Un amigo es que llega cuando todos se han marchado y es muy cierto porque, para desdicha de la sociedad en que vivimos, le damos el calificativo de amigo al primero que pasa por la calle y, más tarde vienen las decepciones. Como algo natural en el ser humano, cuando alguien triunfa en cualquier menester y adquiere relevancia sobre los demás, le salen amigos por todas las esquinas. Claro que, esos mismos “amigos” de los que hablo con los que, cuando las cosas te van mal todo el mundo de da la espalda y el olvido.
Para mi fortuna, no he sido víctima de tal maleficio que, sin duda debe ser lo más frustrante que pueda existir en la vida. Como es notorio no he triunfado en nada pero, me cabe el orgullo que, durante mi vida, cuando coseché fracasos por doquier, mis amigos jamás me abandonaron; es más, hasta pusieron dinero de sus bolsillos para que yo saliera hacia delante y no llegara hasta el cataclismo más absoluto.
Ahora, una vez más, en mi etapa de dolor por culpa de la enfermedad me he sentido reconfortado con todos mis amigos que no se han apartado de mi ni un solo instante; cercanos o lejanos, nada ha importado. Lo que sí es cierto que, este apoyo maravilloso que sigo sintiendo a diario es el que me reconforta y me da fuerzas para combatir la situación ante todo lo que estoy sufriendo y, por encima de todo, ante todo lo que me espera.
Ante esta muestra de cariño por parte de tantos y tantos, amigos, lectores, colaboradores y personas de toda condición, he sentido en el fondo de mi corazón que les importo a muchas gentes, razón de la felicidad que siento en estos días de incertidumbre y angustia. Dice el refrán que, las penas con pan son menos y, eso mismo me ocurre a mí, el dolor, compartido entre todos es más llevadero. Por todo ello, públicamente le doy las gracias a cuantos se han preocupado por mí que, para mi dicha, son legión el número de personas que siguen rezando por mi salud.
Cualquiera podría pensar, tras leer mis letras, que ya he superado el trance, pero, todavía quedan por delante dos intervenciones quirúrgicas para extirparme unos tumores que, de no haberlos detectado a tiempo me hubiera costado la vida. Escribir, que es lo que tanto me apasiona en la vida, hacerlo en estos instantes supone un esfuerzo sobrehumano pero, como ya dije alguna vez, es la terapia que los doctores me han impuesto para no caber en el abismo de la depresión.
Seguiré en la brecha mientras me quede un hilito de fuerzas es mi corazón y, Dios mediante, seguir rezando para que, cuando corresponda, recuperar la salud para seguir en la brecha en todos los órdenes de mi vida. Que Dios os bendiga a todos cuantos estáis rezando por mí, sin duda, el mejor regalo que pueden hacerme. Un fuerte abrazo para todos.
De este modo, el artista Benidel Yáñez Díaz, captó mi humilde ser y lo plasmó en un lienzo.