Una vez más, han tenido que ser Victorino Martín y Manuel Escribano los que han puesto ese toque de distinción en la feria de Alicante puesto que, ambos, ganadero y torero, cada cual en su parcela dieron la auténtica dimensión de lo que debe ser una corrida de toros y un diestro dispuesto a jugarse la vida en el bello ejercicio de la creación artística, con una cogida espeluznante incluía de la que, a Dios gracias, Escribano salió ileso.

Cualquiera siente admiración hacia el diestro de Gerena que, una vez más, y ya van algunas decenas de tardes, ha resultado el héroe triunfador de una feria por el sendero de la verdad. Y es que, cuando el toro tiene importancia, lo que haga el torero se sobredimensiona por completo sin necesidad de alharacas absurdas para justificar lo injustificable, caso de la gran mayoría de las faenas que han tenido lugar en el coso alicantino.

Barruntábamos que así sería y, así sucedió. Era la única corrida de la feria, la de Victorino Martín, con la que habíamos puesto todas las esperanzas porque, todo lo demás, por mucho que lo hayan querido adornar ha tenido más de parodia que de verdad, caso de la tarde de Enrique Ponce y las que le precedieron al cierre de la feria que tuvo lugar ayer con los toros mencionados. Si la corrida resultó interesantísima en todos los órdenes, la actuación de Manuel Escribano tuvo una épica admirable, amén del buen toreo del diestro que, sin lugar a duda aprovechó un lote de triunfo, especialmente su segundo en que, como digo, Manolo Escribano firmó la faena de la feria.

Pero esa faena a la que aludo, por ende, tuvo como antagonista un toro encastado y fiero, un bicorne que no regaló nada pero que ofrecía todo, justamente, lo que aprovechó el diestro sevillano para dejar, como explico, una obra para el recuerdo. Cuidado que, estamos hablando de un gran profesional que ha sido ninguneado a lo largo de su carrera pero que, el torero, sobreponiéndose a miles de circunstancias adversas ha sido capaz de remontar en los peores momentos, incluso en las gravísimas cornadas que ha sufrido en las que, por cierto, en Alicante, sufrió la más grave de su carrera.

Es alentador comprobar como un hombre se juega la vida de verdad que, para mayor dicha, lo comprobó el aficionado sentado en los tendidos que, a diario se deja encandilar por el toro medio muerto y amorfo. Ayer, como digo, pudimos ver la otra cara de la moneda, la de la auténtica verdad, lo que producen un toro y un torero de verdad. Como siempre digo, es imprescindible Victorino Martín para el toreo puesto que, sus toros evidencian la grandeza del espectáculo y, si como en el caso que nos ocupa, aparece Manolo Escribano capaz de triunfar frente a sus toros encastados y fieros, la dicha no puede ser mayor. Claro que, como tantas veces ocurre, mientras en Alicante se han regalado orejas sin sentido, caso de las dos que le regalaron a Tomás Rufo, tras faenas a toros moribundos, ayer, el palco le robó a Escribano la segunda oreja de la que ha sido la faena de la feria mientras concedía la vuelta al ruedo tras su muerte, pese a todo, el diestro pudo salir por la puerta grande ya que, en su primer enemigo había cortado una oreja.

Corrida muy interesante la de Victorino Martín en Alicante que, además de la rotundidad de Escribano, Rafaelilo, con el peor lote estuvo dignísimo, al tiempo que, Borjita Jiménez, cortó una oreja de su enemigo y, pudo haber cortado otra de no haber fallado con el estoque. Una tarde admirable que, sin duda, ha borrado toda la parafernalia anterior que, como siempre sucede cuando actúan las figuras, el toro brilla por su ausencia.