No saben lo que se han perdido todos aquellos aficionados que, por la causa que fuere, no han podido ver la corrida de Albacete en que, una vez más, CMM se ha lucido de lleno en una retransmisión taurina. Como digo, un espectáculo grandioso en que, lógicamente, empezando por el ganadero, no podía se otro que Victorino Martin que, sin duda, ha lidiado una auténtica corrida para Madrid; toros veletos, espeluznantes, casi con seis años la mayoría; toros para hacer afición que, para su fortuna, hasta le han salido dos alimañas para poner a prueba sus lidiadores que, tanto Rubén Pinar como Sergio Serrano, han dado una lección de hombría, torería, valor, agallas, arrestos, afición, entrega y, por encima de todo, un desprecio a la vida que asustó a los tendidos.

Festejos como el de hoy en Albacete son los que hacen afición por encima de todo porque, amigos, la verdad sigue teniendo un peso incalculable.  En esta ocasión no cabía la parodia porque había toros y, toreros, por supuesto. En el transcurso de la retrasmisión me ha llamado un amigo preguntándome, según mi criterio, qué papel hubieran desempeñado Morante y Manzanares en una corrida como la que hemos vivido en la capital manchega. Mi respuesta ha sido contundente. ¡Ninguno! Le dije al amigo. Sencillamente porque los artistas están para dibujar muletazos y los toreros para jugase la vida, esa es la diferencia.

¿Cabe emoción más grande cuando unos hombres apasionados y entregados a su quehacer son conscientes de que se están jugando la vida de verdad? Eso es inenarrable. No existen palabras para poder definirlo porque espectáculos como el de hoy no se pueden narrar, hay que vivirlos con toda la intensidad. Los tendidos estaban asustados ante aquel evento que estaban presenciando. Incluso ambos toreros sufrieron el rigor de la cogida con la bendita suerte de salir ilesos porque, escapar con vida de aquellas guadañas ha sido un auténtico milagro.

Casta a raudales han derrochado los toros de Victorino que, si le añadimos la presencia y la cornamenta, sobran todos los demás adjetivos. Ha sido una corrida para poner a prueba a dos lidiadores magníficos. Si hubiera que resaltar un toro, me quedo con el primero de Sergio Serrano que, quizás por su nobleza encastadísima, ha propiciado a Sergio un triunfo de clamor tras varias series de naturales bellísimos, con el agravante de la casta que tenia el toro que, pese a todo, hubieran asustado a todo el escalafón. Dos orejas rotundas, concretas, de las que nadie discutió. En su segundo, otro toro para quitar el humor al escalafón entero, Serrano ha dicho aquí estoy yo y, como ya hiciera en su primero, ha dibujado naturales fantásticos. Pero todo, dentro de la más absoluta emoción. Los toros, todos, sabían lo que dejaban atrás y querían coger su presa, algo que le ha dado un sentido épico a toda la tarde. En el último, como sucediera con el quinto de Rubén Pinar, era una alimaña de cuidado pero, Sergio Serrano estaba allí para jugarse la vida, lo único importante que atesora el muchacho. Tres orejas justísimas, honrosas, con una justicia que ya quisiéramos ver por esas plazas del mundo.

La cogida de Rubén Pinar ha sido de auténtico escalofrío. En aquel momento, en Albacete tembló hasta el misterio que solemos decir pero, el muchacho no se ha arrugado y, a sus dos primeros oponentes, a base de jugarse la piel ha sacado muletazos importantes; todo, se ha circunscrito en un alarde valor, conocimientos del toreo y una entrega apasionada que tanto eco  ha tenido en los tendidos. Dos orejas, una en cada uno de sus primeros toros han certificado su puerta grande. ¿A quién no se le seca la garganta presenciando un espectáculo donde unos hombres se están jugando la vida de verdad? Esto, amigos aficionados, nada tiene que ver con Juan Pedro y sus huestes porque todo ha estado rociado de la más absoluta verdad. Era en Albacete, es cierto, pero por las connotaciones que se daban en el ruedo, todo olía a Madrid. ¿Cabe verdad más grande?

Al final, los diestros, maltrechos por las cogidas sufridas pero, prácticamente ilesos han salido por la puerta grande en olor a multitud. Hasta el mismísimo Juan Lamarca, en calidad de presidente de la corrida, de haber estado él en el palco, pese  la fama de duro que dicen que tenía don Juan Lamarca, sin rechistar hubiera entregado esas orejas porque, por muy presidente que uno sea, cuando ocurre lo de hoy en Albacete, ahí se entrega hasta Dios.

Corrida memorable que tardaremos muchos años en olvidar y, por encima de todo, si ese éxito tan clamoroso no les vale a los diestros para sumar festejos por doquier, por favor, clausuremos la tauromaquia puesto que si este espectáculo no sirve para que progresen dichos diestros, será evidente que todo se basa en la más cruda mentira y la falacia más absurda. Corridas como la descrita son las que deberían darle grandeza a la torería, al espectáculo en general y, sin duda, a los lidiadores tan cabales a los que tanto hemos admirado. Grande Victorino Martín que, una vez más ha demostrado, con sus toros, lo grandeza de la fiesta y, enormes, bárbaros los diestros jugándose la vida.