Dentro de todos los males que nos azotan, el sector taurino, sus aficionados, todos somos prisioneros del miedo que, como sabemos es el peor dictador; peor que Pablo Iglesias que, como dictador es todo un modelo, a las pruebas me remito. Decía que, mientras que nuestros detractores se jactan por aquello de la abolición y destrucción de la fiesta de los toros, nosotros, profesionales y aficionados, vivimos acobardados por el qué dirán.

Tenemos miedo, esa es la lectura que hay que darle a la cuestión. Es cierto que, taurinamente, por la pandemia, no estamos viviendo los mejores tiempos para la fiesta pero, al igual que nuestros enemigos no dan puntada sin hilo, los que deberíamos de alzar nuestra voz seguimos callados que, en definitiva, no viene a ser otra cosa que declararnos culpables de un delito que no hemos cometido.

Vamos que, conforme está la situación actual, presos de la cobardía que aludo, a cualquiera de nosotros, si nos aprietan las clavijas, el primero que pase por la calle se declara autor de la muerte de Manolete. ¿Cabe dislate peor? Es imposible pero, a su vez, una cruda realidad del miedo que nos azota.

De  las pocas televisiones que quedan libres y, como nos consta, son aficionados a los toros, apenas nadie, por no decir nadie, dicen nada favorable al respecto de la fiesta de los toros que, como sabemos, somos noticia cada vez que ocurre una desgracia, digamos que alguna desdicha que contar, es entonces cuando todo el mundo habla de toros pero, de forma natural, como en realidad debería de ocurrir, nadie es capaz de gritar con voz desgarrada su amor por la fiesta de los toros.

Y si somos sinceros, habemos muchos más aficionados que detractores pero que, mientras que éstos aprovechan la menor coyuntura para hacer la maldad, los aficionados, por el miedo al que aludo, callamos de forma cobarde cuando, lo que correspondería por nuestra parte no es otra cosa que gritar a los cuatro vientos nuestro amor por una fiesta sincera, pura, auténtica, maravillosa; una fiesta que durante siglos encandiló a millones de personas y que, en la actualidad, por obra y gracia de cuatro mal nacidos se vilipendia sin piedad alguna.

Mientras todo eso ocurre, insisto, algunos medios de muchísima importancia, caso de las televisiones, con ese poder mediático que tienen, de querer, el panorama cambiaría por completo si tuvieran una actitud responsable y a favor de los toros. Pero no, al respecto, reina el silencio cobarde para que mientras tanto, nuestros enemigos, como decía, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid y sabedores de que Pablo Iglesias les da alas a todos y Pedro Sánchez les bendice, entre unos y otros van sembrando la discordia, la maldad en todos los órdenes; es decir, lo mismo que su vida cotidiana con la política, respecto a los toros utilizan las mismas armas de destrucción que, si Dios no lo remedio démonos por vencidos.

Decía Federico Jiménez Losantos que, la derecha siempre ha sido acomplejada y, es muy cierto. Mientras que la izquierda pone todo el odio del mundo para la maldad, en este caso para la destrucción de la fiesta, la derecha no hace nada para que la fiesta sobreviva. A lo sumo, Abascal acude un día con Morante a los toros, se fuman un habano y ahí quedó todo.

Todavía estoy esperando que un líder de la derecha de España salga en televisión para defender la fiesta. Como diría el otro, al parecer, no es políticamente correcto defender la fiesta, de ahí ese silencio que les invade a todos en el que, de forma irreversible muestran su propia cobardía. ¿Qué pasa que los toros no dan votos? Pensarán nuestros líderes de la derecha. Craso error porque como todo el mundo sabe, a los toros acuden millones de personas todos los años y, según me consta, votan todos. ¿Dónde anida el miedo, entonces? Sencillamente en eso, en que vivimos acomplejados todos y, por dicha razón, la izquierda, sabedora de nuestras limitaciones sigue gritando y, ya se sabe, en esta España nuestra tiene razón quién más grita, porque la razón, como tal no sirve para nada.

Hay algo que debemos de recordar siempre para nuestro bien: Arruga más la piel la cobardía que el paso de los años. Como axioma nos parece bello pero, lo más triste de todo es que la auténtica verdad.