Confieso que me ilusionó la apuesta de Movistar por aquello de retrasmitir dos festejos de carácter torista que, de forma muy concreta, el sábado, en Sanlúcar de Barrameda, tanto me emocionaron, hasta el límite del sufrimiento de cara a los hombres que allí se estaban jugando la vida. Era muy de agradecer que, la cadena citada, apostara por dichas retrasmisiones que, en honor a la verdad, fueron todo un éxito, de forma especial, lo de Sanlúcar de Barrameda con los Miura.

Ayer, en Calatayud, todos esperábamos mucho de los toros de Ana Romero, versión Santa Coloma pero, la triste realidad es que aquello nada tuvo que ver con la corrida del sábado en el ruedo andaluz. La gran realidad es que, de no saber el nombre de la ganadería, cualquiera hubiera dicho que se trataba de una ganadería comercial de las muchas que se lidian a diario. La corrida era una más puesto que, como los hechos demuestran, Ana Romero ha aguado mucho la ganadería y apenas queda nada del encaste puro y original que le dio fama. No es menos cierto que, a partir de ahora se las matarán las figuras porque, insisto, es una ganadería más de las que tanto gozan las figuras.

Por ejemplo, para que nos hagamos una idea, mientras los toros de Miura soportaron hasta cuatro varas, los de Ana Romero, con el picotazo de rigor andaba más que sobrados porque, para colmo, si algo le faltó a la corrida fueron las fuerzas, razón por la que al final de cada muletazo, los toros, para defenderse echaban la cara arriba. ¿Cómo fueron los toros? Terciados, con los pitones acorde con el cartel y con la presentación correcta que exigen las figuras. Pues eso, ni buenos ni malos, toros para ser lidiados por las figuras. Si se me apura, el primero de la tarde tuvo un poquitín de picante que su lidiador solventó sin despeinarse.

Salieron algunos atontados, sin fuerzas ni estilo alguno para embestir a la muleta; digamos que, presos de una sosería al más alto nivel y una borreguez extrema. Como digo, lo que vemos a diario con Juan Pedro, Cuvillo, Garcíagrande y demás reatas comerciales. Es cierto que Juan José Padilla si recordará esta ganadería mientras viva pero, eran otros tiempos en que, los Santa Coloma los mataban los desheredados de la fortuna.

Los de Ana Romero no emocionaron a nadie, ni a sus mismos lidiadores que, aburridos y hastiados, estaban tan cansados como los toros. Apareció la voluntad de los actuantes que, dicha actitud, nadie les criticará pero, amigos, la emoción en el toreo es otra cosa que, como sabemos, muchas veces pasa por la dulzura del toro para que el torero se ponga hermoso y, de tal modo, muchos se emocionan. Luego está la versión del toro en su gran esplendor como pudiera ser el caso de los de Pedraza de Yeltes que, fiereza al margen, muchos toros embisten de ensueño para deleite de los que son capaces de enfrentarse a los toros de don Luis Uranga. Sus éxitos en Francia siguen siendo clamorosos.

Lo más triste de la cuestión es que, como explico, los toros de Ana Romero tuvieron el comportamiento “lógico” que cualquier ganadería comercial. Quienes amamos al toro y lo defendemos como el elemento número uno para la grandeza de la fiesta, en el día de ayer tuvimos una gran decepción. Para mí, la lidia de estos toros resultó un fracaso en toda regla si de comportamiento de los animales se refiere. Eso sí, como antes dije, a partir de este momento, Ana Romero no tendrá problema alguno para lidiar donde quiera y, con toda seguridad, las figuras, tras lo visto en el día de ayer, se los quitarán de las manos para hacer la machada que nunca existió, caso de ayer en Calatayud.

Ante semejante “material” en el peor de los casos, voluntad de Morante al margen y deseos de Tomás Campos, salvó la hecatombe Diego Urdiales que le enjaretó diez verónicas a su primer enemigo, sin duda, lo mejor de la tarde y de muchas tardes porque, ver torear a Urdiales con el capote es siempre una bendición.