Más de cien años más tarde, la realidad nos ha demostrado que la feliz idea que tuvo en su día José Gómez Ortega, más conocido como Joselito, por aquello de que se construyeran plazas monumentales para que todo el mundo tuviera acceso a las mismas con precios acorde a todos los bolsillos y, de forma concreta para ver a las figuras del momento, aquella ilusión de Joselito se ha desvanecido por completo en las manos de Rafael García Garrido, Simón Casas y Pedro Haces en calidad de empresarios de Madrid.

¡Alto, la cartera o la vida! Ahí tiene usted, las dos. Responden muchos aficionados que, por lógica, no asistirán a la feria de San Isidro puesto que, abonados al margen, la entradas han subido en un porcentaje brutal, canallesco, un atraco en todo regla que, como es sabido, lo ha permitido la Comunidad de Madrid mientras que, el responsable de todo este desaguisado, Miguel Abellán, se lava la manos y se queda más ancho que largo. Dicho en cristiano, una tropelía como la expuesta podríamos esperarla de los socialistas pero que, el Partido Popular permita semejante guarrada dice muy poco de los gobernantes de Madrid.

Los empresarios citados han logrado lo que parecía imposible, lo que no ha hecho nadie en el mundo, lo que ninguna persona sensata sería capaz de hacer pero, cuidado, esto no ha hecho nada más que empezar puesto que, los sujetos antes dichos son capaces de eso y de mucho más; si es que todavía se le puede hacer más daño al aficionado. O sea que, por cojones, todo el mundo tiene que ser abonado si quiere obtener un precio razonable dentro de la fortuna que vale el abono. Convengamos que, hay miles de aficionados que no pueden ser abonados, los que lleguen de provincias, los que su horario de trabajo se lo impida, los que quieran elegir carteles determinados; mil factores podríamos enumerar que justifican por completo el hecho de que no todo el mundo puede tener un abono. ¿No pueden? Dice la empresa; ¡que se jodan! Y muy jodidos estamos, sí señor.

Justamente por eso, por el atropello que hemos sentido, es por lo que elevamos nuestro grito de protesta hacia quien corresponda que, en este caso es a la Comunidad de Madrid como propietaria de ese inmueble maravilloso llamado Las Ventas. ¿Cómo se les puede dar carta blanca a unos tipos que no tienen escrúpulos? Lo que han hecho estas gentes de la Comunidad para con la empresa sería algo así como si la policía, frente a sus narices, comprueba que un delincuente está robando y mira hacia otro lado y no hace nada por detenerle.

Así nos sentimos los aficionados, ninguneados, estafados, malheridos y desilusionados al ver que nos echan de la plaza de Madrid y no tenemos quien nos defienda. Muchos amantes de la fiesta taurina teníamos previsto acudir a Madrid para presenciar algunos festejos pero, nuestro gozo en un pozo. Se nos han cerrado todas las puertas. Eso sí, con los casi catorce mil abonados que tiene Las Ventas, con eso les basta y les sobra para cubrir el presupuesto, lo que venga después todo serán ganancias. Y digo que les sobra puesto que, a las figuras les pagarán –si es que les pagan- un dinero importante pero, ¿se imaginan ustedes el resto de los matadores de toros al precio que harán el paseíllo? La mayoría de ellos ya firmarían el “sueldo” fijo establecido.

Y mientras todo eso sucede vemos a la presidenta de la comunidad, Isabel Díaz Ayuso, dándole piropos a El Juli por aquello de la grandeza que dicho torero tiene; que la tiene, es cierto pero, ¿con qué clase de toros? Eso es lo que no sabe la presidenta que, de aficionada debe de tener lo que yo de franciscano. Eso sí, si el próximo día dos de mayo acude a las Ventas para festejar el día grande de Madrid, debería de ir acompañada por algún buen aficionado para que le explique cómo son los toros que mata Fernando Robleño y los que lidia El Juli. Si se lo explicaran, seguro que encontraría la diferencia, lo que le valdría para no emitir juicios ridículos.

Que haga el ridículo Isabel Díaz Ayuso con sus opiniones nos tiene sin cuidado, pero que no cuide –valga la expresión- a sus votantes aficionados a los toros me parece un desacato en toda regla que, Dios no lo quiera, pero igual le puede pasar factura. Eso de permitir tropelías a los empresarios que se les adjudicó Las Ventas dice muy poco de ellos pero, dice mucho menos de los dirigentes de la comunidad que, como entendemos, para eso pusieron a Miguel Abellán, para que velara por los aficionados pero, como los hechos demuestran, Abellán solo vela por cuidar el sueldo astronómico que recibe, algo que ya hubiera querido cuando se jugaba la vida como torero.