Pese a la “cornada” que para mí ha supuesto mi enfermedad, los doctores me han aconsejado que aleje de mi mente todo pensamiento extraño y que me apoya en lo que me diga mi corazón. Es una tarea dura pero que tengo que sobrellevar con entereza y humildad. ¿Cómo? Haciendo lo que siempre hice, escribir y leer pero, en estos momentos, como una de las mejores medicinas que pueda tomarme. Mi mente no puede ganarle la batalla a mi corazón porque, como diría Oscar Wilde, si ello ocurriera, sería algo así como abrir las puertas de la locura que siempre invitan al suicido.

Escribo, leo, veo programas taurinos que tanto me apasionan como buen aficionado. Por supuesto, al margen de las corridas que puedo ver en los canales autonómicos, soy abonado de One Toro y dicho canal me sabe a gloria pura porque, además de las retrasmisiones taurinas, el citado canal tiene programas muy interesantes dignos de atención por parte de los aficionados. Entre ellos está EN CORTO Y POR DERECHO, una serie de entrevistas con toreros en los que Dávila Miura repasa la vida de cada uno de ellos con una nitidez desmesurada. Por supuesto que, muchos de los toreros que ha entrevistado han mostrado su faceta comercial por aquello de vender imagen pero, de todo cuanto he llevado a cabo Dávila Miura, me quedo con las entrevistas a Espartaco y Pepe Luís Vázquez, un hombre al que le dedicaré en estos días un ensayo como Dios manda puesto que, en el día de su muerte estaba yo en el hospital y, lógicamente me fue imposible cantar las excelencias de su toreo y, a su vez, la amistad que siempre me profesó.

Ahora, lógicamente, me quedo con Espartaco, un señor en toda la extensión de la palabra que, para fortuna de Dávila Miura, es la mejor entrevista que ha realizado a torero alguno, sencillamente porque tenía enfrente a un ser humano de unas dimensiones incalculables. Si soy sincero, dicha entrevista la he visto decenas de veces y, dicho documento no cansa para nada porque cada vez que lo visualizas encuentras un motivo para aprender una nueva lección.

Dávila Miura tuvo la sagacidad de condensar en poco más de una hora la tremenda historia de Espartaco, un lujo para el entrevistador y una delicia para los espectadores que lo hemos visto. Facundo Cabral le dijo un día a Jorge Luis Borges, deje que le diga señor sin que me agradezca el homenaje y, eso mismo podríamos decirle al maestro de Espartinas que, del señorío ha hecho una forma de vida, de su figura como torero, un compendio de humildad cuando nos decía que, si como dicen llegué a lo más alto, todo se lo debo a mis compañeros que estaban en la cúspide porque todos eran mejores que yo, pero esa era la fuerza que me incitaba para ganarles la pelea a todos.

Aquello de repasar su vida en tan poco espacio de tiempo me conmovió hasta los límites de la locura. Espartaco, un hombre humilde que quiso sacar a su familia de la pobreza puesto que, su señor padre, con su mismo nombre y apodo, lo intentó pero se quedó en el camino. Resultó conmovedor cuando Espartaco confiesa que, tras cinco años como matador de toros y toreando bastante, se marcó una fecha y si no salían las cosas se haría banderillero porque, según él, por ahí si sabía que llevaría un sueldo digno a casa.

Pero aquel año, estaba de Dios que tanto sacrifico y penurias pese a haber toreado mucho, el dinero llegaba por ninguna parte pero, apareció por chiqueros el toro Facultades de Manolo González y cambió el curso de su vida. Faena cumbre que el maestro no ha olvidado jamás, tarde apoteósica y, desde aquel momento, Espartaco, tras cinco años de lucha se convirtió en figura del toreo.

Ocho años en la cima, en lo más alto pero siempre, sin perder la humildad que siempre le caracterizó. Recuerdo que, en mis años juveniles, le entrevisté en Albacete para la revista EL MUNDO DE LOS TOROS y, como bien recuerdo, las preguntas que le hice eran para no haberme escuchado y, Espartaco, con aquel talante cautivador que tenía me “lidió” con una faena de aliño y el que quedé mal fui yo. Eran como digo, mis años juveniles en el que quieres sacar al personaje lo que no tenía, razón de mi fracaso por completo. Es ahí, justamente ahí, cuando empezó mi admiración hacia el maestro que, cuarenta años atrás ya me dio una tremenda lección.

Me fascinó cuando contó los motivos  por los cuales, en el 2015 reapareció tras muchos años en una tarde solitaria en Sevilla para darle la alternativa a Borjita Jiménez, un alumno suyo en el que tantas esperanzas había puesto el maestro Espartaco. Pero el motivo más especial no era otro que, congraciarse con la afición que siempre le admiró y le tuvo en el más alto pedestal como es la plaza de Sevilla. El día de su despedida no rodaron bien las cosas y Espartaco se quedó con un sabor amargo y, con esta corrida que aludo, no escuchando a nadie y sabedor del riesgo que asumía tiró hacia delante. Doctoró a Borjita, triunfó y se quitó para siempre aquel amargo recuerdo de aquella despedida nefasta en la que, por culpa del ganado, no llegó el éxito. Fue la última salida por la Puerta del Príncipe del que durante taños años había sido el amo y señor del toreo, en Sevilla y en todas las partes del mundo.

Fue conmovedor cuando contó sus experiencias en un espectáculo cómico taurino en el que, siendo prácticamente un niño viajó hasta América porque por razones de edad en España no le dejaban torear. Toda una experiencia que, me pongo su lugar para vivirla y se me erizan todos los pelos de mi cuerpo. Es cierto que, gracias a Dios, Espartaco llegó a lo más alto, cumplió todas sus ilusiones pero, pasados los años, la vida nos ha dejado a un señor para que, tras escucharle aprendamos lecciones de humildad, al tiempo que, como él confesara, su riqueza no es dinero que haya podido ganar, más bien, la felicidad que repartido entre cientos de miles aficionados que, a diario, gozaban de su arte y torería.

Respecto a Espartaco, su vida y su obra, me queda pendiente un ensayo que quiero que sea memorable porque, tras leer el libro que le ha escrito Carlos Crivell, la dicha no puede ser más grande porque, el admirado compañero ha desgranado con todo lujo de detalles una vida apasionante. Espartaco ha sido un grande en la tauromaquia, eso lo sabe todo el mundo, pero su grandeza anida dentro de su propio ser porque, como decía Cabral, le digo señor, pero no me agradezca el homenaje porque es el calificativo más bello que nunca podría decirle.