Desde el pasado domingo todas las corridas que se han celebrado en Madrid han ido a parar al abismo, sencillamente porque es difícil comprender la idiosincrasia de sus aficionados que, ante todo, pretenden la emoción y la verdad. Dicen que en Las Ventas sienten predilección por las ganaderías encastadas y, es cierto; pero nunca animadversión contra ninguna de las que sea portadora de dicho valor, aunque sea de Juan Pedro.
Aclaremos la cuestión. Llevamos varios días lidiando toros de ganaderías de las llamadas duras que, para colmo, hasta han resultado blandas, esa es la tragedia que inunda Madrid. Por dicha razón, sus aficionados no tragan con la parodia del toro que se cae, blandea, carece de fuerzas y, por tanto, del motor necesario para emocionar a los graderíos. Esa es la madre del cordero, no existe otra.
Y para que la desdicha sea mayor, el miércoles, por citar una tarde concreta, los toros de don Luís Uranga tenían todos los atributos para que los diestros triunfaran porque no salió apenas ningún todo complicado, todo lo contrario porque la disposición y la manera de embestir de los de Pedraza de Yeltes albergaban todas las esperanzas pero, una vez en la muleta, ahí morían todas las ilusiones, tanto de los toreros como la de los aficionados que, en este caso concreto, ante una ganadería de tanto raigambre torista, comprobar que los animales, además de bondad, no tenían calado alguno en el tendido de ahí vino el fracaso aludido.
Así ha ocurrido en las demás ganaderías puesto que, si de toros nobles hablamos, han salido este año en Madrid más que en ninguna otra temporada y, para dicha de sus lidiadores, toreros de menor relieve, la mayoría han estado muy por encima de las cualidades de sus enemigos pero, ¿qué más tenían que hacer para convencer a los parroquianos? Esa era la cuestión que, en definitiva, se tornó el auténtico dilema. Sea de la ganadería que fuere, si un toro dobla las manos dos veces durante su lidia eso ya no tiene remedio por mucho que lo intente el diestro de turno. Incluso se han devuelto varios toros por esa falta de fuerzas pero, como explico, el denominador común de todas las corridas ha sido la falta de fuerzas, por tanto, sin el menor atisbo de emoción para llegar a los tendidos.
Y preguntaría el otro, ¿los toreros se jugaron la vida? Por supuesto. Incluso algunos saldaron su actuación con cornadas de cierta gravedad, otros escaparon de milagro y nadie les negará el tremendo esfuerzo que hicieron. Boquiabiertos se quedaron muchos con los naturales de Ángel Téllez y les asistía toda la razón pero, como antes dije, no llegó el triunfo porque los toros no estuvieron a la altura de los toreros cuando, por regla general, siempre sucede lo contrario. ¿Discutió alguien la bizarría de Joselito Adame? Seguro que no. Pero todos, en su conjunto, fueron víctimas de su propia medicina, los toros sin la suficiente trasmisión para que los corazones de los aficionados de Madrid enloquecieran de placer, llegado éste por la vía de la emoción.
Como digo, todo pasa por la emoción, recordemos al toro de Pallarés que hirió a Emilio de Justo, o al de Victoriano del Río en el mismo festejo que lo tuvo que estoquear Álvaro de la Calle o el que lidió El Juli que nos puso a todos de acuerdo, incluso, salvando las distancias, Isaac Fonseca, ante un novillo encastadísimo de haber acertado al primer envite pudo haber tenido un triunfo de clamor, todo gracias a la emoción. Así, uno por uno, todos los toros que, además de bravura han aportado emoción en la trasmisión de sus embestidas han permitido el éxito para sus lidiadores. Lo dramático de la cuestión es que, todos los toros que aludimos que se han lidiado en Madrid sin éxito, en cualquier otra plaza de España o Francia hubieran sido toros de éxito. Como expliqué en su momento y como ejemplo válido de lo que digo, los toros que días pasados se lidiaron en Osuna de Celestino Cuadri, por su casta, emoción, trasmisión, e incluso por su bravura, hubieran enloquecido al público de Madrid pero, ya vimos, se lidiaron en Osuna.
No sé cuál es el remedio y si mi preocupación es grande, imagino la de los ganaderos y me pongo a temblar porque, que las ganaderías comerciales se caigan, adolezcan de fuerzas y no tengan el menor atisbo de peligro, eso lo entendemos todos, de ahí el rechazo que sentimos por ese tipo de ganado. El drama viene, como expliqué, en todas esas ganaderías que siempre entendíamos como duras y correosas y, por un lance del destino, las mismas se tornan bondadosas y no producen la más mínima emoción. Esto se llama el mundo al revés.
Para que la hecatombe continuara, en el día de ayer, Victoriano del Río trajo a Madrid una auténtica bueyada sin casta, sin alma, sin el menor atisbo de trasmisión, algo que, como dije en la crónica, le pasarán factura a Fernando Adrián, pero nunca a las figuras del toreo que tienen todas las bendiciones, pase lo que pase. Ni siquiera Roya Rey pudo maquillar un festejo anodino y vulgar como el que se lidió en Las Ventas.
En la imagen, Ángel Téllez, del que se cantaron sus naturales en Las Ventas ante un flojo enemigo. Eso sí, para que todo el mundo lo sepa, donde brilló con rotundidad Téllez fue el año pasado en Bargas, Toledo, frente a una encastadísima corrida del Conde de Mayalde donde el diestro dio su auténtica dimensión de torero.