Muchas cosas buenas se pueden entresacar de la corrida de toros celebrada el pasado viernes en La Torre de Esteban Hambrán en la que, con una gran asistencia de público, más de la que tuvo Morante y su séquito en Mérida, pudimos ver las excelencias toreras de Noé Gómez del Pilar en que, en su primero, un toro de una nobleza extraordinaria, bordó el toreo y, en su segundo, un toro para ser lidiado en cualquier plaza de primera por su trapío y arboladura, se jugó la vida, la que salvó porque Dios estaba por allí cerquita, no en vano, las volteretas que sufrió fueron escalofriantes. Triunfo grande de Gómez del Pilar que, a poco que le ayude la suerte será un torero muy importante.
Por fin, gracias a la colaboración de un buen toro, su primero, vimos torear con la izquierda a Javier Castaño con una torería fuera de lo común mientras que, su compañero Colombo, con el lote más áspero de la corrida se entregó con una alegría desbordante, al tiempo que recetó dos monumentales estocadas que quedarán grabadas en las retinas de los aficionados para siempre.

Una pena que Javier Castaño no tenga contratos porque, lo que se dice la cuadrilla, lleva a los mejores. Si Marco Galán es un capoteador fantástico, Fernando Sánchez sigue siendo el referente artístico cuando toma las banderillas, sin olvidarnos de Tito Sandoval que, como siempre, es un maestro en el arte de picar a los toros. Y, desde hace un par de años, Javier contrató a Joao Ferreira que, como el mundo sabe, es el banderillero más espectacular del momento y del mundo.

Es cierto que, como quiera que hago referencia a la corrida de La Torre de Esteban Hambrán, los titulares deberían ser todos para Noé Gómez del Pilar que, como dije, estuvo torerísimo en su primero, con derechazos y naturales de un altísimo nivel, con permiso del diestro que, como sabemos, ya ha sumado tres triunfos en esta temporada rara y extraña, hay que dedicarle unas letras al mejor banderillero de la actualidad que, nacido en tierras lusitanas y no es otro que Joao Ferrerira, un banderillero espectacular, de los que se asoma al balcón para jugarse la vida limpiamente con los palitroques.

Repito que, la pena no es otra que Ferreira vaya en las filas de Javier Castaño, no por quitarle méritos al diestro salmantino que los tiene en cantidad, pero sí con la tristeza de que el banderillero lusitano le podremos ver muy a la larga, es decir, cuando Castaño tenga toros que, para su desgracia y la nuestra, son en contadas ocasiones.

Si cualquier figura del toreo tuviera un mínimo de humildad, emulando al gran maestro Andrés Vázquez cuando contrató al mejor que había en aquella época, igualmente portugués, Mario Cohelo, llevaría en sus filas, justamente, la cuadrilla de Javier Castaño para llevar a cabo un espectáculo inigualable; pero no, las figuras son ellos y nadie más mientras que, sus peones, son eso, peones que no molesten a nadie, que haga su trabajo, que lleven los niños a la escuela y, a poder ser, que nadie sepa ni siquiera su nombre.

Así es el mundo del toro actual en que, el ego de las figuras les impide que nadie a su lado les haga sombra, la prueba, entre otras muchas, es que siempre se arropan entre ellos y, por ejemplo, que El Juli y Manzanares formen un terceto con Gómez del Pilar, el muchacho del que he hablado y que triunfó de forma rotunda en la plaza referida, de eso ni hablar. Las figuras no quieren competencia y, entre ellos, hoy por ti y mañana por mí.

Oscuro futuro, insisto, el de Joao Ferreira que, como dije, puso cuatro pares de banderillas que se recordarán en dicho pueblo durante muchísimos años porque, lógicamente, ese derroche de torería y verdad, no es propio de ninguna plaza y mucho menos de ningún otro banderillero que, para nuestra suerte, los tenemos muy buenos, pero no les dejan ser ellos, de ahí que la mayoría se pierdan en el camino de la egolatría de sus jefes de filas. Insisto, ¡viva Lusitania!