Ya ha pasado a mejor vida aquella definición que asistía a los diestros españoles en que, tras su temporada en Europa; España, Francia y Portugal, se disponían a hacer las américas, axioma que no era otro que los diestros hispanos se pasearían por todos los ruedos de Hispanoamérica para refrendar los éxitos aquí logrados y, al tiempo, enardecer a los públicos de allende que les esperaban con inusitado anhelo.
El comunismo reinante en toda Hispanoamérica ha logrado lo que parecía imposible, erradicar para siempre los toros en cualquier parte del mundo, caso de Ecuador, Venezuela en la que quedan apenas un par de plazas abiertas sin fuste alguno, la gran plaza México cerrada por culpa de un indeseable como AMLO y, el país que más vida parecía que podía tener, Colombia, tiene los días contados si de toros hablamos. Ya dicen que, la feria de Cali programada para este año será la última y, tengo la certeza de que así será porque los datos que tenemos respecto a Colombia son de auténtico dramatismo.
El indeseable Gustavo Petro, en calidad de presidente de los colombianos será el encargado de darle la puntilla a una fiesta que, en Colombia, como el cualquier país hispanoparlante allende del océano, erradicará los toros de su territorio nacional y lo grave de la cuestión es que nadie lo impedirá. Si el gran Pepe Cáceres levantara la cabeza moriría de repente al ver cómo ha quedado la fiesta por la que él luchó y murió en tierras de Sogamoso. El mismísimo César Rincón no puede comprender tanto desacato mientras que, su ganadería del Espíritu Santo, la que tiene en tierras bogotanas, tendrá que vender sus toros para la carne si es que se los compran; vamos que, si Gustavo Petro no decide lo contrario y dice que dicha carne está envenenada.
Recuerda uno las plazas de Colombia y se estremece; Bogotá, cerrada por decisión de Petro, Medellín, Palmira, Cartagena de Indias, Sogamoso; Manizales y Cali, las que actualmente siguen dando toros, como decía, el año que viene ya será todo un recuerdo para generaciones vendieras que, por culpa de unos mal nacidos e hijos de padres desconocidos, Colombia se quedará sin toros para siempre.
Es el caso de lo ocurrido en Venezuela que, sin prohibir nada, dada la actual circunstancia del país, no existe plaza alguna que puedan dar toros porque, si la gente se está muriendo de hambre, ¿cómo ir a los toros? Por cierto, la segunda plaza más grande del mundo tras La México, no es otra que Valencia, por tierras venezolanas, lo que ahora es un patatal dadas las condiciones de la política comunista de un país que, en los años setenta era la admiración del mundo y, en la actualidad, es un solar desmantelado del que han huido millones de personas en una diáspora sin precedentes. Fijémonos si era importante la fiesta de los toros en Venezuela que, en los albores de los años ochenta, Antoñete, desahuciado por el taurinismo, acudió al país andino para torear un festival y regresó a España como torero de culto, ahí están las pruebas que lo certifican.
El mismísimo Perú que en su feria de Lima se llegaron a dar catorce corridas de toros seguidas, -hubo un año que Juan Belmonte toreó siete corridas de toros seguidas en Acho- este año se han programado cuatro festejos sin apenas relieve, lo que viene a confirmar el estado actual económico de nuestros países hermanos puesto que, unos por decisiones políticas, caso de Ecuador y Colombia, y otros por la miseria en la que viven, la fiesta de los toros será un recuerdo del pasado para muchas gentes que, dada su juventud no han visto el resplandor que dicha fiesta producía en sus respectivos países. Y dentro de todos los males, en Perú quedan muchísimos pueblos en los que los toros son el centro de atención de las fiestas de dichos lugares, con la salvedad, eso sí, de que es una fiesta para toreros humildes, de los que tienen que torear por apenas un sueldo pequeño, cosa que no puede ser de otra manera cuando, como es sabido, una localidad para cualquier plaza peruana cuesta cinco dólares, siendo así, ¿Qué pueden cobrar los toreros?
Y creíamos que, ese mal endémico no llegaría a México y, como es notorio, allí ha nacido ese movimiento criminal que ataca a los toros de forma dantesca, hasta el punto de que en muchos estados ya no se celebran toros y, lo que es más grave, ya han conseguido cerrar por completo la gran plaza México, la que ostentaba el título de la mayor plaza del mundo que, tras su cierre ha quedado en la nada, todo ello debido a esa política criminal que ejerce el tal AMLO puesto que, después de La México irán cayendo plazas como moscas hasta que logren la desaparición de la fiesta por completo. Vamos que, hasta David Silveti, desde su estrado celestial se pasará el día llorando al ver en qué ha quedado la fiesta de los toros en el país que le vio nacer. Y no digamos de Rodolfo Rodríguez El Pana que, hasta dio su vida por la fiesta que tanto amaba.
Y, cuidado que esto no es cosa solamente de Hispanoamérica puesto que, en la mismísima España –perdón, ahora se dice país- ya se han cerrado muchas plazas por decisión política de unos criminales apestosos que, ejerciendo su dictadura al más alto nivel han clausurado plazas tan emblemáticas como Gijón, al margen de todo lo que ocurrió hace unos años en Cataluña que, un cordobés, en calidad de presidente de los catalanes, Pepe Montilla, se cargó dicha fiesta para siempre. Dentro de muy pocos años la fiesta de los toros, en cualquier parte del mundo será un vago recuerdo. Pensemos que, Manuela Carmena, cuando fue alcaldesa de Madrid no cerró Las Ventas porque no era de su competencia, de haberlo sido, ahora Madrid estaría sin toros, lo digo porque dicha apestosa mujer cerró la Venta del Batán que, como inmueble, era competencia de su ayuntamiento. En el peor de los casos, Dios tenga en su gloria política a dicha señora que tanto daño le hizo al pueblo de Madrid.
En las imágenes, los grandes coliseos taurinos del mundo cerrados por la maldita negligencia criminal de la política, entre ellos, El Nuevo Circo de Caracas, La Monumental de Valencia en Venezuela, La Monumental de México, el gran coso de Iñaquito en Quito, La Santa María de Bogotá y otras muchas plazas como las de Cataluña que han sido cerradas para siempre.