Normalmente, como algo muy lógico, los toreros pasan de moda porque salen otros chavales que quieren ocupar el puesto que a muchos les corresponde pero, los matadores actuales nadie quiere irse de los ruedos por muchos años que tengan como matadores de alternativa y, la gran mayoría rozan el ridículo porque hace años que ya lo han dicho todo pero, se empecinan en seguir a sabiendas de las facilidades que hoy en día permiten los toros y, la conclusión es que no se marchan nunca.

Sin embargo, pese a que hemos criticado lo que contamos con mucha asiduidad, tenemos un torero en la actualidad que es más longevo del escalafón entre los actuantes y, paradojas del destino, no quisiéramos que se marchara nunca. ¿Acaso le conocemos de algo? ¿Nos da comisiones? ¿Hemos cenado alguna vez con él? Nada de nada. Es decir, nos aplasta su arte, su torería, su gusto por el toreo, sus formas tan personalísimas que, treinta años después de que se doctorara, todos suspiramos para que siga en activo.

Me refiero, como no puede ser de otro modo, a Juan Serrano Finito de Córdoba puesto que, precisamente, en las dos campañas más horribles que ha sufrido el toreo, la pasada y la actual, este artista cordobés nos ha puesto a todos de acuerdo –al menos a los buenos aficionados- para que sigamos rompiendo lanzas a su favor por aquello de que si su toreo es inmortal, es por ello que le pedimos a Dios que, aunque Finito sea un humano más, rezamos para que siga teniendo esa salud de la que disfruta para que, a su vez, se siga vistiendo de torero e impartiendo bellísimas lecciones de torería, del arte en su más pura acepción.

Finito, al que tuvieron unos años postergado –como tienen ahora a Juan Mora- le apoderó el francés y renació de nuevo; una pena que aquello no tuviera continuidad porque el productor galo al ver que Finito no era El Juli, muy pronto lo dejó en la estacada. ¿Qué pretendía Simón Casas que Finito fuera un vulgar pegapases para incluirlo en todos sus carteles? Como quiera que se trataba de un auténtico artista, como se comprobó no había hueco para tan celebrado diestro que, con un par de muletazos arrinconaba a cualquiera, posiblemente esta fuera la razón para que todo el “mundo” le abandonara a su suerte.

Pero como si de una especie de milagro se tratare, el pasado año Finito de Córdoba firmó, sin duda alguna, las dos mejores faenas de la temporada, algo que ha revalidado este año y, para suerte nuestra, su nombre sigue tan vivo como el primer día.  En la actualidad, por parte de Juan Serrano, no hay apuro alguno, no compite con nadie salvo consigo mismo, no está pendiente de las estadísticas que, respecto al arte, suelen mentir muchísimo; digamos que, Finito de Córdoba está en paz consigo mismo, razón por la que aflora su torería inenarrable, un milagro que no sucede todos los días porque se trata de un hombre frente a un animal que, para desdicha de todos, no siempre quiere colaborar con la gran causa del arte. Eso sí, cuando sucede y el toro está en manos de Finito la eclosión artística toma una relevancia monumental, la prueba es que, seis lustros después de que se invistiera como doctor en tauromaquia, seguimos alentándole para que siga en activo, por su bien, por el del toreo y, sin duda, por los aficionados que le admiramos.

¿Para qué quiere seguir Finito en activo? Eso lo preguntarán muchos y, en realidad, hasta tienen razón. Se trata de un hombre que lo ha logrado todo; fincas, triunfos, premios, reconocimientos, fama, amén de haber inundado todos los ruedos del mundo con su arte, indultos de muchos de sus enemigos, pese a todo, dentro de su ser le queda la magia suficiente como para seguir impartiendo bellísimas lecciones de torería que, traducidas en arte, son su tesoro más grande, sencillamente el que nadie le ha podido arrebatar. Y, para que su dignidad sea todavía más grande, tras tantos años de éxitos, se confiesa “pecador”, es decir, aparece por la televisión en una entrevista y confiesa tener muchos defectos para corregir. ¿Cabe grandeza mayor?

Como decimos los creyentes, Dios nos lo guarde muchos años en la plenitud de su salud que del arte ya se encarga él con sus trebejos toreros lo que, como se comprueba, hasta maneja con más pureza y creatividad que el primer día que se doctoró. Y, como sabemos, tras una temporada cuajada de éxitos, su última tesis tuvo lugar en su plaza cordobesa, un festejo en el que conmemoraba su doctorado en la que, una vez más, embrujó a los suyos.

Maestro, sencillamente, que Dios le siga bendiciendo.