Como ya he dicho en varias ocasiones son muchos los diestros que, por méritos propios deberían de haber comparecido en la feria de Madrid pero, los intereses creados al respecto han propiciado que quiénes lo merecían se hayan quedado fuera del abono isidril, entre ellos, llama mucho la atención la ausencia de Juan Ortega, ese artista sevillano que, por momentos nos ilusionó a todos.
Todo esto resulta muy curioso porque, como sabemos, los carteles de Valdemorillo se auspician desde Madrid y, en los mismos figura Juan Ortega en un mano a mano con Diego Urdiales, algo que nadie entiende pero que, igual los seis animalitos de José Vázquez les da por embestir y los toreros ofrecen un recital de toreo, que todo puede ser.
O sea que, nadie sospechaba que Juan Ortega se quedaría fuera de San Isidro y, es la realidad más alarmante que encontramos en dicha feria. Su ausencia suena a venganza, lo digo en el sentido de que como el pasado año le apoderaba Simón Casas y este año ha dejado de hacerlo, quiero pensar que le han pasado la factura correspondiente. Mala cosa dejar a este chico fuera de la feria más emblemática del mundo cuando, como sabemos, en dicho ciclo hay muchas recomendaciones y, como repetí hasta la saciedad, se ha atendido a todos los reaparecidos como si tuvieran la categoría de Manolete.
Como diría doña Lola Beltrán, vaya puñalada trapera la que le han asestado a este chico que, si de artistas hablamos, Ortega lo es en grado sumo. Otra cosa es su escaso ánimo porque, desde el primer momento le hicieron creer que el toreo solo es posible frente a un burro de Juan Pedro, cosa que él hizo en Linares con una faena de ensueño, experiencia que repitió en Jaén y que tan buenos resultados le aportó. De cualquier manera, no creo que sea esta la causa de su ausencia porque Pablo Aguado es un hombre de mucha semejanza con él y está contratado para dos tardes.
A Ortega le queda el consuelo de que no ha sido solo él, el que se ha quedado en su casa; los hay con mucho más méritos que el sevillano y se quedan en la puta calle. Pero debemos de reconocer que, aunque Ortega jamás será un mandón del toreo, su nombre siempre se contempla con agrado; no es uno más, tiene ese duende especial que le hace diferente al resto de los toreros pero, tras la experiencia negativa que ha tenido este año con Madrid por aquello de su ausencia, su mentor Pepe Luis Vargas, debe de hacerle reflexionar.
Y la reflexión tiene que llegar en hacerle saber que, para funcionar en el toreo, al margen del apoyo que los demás quieran darle, el torero tiene que poner todo de su parte, ahí está el ejemplo de Emilio de Justo que, antes de que llegara el reconocimiento total por parte de las empresas, el torero de Torrejoncillo mató las ganaderías más encastadas del lugar durante muchos años, incluso ahora se sigue anunciando con los de Albaserrada; Victorino, Adolfo, Escolar, Murteira, etc. etc. No se puede vivir de una faena bella frente a un animalito santificado de Juan Pedro como él hiciera en Linares, eso es un bagaje muy pobre como para poder exigir nada.
Este fracaso que para Juan Ortega de no verse anunciado en Madrid debe de hacerle recapacitar puesto que, su toreo es bello, negarlo sería una falacia, pero ese arte inmaculado que el diestro sevillano es autor necesita de que se practique frente a un toro encastado, como ejemplo, debería de valerle la faena que Diego Urdiales hiciera en Madrid en la feria de otoño de 2018 ante un enemigo de Ricardo Gallardo. Es más, Ortega debe de saber que, Urdiales, un torero de su corte, ha sido capaz de hacer faenas de ensueño a toros encastadísimos, lo que le recomendamos tome como ejemplo a seguir.
Un chaval como Ortega que, tras varios años en el dique seco, en estas últimas temporadas ha esbozado algunas faenas para soñar, no puede vivir a la espera de un que un animalito moribundo le ofrezca veinte embestidas para llevar a cabo su obra; el toreo es mucho más que todo eso. Juan Ortega debe de saber que, hasta el mismísimo Morante, el pasado año se atrevió con algunas ganaderías encastadas que, para su dicha, hasta fue capaz de lograr el triunfo. O sea que, ejemplos los tiene por doquier, es cuestión de hacerse el ánimo.