar como nadie. No molesta a las figuras, es un torero barato, abre casi todos los carteles en los que actúa y, para colmo, hasta es capaz de enardecer al gentío con los palos. ¿Un genio? Creo que sí.