En la vida nada es nuevo porque todo es cíclico; es decir, todo aquello que nos asombra en la actualidad, todo ha tenido lugar en tiempos pasados. Si hablamos de toros y analizamos los hechos que tan duramente criticamos en la actualidad, esencialmente todos lo que tengan que ver con la dignidad del ser humano, en este caso los toreros, como digo, nada ha cambiado.

Aquello que entendemos como injusticias no es otra cosa que comprobar con ojos de estupor cuando el poderoso detesta y destrona al humilde, por muchos valores que éste tenga. Más que una injusticia, yo diría que se trata de un atentado contra otras personas porque, el que manda es ególatra y rara vez le permite a un semejante compartir mesa y mantel en el toreo.

Como explico, el tema no es nuevo y mucho menos cuando hablamos del mundo de los toros que, desde que existe es un coto cerrado en el que muy pocas personas tienen acceso; pocas porque en realidad, los que están en los primeros lugares del escalafón siempre denigran al pobre, por ende, la confrontación entre ellos salvo que, por causas que nadie conoce, cuando se reúne la “dirección” de la torería y, a coro, deciden darle paso a un compañero pero, a estas alturas, nadie nos ha explicado las razones ni el porqué del asunto.

Lo dicho sucede, pero muy a la larga, máxime ahora en que los toreros, los que mandan en el escalafón han decidido quedarse en el mismo para toda la vida, ¿verdad, Enrique Ponce?  Analizado el asunto entendemos aquel axioma de Juan Belmonte cuando nos decía que es más fácil ser Papa que figura del toreo; y no le faltaba la razón al trianero.

El pasado año la torería, digamos que, el clan que conforman empresarios y toreros, sin que nadie nos haya dicho los motivos, le dieron entrada en el escalafón a Pablo Aguado que, no es mal torero pero, ¿por qué a Pablo Aguado y no a Juan Ortega, por citar otro torero artista? Las razones nunca las conoceremos; es como una lotería, esperar a que un día te toque y, si sucede, alabado sea Dios. Nadie pregunta si un torero tiene más motivos que otro, lo eligen porque les da la gana y no pregunte usted más.

En el fondo, los que mandan en el mundo de los toros son unos ineptos por no decir unos cobardes sin alma. En realidad, por ejemplo, si Morante no tiene rival porque se trata de un artista consumado que nadie le hará sombra, ¿a qué viene ese miedo de torear con determinados toreros y elegir siempre sus carteles a modo para que nadie le moleste? He elegido a Morante como podría haber elegido a El Juli. Todos tienen miedo de ellos mismos, es decir, no admiten rival alguno porque sospechan que, en un momento determinado, cualquiera les pude dejar con el culo al aire.

Siempre abogamos por los triunfos de los toreros en Madrid y, de forma inocente cuando esto sucede ya creemos que el triunfador del momento ya tiene el pasaporte para el éxito y, todo es mentira. Es cierto que, algunos de los que han triunfado en Madrid han logrado el pasaporte citado pero, el noventa por ciento de dichos triunfadores todos se han muerto de hambre dicho en metáfora.

Muy cerca de la plaza de toros de Las Ventas existe un restaurante que, en su entrada hay un enorme cartel fotográfico que reza del siguiente modo: TOREROS DE PUERTA GRANDE, refiriéndose a los afortunados triunfadores en la plaza más relevante del mundo y, te paras a ver la foto, los analizas a todos y ya no tienes ganas de entrar a comer porque sientes náuseas por el taurinismo.

O sea que, para un gran número de toreros les ha quedado para la foto su salida en hombros de Las Ventas porque no ha servido para nada más. Como explico, una pena analizar aquel cartel que de cara al aficionado te llena de una tristeza inmensa. Podría dar ahora mismo la lista de todos los triunfadores que allí se citan pero, prefiero callarme para no ser vomitivo para con el entramado que mueve los hilos de la torería puesto que, si la gran mayoría de los aficionados que llenan la plaza de Madrid, entre otras plazas supieran la verdad del espectáculo, posiblemente dejarían de ir a los toros para siempre.

Este año, como todo el mundo podrá comprender no hablaremos de injusticias ni por supuesto de nada que tenga que ver con los toros, sencillamente porque si Dios no lo remedia no habrá lugar para ello y, como dice el refrán, muerto el perro se acabó la rabia. Si no hay toros no habrá injusticias, por tanto, todo eso que nos ahorramos por mucho que nos duela.

Es cierto que no hablaremos de injusticias pero si pediremos al Altísimo por tantos hombres del mundo de los toros que, con toda seguridad, pese a todo, ellos sí que hubieran querido que hablásemos de injusticias porque sería entonces cuando la fiesta seguiría viva porque en la actualidad, ha muerto por completo.