No me quise pronunciar al respecto de la segunda corrida que se celebró en Estepona cuando, como se pudo ver, si me pronuncié ante la primera que, de forma inevitable, me llegó al corazón pero, insisto en el segundo festejo me quedé muy frío y decidí callar que, a veces, una vale lo que calla más que lo que dice.

Sin embargo, al recordar la crónica del maestro Antonio Lorca en dicho festejo en la que la titulaba como EXTRAÑA FRIALDAD, es cuando me he decidido a pronunciarme al respecto. Si, amigos, en aquella tarde todo resultó extraño. Fijémonos que salieron buenos toros, los toreros estuvieron muy bien, se cortaron orejas pero, como decía don Antonio Lorca, a todos se nos quedó esa extraña sensación de frialdad.

¿En qué se diferenció esta tarde con la anterior? Aquí viene el quid de la cuestión porque en el primer festejo de Estepona, Morenito de Aranda cautivó con su arte genial mientras que, Emilio de Justo, torerazo cabal donde los haya, firmó su mejor tarde de la temporada. Y aquello caló por completo porque, para mayor dicha, había toros encastados en la plaza y, para que la dicha fuera completa, los toreros estuvieron a la altura de las circunstancias que no eran otras que alcanzar el triunfo.

Metidos de lleno en la tarde de la extraña frialdad queda todo clarísimo. Los toros tenían demasiada dulzura rayando en la bobaliconería y, como dije millones de veces, si el toro no emociona difícilmente lo podrán hacer los diestros. Tanto Daniel Luque como el llamado Fortes, que parece que quiere que ahorremos tinta a la hora de pronunciar su nombre, ambos toreros fueron los culpables de trasmitirnos aquella extraña frialdad de la que no nos hemos recuperado.

Daniel Luque anda por las plazas con demasiada autoridad; vamos que, él solo se erige maestro sin tener que gritar nada pero, lo que el chico no sabe es que el veredicto ante tal o cual torero lo tenemos que emitir los demás y, Luque, para su desdicha es un torero pulcro, pero de ahí no pasa; no está tocado con la varia mágica del arte y su toreo, para que vibre, tiene que estar sustentado frente al toro de verdad porque con el toro adormilado, por muy académico que se ponga no emociona a nadie.

Con Fortes nos sucede otro tanto de lo mismo porque el malagueño es uno más de los muchos que tenemos en el escalafón y, bastante mérito tiene el chico por haber superado las terribles cornadas que ha sufrido pero, ni por casualidad dejará grabado en el toreo su nombre con letras de molde. Fortes torea bien, nada es más cierto, negarlo sería una crueldad sin límites pero, a lo largo de mi vida he conocido a cientos que toreaban mejor que él y se quedaron en banderilleros.

Ellos, ambos diestros, son muy libres de continuar como toreros porque valor tienen, condiciones más que sobradas pero, ¿de dónde viene esa extraña frialdad que aportan tarde tras tarde? Insisto que, estos hombres, con el toro auténtico todavía pueden seguir emocionando porque valor lo tienen a raudales, deseos los máximos, pero carecen de ese ángel que les lleve a la inmortalidad como toreros porque el día que se retiren, al día siguiente, nadie recordará que han estado en el escalafón. Entre otros muchos, Antonio Manuel Punta, era mejor torero que los citados, pero con los ojos cerrados y, como sabemos, hace muchos años que es un torero de plata admirable, como Iván García o Sergio Aguilar que, en su momento tuvieron éxitos incontestables.