Dicho como lo expresado en el titular, muy pocos sabrán de las emociones de Juan Luís Gutiérrez, al que quiero ahora ponderar puesto que, al paso de los años comprenderá la grandeza en la que vive por tener los padres que tiene y, sin duda, por haber vivido una tarde memorable en aquel añorado dos de octubre de 2010.

Juan Luis es ahora un muchacho universitario pero que, en la fecha citada era apenas un niño que, lleno de emociones, en Madrid y dentro de la mismísima plaza de Las Ventas, con sus ojos llorosos, paseaba con orgullo las dos orejas que había cortado su señor padre en aquella mítica e inolvidable tarde. Ya, por la mañana, su padre le advertía que, si cortaba dos orejas sería él el que las pasearía con orgullo en el primer ruedo del mundo, no sin antes advertirle que, el hecho referido tenía tintes de milagro porque es algo que no ocurre todos los días.

Han pasado diez años desde aquel suceso memorable y, con toda seguridad, Juan Luís, que habrá vivido jornadas maravillosas junto a sus padres pero, la tarde citada, seguro estoy que ha quedado grabada dentro de su corazón y, si le preguntásemos al respecto, seguro que nos confirmaba aquello que vaticinamos. Ahora, todo un hombrecito, seguro que añora aquel momento mágico, único en la historia del toreo en que, el vástago de un artista pasea las dos orejas conquistadas por su progenitor en el ruedo de Madrid.

Juan Luís Gutiérrez, sin pretenderlo, siendo un niño, protagonizó un hecho memorable que jamás había sucedido en Madrid y, dudo que se vuelva a repetir por la grandeza de unos acontecimientos muy difíciles de conjugar en el mundo de los toros pero que él, para su fortuna, ya tiene grabada en su alma una efemérides irrepetible.

Fijémonos que, pese a haber vivido el momento más dulce de su padre en Madrid y asistiéndole como “subalterno” paseando los trofeos que tan legítimamente había conquistado su progenitor, dudo que quiera ser torero; al menos, las noticias que me llegan así me lo hacen presagiar pero, como fuere, Juan Luis, pasados los años y en la profesión que se decante, siempre podrá decir a los suyos que, siendo un niño obtuvo el galardón de pasear dos orejas por el ruedo de Madrid, aclamado por dicha afición.

Me pongo en el lugar de este muchacho y siento una alegría indescifrable. ¡Qué importante es el lugar para nacer y elegir a los padres que uno tiene! Juan Luís Gutiérrez “eligió” lo mejor porque si su padre es un hombre admirable en calidad de padre, como torero no tiene calificativo dada la grandeza de su arte y, su señora madre, doña Marisa Martín, un prodigio de señora y ser humano. Juan Luís no eligió nada, pero el Altísimo le concedió al venir al mundo un refugio admirable, unos padres fantásticos y una vida placentera, la que le supo dar su padre jugándose la vida por los ruedos del mundo y embriagando a los aficionados con su arte. Todo ello mientras su madre le inundaba con su inmenso cariño, un lujo al alcance de él y de su hermano.

Por estas razones, le recomiendo al muchacho que, sea creyente o deje de serlo, cada día, cuando se levante, que rece ante Dios porque ha tenido la suerte de la que carecen cientos de miles de millones de personas que no tienen nada, ni siquiera, unos padres que les amen. Ama, bendice esa suerte que el destino te ha dado, Juan Luís. Y, por favor, por poco se me olvida que eres hijo de uno de los toreros más grandes que hemos conocido, don Juan Gutiérrez Mora, en los carteles, el maestro Juan Mora. Y, para fortuna tuya, hace diez años, amigo, todavía no se cuestionaba que los niños acudieran a los toros, por eso entraste en la plaza para admirar a tu señor padre, algo que, en la actualidad, dado los tiempos que corremos y los personajes que nos rigen, dudo que te hubieran dejado entrar, pese a ser hijo de uno de los más grandes de la tauromaquia del mundo. Ellos, los que no saben de arte ni mucho menos de seres humanos, se lo pierden. En el fondo, tengámosles lástima, no cabe otra objeción.

Abrazos para ti, para toda tu familia, para todos los que te quieren que, si te pareces a tu padre, algo de lo que no me cabe la menor duda, serán legión las personas que te querrán, cosa que no dudo porque como diría uno de nuestros sabios refranes, de casta le viene al galgo y la tuya es irrepetible. ¡En qué cuna más bella viniste a nacer!