A los doctores especializados en cirugía taurina habría que felicitarles una y mil veces, es decir, todos los días de muestra existencia porque no habrá dinero en el mundo para pagarles lo que hacen que, en definitiva, es otra cosa que salvar vidas. Pese a tener en sus manos los instrumentos y la ciencia adecuada para que los toreros no mueran por mor de sus cornadas, éstos no son conscientes de la grandeza por aquello de las manos en las que caen cuando son corneados.

Al pensar en estos seres humanos tan grandiosos me entran escalofríos porque, por ejemplo, un cirujano de la talla del doctor García Padrós, por citar una eminencia al respecto, cobra por cada tarde de acude de “guardia” a Las Ventas mucho menos dinero que un apestoso como Pablo Iglesias cobra en dietas. Curioso, ¿verdad? Claro que, una cosa es el humanismo que conlleva la profesión de cirujano taurino, apenas remunerada en nada mientras que, los vivos, analfabetos, derrotistas, comunistas y demás especímenes se dedican a la política, el único lugar donde puedes ser retrasado mental, analfabeto, burro, tonto hasta decir basta y, llegas a ministro con toda seguridad, ahí tenéis las pruebas.

Los doctores, como digo, son vilipendiados hasta por los propios toreros que, como el mundo sabe, a primeros de año les rindieron un homenaje en un pueblo burgalés cuando, en realidad, dicho agasajo debería de haber tenido lugar, cuando menos en la Plaza de Las Ventas, sencillamente para darles a estos ilustres hombres la categoría que se merecen pero, como vimos, las figuras del toreo hicieron un mero trámite y aquí paz y allá gloria. Es decir, un ridículo del que nos acordaremos mientras vivamos. Dicho a la inversa, lo que hicieron los toreros con los doctores en el homenaje aludido es como si La Feniche de Venecia albergara una banda de pueblo para tocar allí Paquito el Chocolatero. El ridículo no podría ser mayor pero, ya vimos, los toreros lo lograron.

En este instante felicito a los doctores por su abnegada labor durante tantísimos años en que han estado o siguen estando al frente de las enfermerías de las plazas de toros pero, en este momento, mi felicitación es porque debido a la maldita pandemia que nos ha azotado, los doctores, este año no tendrán que curar herida alguna, sencillamente porque no habrán corridas de toros ni ningún espectáculo al respecto.

Como es notorio, los toreros este año ya tienen garantizado que no morirán de cornada alguna, de ahí que los doctores tengas una vacaciones que nunca les vendrán mal, aunque sea de esta forma abominable que vivimos. Eso sí, lo que nadie nos podrá asegurar es si lo toreros en vez de por cornadas, este año morirán de hambre puesto que, salvo las escasas figuras que tienen su vida solucionada, hay decenas, cientos de hombres que se dedican a semejante menester que, si Dios no lo remedia antes de final de año estarán pidiendo limosna por las calles o, como mal menor, pidiendo en Cáritas.

Es ahora el momento cuando las figuras del toreo deberían de haberse plantado frente al Ministerio de Cultura para exigir sus derechos que, a los pudientes no les hace falta pero ellos, las figuras, son los que tienen que representar al colectivo de tantísimos hombres que se juegan la vida por esos ruedos del mundo. Y, lo que es más grave, se juegan la vida cobrando menos que un bedel en el Congreso de los Diputados.

Convengamos que, al respecto, por ejemplo, Pepe Moral no tiene el hombre entidad representativa para acudir al Ministerio de Cultura que, ciertamente, el hombre podría hacerlo y se lo agradeceríamos pero, la cuestión es muy otra; son los que ostentan la cabeza visible los que tienen que luchar y dar la cara por sus semejantes porque, ellos, los que ahora mandan, un día de la vida igualmente suplicaron justicia cuando no eran nadie.

Otra cosa sería que nos les hicieran ni puto caso que, en realidad, así sucederá. Pero jamás deberíamos de quedarnos con la duda por aquello de no haber reclamado lo que en justicia les corresponde a los toreros que, no se trata de ir al Ministerio con una pancarta, nada de eso, deben de ir provistos de todos los datos tan significativos que todo el mundo obvia. En el dossier a mostrar habría que decir los millones que recauda papá Estado por el IVA de los espectáculos; los cientos de miles de euros que pagan los toreros por sus impuestos y, como coletilla final, mostrar en el citado Ministerio la aberrante cifra que se les entrega a los titiriteros mientras que al mundo del todo no se le da ni la hora.

Tengo muchas dudas de lo que harán los toreros al respecto de todo lo dicho. Lo que si he podido saber que, por las redes sociales todos son muy valientes y piden justicia mediante dichas redes pero, ¿para qué coño sirve eso, que alguien me lo explique? Al toro, nunca mejor dicho que esta ocasión, hay que cogerlo por los cuernos, nunca por el rabo. Claro que, para coger el toro por los cuernos hay que ser por lo menos forcado y, sin duda, lusitano. Le metáfora creo que ha quedado clara.

Si aquello que era lo más sencillo del mundo, el homenaje a los que les salvan la vida, lo hicieron de forma tibia, en un pueblo, sin apenas grandeza. Si aquello que era lo más fácil del mundo, ahora, pedirles que se enfrenten a su enemigo natural que, después del toro es la Administración. Veremos quién es el valiente que le pone el cascabel al gato. Eso sí, no descartemos que, debida a la situación actual, antes de final de año no haya algún que otro suicidio. Cosas más grandes hemos visto, sin duda, la pandemia actual, la que nadie esperábamos y no hallaremos nunca un respuesta al respecto.

En la imagen, el doctor José María Reyes, jefe de la enfermeria de Alicante que, entre otros, salvó la vida de Manolo Escribano.