Puesto que hablamos del mundo de los toros, como si platicásemos desde cualquier actividad en el ramo que fuere, convendría recordarles a los protagonistas de la fiesta que, estar no es quedarse. Muchos han estado, nada es más cierto. Pero de todos aquellos, ¿cuántos se han quedado? Me explico. En el mundo de los toros si se llega a lo más alto se puede ganar mucho dinero a lo que yo llamo “estar”. Pero de toros aquellos que saborearon la gloria en la tierra, que amasaron fortunas hasta el punto de tener el dinero como castigo, de esos quedan muy pocos. Yo me pregunto: ¿Tan difícil resultará administrar el dinero ganado con sangre, sudor, lágrimas y todo el sacrificio del mundo? Al parecer, puede que así sea pero, debemos de recapacitar al respecto.

Es cierto que, de la gloria –la terrera- al infierno hay apenas un paso que, dado erróneamente es cuando llegas al cataclismo más insospechado. Uno que ha vivido lo suyo y ha conocido a demasiados personajes, en su corazón alberga la ilusión de que todo aquel que se ha hecho rico con su esfuerzo y honradez, en el ámbito que fuere, esa licencia debería de durar toda la vida y, desdichadamente no ocurre así. He conocido a demasiados toreros que, ricos, inmensamente ricos por los triunfos logrados en su bendita profesión, pasados los años viven en la miseria. Ya lo dice uno de nuestros sabios refranes: “A la puta y al torero, a la vejez los espero”. Nada es más cierto porque ambas profesiones, pasados los años, casi siempre son sinónimo de pobreza y mendicidad.

Y, cuidado que, la circunstancia referida no pasa solamente en los toros porque, al parecer, es difícil hacer una fortuna pero, como los hechos demuestran, es mucho más complicado mantenerla o administrarla. Como decía, he conocido gentes en muchas profesiones que, en su momento ganaron el dinero con una fluidez inusitada y, pasado los años, quedaron en la miseria, algo que le puede suceder a cualquiera pero, para mí, en el caso de los toreros, este hecho se agrava mucho más porque, comprueba uno todo el sacrificio que han hecho estos hombres arriesgando sus vida y, que llegado el caso no tengan para comer, eso me resquebraja las entrañas.

Podría citar nombres de toreros vivos que malviven en la indigencia más absoluta, pero por pura ética no lo voy hacer. Si cuento, como ejemplo, que el gran esfuerzo de estos hombres han hecho en su vida y, llegado el momento no tengan lo más elemental para vivir, eso descorazona a cualquiera. Unos por unos factores y otros por análogos pero, casi todos, por no haber sabido administrar lo que ganaron de forma honrada jugándose la vida.

Ante la reciente muerte de Tinín, entre otras cosas publicadas sobre dicho diestro que vivía de la “caridad”, contaba el diestro que en su momento le entregó a su padre veinte millones de pesetas para que lo administrara y, aquel pobre hombre dilapidó la fortuna en un abrir y cerrar de ojos. Y, veinte millones de pesetas de los años sesenta daban para comprar varias casas en Madrid.

Hay otro torero de los años ochenta que llegó a torear mil corridas de toros que, a millón por festejo, son mil millones de pesetas y, el pobre, no tiene apenas lo elemental. ¿Dónde va el dinero de los toreros? Nadie lo sabe, pero lo que sí sabemos todos es que son mal administradores y, como le sucede a ese pobre diablo que se vestía de amarillo para salir a torear, sin duda, el diestro que más toreó en varias temporadas, como nos siguen contando, su cuenta corriente está peor que la mía que ya es decir.

En mi caso, yo no me lamento de nada porque jamás amasé fortuna alguna pero, de haberla tenido, sin duda alguna que ahora tendría una suculenta cuenta corriente en el banco. Todo ello viene a demostrar que el dinero es volátil y, lo que es peor, muy caprichoso; que viene y va sin dar explicaciones. Está muy claro que, lo que hagan los toreros con su dinero al aficionado no le importa para nada pero, a este respecto yo quería hacer esta reflexión en el camino para que, futuros astros de la tauromaquia sean capaces de pensar que, mañana pueden ser muy ricos pero que, pasado el tiempo, no muchos años, pueden estar en la más vil de las miserias.

Repito lo dicho, ganar una fortuna es muy difícil yendo por el camino de la honradez y, ser torero no deja de ser la profesión más honrada del mundo, pero mantener ese estatus, ese dinero ganado y administrarlo de la mejor manera, al parecer sigue siendo un trabajo muy complicado. En honor a la verdad, yo lo veo muy sencillo, como pudo haberlo visto en su día el maestro Pedro Gutiérrez “El Niño de la Capea” que, con su esfuerzo arregló su vida, la de sus hijos y, sin duda alguna la de sus nietos. Esa debería ser la pretensión lógica de todo aquel torero que, con valor y jugándose la vida, ha sido capaz de hacer una fortuna pero, mérito mayor es saber conservarla y, como en el caso de El Capea, corregirla y aumentarla. Enhorabuena, maestro.

En la foto que mostramos, Pedro Gutiérrez Moya junto a su esposa Carmen Lorenzo.