De los quince matadores de toros que aparecieron en escena el pasado año, solo uno, como dije en su momento, le darían cancha y aires de figura para entrar en las ferias. Los taurinos, con sus bagatelas, podían haber elegido a cualquiera pero se decantaron por Tomás Rufo. ¿Por qué? Nadie sabe las razones. Mejores o iguales que él los tenemos por decenas pero, insisto, los taurinos son caprichosos y apuestan por lo que ellos creen más oportuno o efectivo de cara a la taquilla.

Que nadie vaya a creer que Tomás Rufo es la versión moderna de Paco Camino, nada de eso; es la copia exacta de El Juli pero, en su caso, mucho más alto, pero nada más. Es cierto que en las cuatro o cinco corridas de toros que ha participado, en todas ha logrado el éxito si de orejas hablamos que las ha cortado por doquier. Son, como digo, los caprichos de los taurinos que cuando apuestan por un torero lo hacen con un afán desmesurado. Mejor para Rufo porque está puesto en todas las grandes ferias venideras y, de conseguir el más mínimo triunfo en las mismas le dará la vuelta a España y América, pero que nadie lo dude.

Ante lo visto, tengo la sensación de que se ha hecho un plebiscito ante las figuras diciéndoles, ¿qué os parece si ponemos a este como tercero? A lo que respondieron, perfecto. Podían haber puesto una baraja de toreros nuevo y preguntarles a los viejos la misma pregunta pero, no venía al caso, eso resultaba escabroso y dificultoso, se les puso un nombre sobre la mesa, lo aceptaron y miel sobre hojuelas. Es más, como sucede con todos los toreros nuevos, éstos aportan un valor importantísimo de cara a los empresarios porque no preguntan nada, especialmente si de dinero hablamos y, esa “virtud” de cara a las empresas tiene mucho más peso que los triunfos del chico que han sido considerables.

Respecto a Rufo, dinero habrá poco pero, tampoco puede quejarse porque tampoco hay toro, es decir, todo marcha a la par. Si además de torear con las figuras con esos toros fabricados a medida encima pidiera dinero, eso sería el colmo de la irresponsabilidad pero, el chico, que no es tonto, sabe que tiene que callar puesto que la gran mayoría de los toreros del escalafón todos quisieran enfrentarse al toro comercial que no da cornadas y, dada su bondad hasta permite el triunfo de los toreros a poco que estos maten en el primer envite con la tizona.

Tomás Rufo es un torero moderno forjado en la escuela de las figuras, es decir, ha aprendido sus trucos con una facilidad pasmosa y todo podría cambiar de la noche a la mañana si le saliera un toro encastado que le pidiera el carnet de torero pero, como sabe que eso no sucederá jamás mientras circule por el circuito de las figuras, alabado sea Dios, tenemos torero para rato. Cierto y verdad que el chico no emociona a nadie, salvo a los espectadores del clavel, los que acuden a las plazas de toros con el ánimo de ser vistos por sus amiguetes y repartirse abrazos por doquier los unos con los otros. Pero así está montado el sistema, se aprovechan de la ignorancia de la mayoría para llevárselo calentito.

Insisto que, en las corridas de las figuras, da lo mismo ver a El Juli, Manzanares, Tomás Rufo, Ginés Marín, etc., porque todos hacen lo mismo y todos matan el mismo tipo de toros. Siendo así, ¿a quién querrán emocionar? Todos ellos son el calco de unos para con los otros y, mientras tanto, el aficionado, que siga pasando por taquilla para ver lidiar a los de Juan Pedro, Garcigrandes -casi siempre son pequeños- Cuvillos, Jandillitas y toda la espécimen que existe en la cabaña brava española que, más que bravura tienen tontuna, las pruebas las encontramos a diario por esas plazas de Dios. Todo ello para uso y disfrute de las figuras entre las que han elegido a Tomás Rufo.