Respecto a los empresarios de toros cada cual vende la burra según su leal saber y entender; algunos lo hacen hasta con lógica, caso de Maximino Pérez empresario de Cuenca e Illescas que, el hombre, con acertado criterio defiende su empresa como lo haría cualquier hijo de vecino pero, tal defensa viene dada por la gran labor que es capaz de hacer para atraer a los aficionados a sus plazas, un dato revelador que, para su suerte, su trabajo tiene premio que no es otro que las ganancias lógicas por su excelente gestión al frente de las plazas aludidas.

Y no contento con ello, Maximino, hasta es capaz de abaratar los precios con la finalidad de que los jóvenes puedan asistir a los espectáculos que organiza que, dicho sea de paso, se saldan siempre con grandes éxitos. ¿La fórmula? Es su alquimia personal y el que quiera que le secunde puesto que cada plaza tiene su idiosincrasia, es cuestión de aplicarla con acertado criterio. En los toros y en cualquier actividad empresarial, para lograr el éxito solo hace falta un requisito imprescindible, hacer las cosas bien, aplicar la lógica en cada negocio y, lo demás se nos da por añadidura.

En la otra cara de la moneda nos encontramos con Ramón Valencia, el empresario maestrante que ha confesado haber tenido pérdidas en varios de los festejos organizados en Sevilla en la feria de San Miguel, incluso estando la plaza llena a reventar. Este señor puede decir misa si se pone una sotana, pero pensar que los aficionados somos retrasados mentales eso no es propio de ningún empresario que se precie. Convengamos que es totalmente legítimo que un empresario tenga los correspondientes beneficios por su gestión e inversión en la empresa, lo demás son disparates sin sentido. ¿Qué pretende Valencia que le tengamos lástima? ¡Menuda ignominia! Si perdiera dinero no podría seguir siendo empresario de La Maestranza, sus bienes serían embargados y sus cuentas lucirían números rojos. Como todo eso no ocurre –para su suerte- decir sandeces no es propio de un empresario cabal que, para mayor inri, en Sevilla es más cara una entrada a los toros que una mortaja, lo digo porque lo he pagado, el boleto, claro.

Eso sí, ese mismo empresario maestrante se jacta de haber tenido ciento ochenta mil euros de beneficios en el festival que se celebró en el coso hispalense el pasado doce de octubre. Pues ya tiene la fórmula, en vez de corridas de toros que organice festivales y se hace rico en una semana ¿verdad?

Aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, nos apresuramos a felicitar a los organizadores y actuantes, tanto toreros como los ganaderos que donaron sus toros puesto que, dicha ingente cantidad de dinero se dedica a favorecer a los más necesitados de la comunidad, un festejo que se llevó a cabo mediante la gran gestión de Emilio Muñoz al que todos tenemos que agradecerle su gesto como ideario de tan magno festival que, insisto, tan bellos resultados crematísticos ha dado.

Ramón Valencia, como empresario de Sevilla no tiene por qué presumir de nada puesto que si tiene beneficios, lo que es natural y lógico, no tiene que compartirlos con nadie; pero no lo que debe hacer jamás es confesar que tiene pérdidas en una plaza tan carismática como La Maestranza que, llena de señoritos y gentes del clavel, a diario pagan la cantidad que les impongan porque para eso acuden a dicho recinto, para lucir palmito y a su vez, dejarse en la taquilla el suficiente dinero para que Ramón Valencia viva de forma espléndida porque, que yo sepa, dicho empresario, para suplir las pérdidas a la que aduce, todavía no se ha ido a recoger fresas a Huelva.