Hace años en los espectáculos cómicos taurinos, en la parte seria del evento participaba un novillero que, lógicamente, sobresalía por encima de los toreros bufos como son los enanitos que tanto hacían sonreír a los espectadores. Y de esa “escuela” nacieron algunos diestros que, pasados el tiempo fueron toreros de renombrado cartel. Como quiera que el toreo ha cambiado a velocidad de vértigo, se han prohibido la casi totalidad de los espectáculos bufos antes referidos, en la actualidad el toreo bufo lo vemos a diario en las corridas de toros de mucho relumbrón.

¿He enloquecido? Pensarán muchos. Nada de eso. ¿Cómo se explica todo lo que digo? Muy sencillo, analizando la práctica totalidad de las corridas de toros donde anidan las figuras que, en la gran mayoría de las ocasiones, por lo que vemos lidiar, es el toreo bufo el que aparece en escena teniendo, como agravante bárbaro, los llamados diestros rimbombantes del escalafón.

Tras lo que estamos presenciando, ¿quién es el valiente capaz de negarme que las corridas lidiadas por Juan Pedro no sean la emulación del toreo bufo en su versión más pura? La última prueba la tuvimos en Zaragoza. Lo digo porque para que una faena tenga empaque y fundamento, el diestro en cuestión tiene que enfrentarse a un toro que, no siempre embiste como quiere el torero y deseamos los aficionados pero, por encima de todo que tenga apariencia de toro, más o menos bravo, pero que todos convengamos que el espada se está enfrentando a un bicorne con el riesgo preceptivo. Pensar, puesto que hablamos de Zaragoza, una plaza considerada de primera, los toros que se lidiaron de Juan Pedro, en Madrid no habían pasado ni el reconocimiento de la mañana. O sea que, le damos la categoría de primera al palenque que se nos antoja pero, la realidad, como queda demostrada es muy distinta de unas plazas a otras.

Qué pena, amigos aficionados, que tengamos que darle a una corrida de toros el calificativo de toreo bufo por aquello de la insignificancia de los bureles que, como sucediera en Zaragoza, puesto que, aquello eran sucedáneos de lo que todos entendemos como un toro de lidia. Y lo más sangrante de la cuestión es que, ante un toro sin fuerzas, sin alma, sin gracia alguna, sin fundamento que los justificara, muchos ensalzaron a Morante como si hubiera tenido enfrente un auténtico toro, cosa que ha hecho algunas veces esta temporada y, lo que es mejor, triunfando.

En dicho festejo, como contamos en su momento, el único animal de Juan Pedro que se escapó para hacerle el toreo bufo le tocó en suerte a Diego Urdiales que, con su torería, insisto, redimió a Juan Pedro de un fracaso sin paliativos porque su segundo enemigo, sin ser nada del otro mundo, tenía el picante o la casta justa para que, la labor de Diego Urdiales estuviera muy por encima de aquel toro que, más que bravura tenía mala leche, pero al que el diestro de Arnedo supo darle una lidia admirable, hasta el punto de emocionarnos a todos.

Es sangrante que, por decenas de veces, el torero, dadas las condiciones del toro al que se enfrentan tengamos que darle el calificativo de toreo bufo, sin duda, el peor de los castigos o de la crítica más certera que se le puede imputar a un diestro. Y ese tipo de toro es el que pasa factura a la fiesta porque como ha sido notorio a lo largo de la temporada, plazas llenas las hemos visto de forma restringida, si acaso, Sevilla, Madrid y Pamplona puesto que, los demás cosos, en su ingente mayoría se han tenido que conformar con medios aforos que, para ellos lo consideran como un éxito grande. No olvidemos jamás que, ha sido el toreo bufo y el toro aborregado, los ingredientes perfectos para echar a la gente de las plazas de toros. Eso de parodiar la fiesta de los toros creyendo que la gente es tonta del culo, eso ha pasado a mejor vida puesto que, la respuesta del aficionado ha sido totalmente negativa y, la poca gente que ha acudido a los recintos taurinos han sido gentes de paso, feriantes, claveleros, ignorantes que, en su bondad, todavía no se han dado cuenta que les están dando gato por liebre, en este caso haciéndoles creer que el toreo que practican es el verdadero cuando la realidad nos muestra ese toreo bufo al que nos referíamos. Sálvese el que pueda, es decir, el que no haya infringido las reglas básicas de la torería eludiendo al elemento toro para llevarse, con toda dignidad de nuestra parte, un fuerte aplauso.