Como quiera que la técnica actual hace milagros, nos han llegado las imágenes de lo que resultó ser una jornada revestida de arte y amistad en la que, días pasados, en ese templo del toreo del llamado Hato de Garro en el Valle de Alcudia en el que vive, piensa, ama, sueña y siente, José Ignacio de la Serna invitó a sus amigos una vez más para pasar una jornada inolvidable en la que, hasta el propio José Ignacio fue capaz de ponerse delante de una becerra para demostrarles a todos que, pese a los años, se sigue acordando de su profesión de torero.
Son esos acontecimientos que los disfrutan un reducido grupo de personas y, en mi caso, por problemas personales, pese a tener la invitación para tan magno acto, no pude asistir pero, ellos, los que son mis amigos me han hecho llegar el video y, como se podrá ver en esta páginas, las fotos que dan fe de todo lo que allí se vivió. Lamenté muchísimo no poder asistir porque, el elenco que allí se dio cita era como para ir corriendo a dicha finca para contemplar el milagro del arte y, como así sucediera, ver como hombres apasionados eran capaces de reverdecer viejos laureles porque, en realidad, un torero lo es para siempre, algo que hemos podido disfrutar con las imágenes a las que cito.
El cartel era de tronío puesto que, el maestro Sánchez Puerto era el sumo sacerdote del evento y, acompañado por sus amigos Enrique Martínez Chapurra, Victoriano Marín y su sobrino Víctor Puerto, todos ellos hicieron las delicias de los presentes y, como dije, hasta el propio José Ignacio se atrevió con los trebejos toreros. Hato de Garro siempre hospeda a buenas gentes y, como en el caso citado, a toreros capaces de darle brillo y fuste al arte mediante el manejo de sus trastos toreros. Todos brillaron a gran altura, imperiosamente, hacia la que las vacas les brindaron pero, en su conjunto hablamos de una jornada inolvidable; algo que, contado como tal apenas podría tener importancia pero, ver torear a “viejos” maestros siempre es un relax para el alma y un oasis en el desierto de la mediocridad con la que actualmente vivimos.
Insisto que, tras ver el video al que aludo sentí pena por no poder haber acudido porque allí se respiró ese ambiente que perfuma y engalana hasta el alma. Como defino en el título del ensayo, arte y amistad fueron los componentes que le dieron vida y sentido a un acto tan entrañable como emotivo. Allí vimos retazos de la torería irrepetible del maestro Sánchez Puerto, el momento álgido con el que vive Víctor Puerto que, pese a torear poco, sigue siendo un referente para los de su generación. Hasta el mismo Victoriano Marín se sigue acordando de su torería, aquella con la que siempre vivió aunque, como es sabido, el mundo del toro no le permitió llegar hasta donde soñaba.
Como decía, el propio José Ignacio de la Serna clausuró la jornada que, como pudimos ver, resultó de una emotividad entrañable; lo decían las caras de los allí presentes que, ahítos de felicidad por lo que estaban viendo se sabían privilegiados ante lo que presenciaron por parte de los viejos maestros, con todos los respetos para ellos y, de forma muy concreta a Víctor Puerto que, para su fortuna, sigue siendo un chaval.