Fijémonos como son las circunstancias de la vida que, en ocasiones como la que estamos viviendo, aquello que hemos desdeñado e incluso criticado con saña, ahora lo añoramos, caso de lo que podía haber sido en su día la cubierta de la plaza de toros de Las Ventas de Madrid. Recordemos que todas las veces que se ha planteado dicha cuestión todos desestimaron la idea alegando que dicha plaza perdería su estética cuando, como se sabe, con los medios que tenemos en la actualidad, eso jamás hubiera sucedido.

Es cierto que, los toros tienen lugar en una época que llega desde la primavera hasta el otoño, meses en que salvo en contadas ocasiones, la lluvia no ha impedido casi ningún festejo, razón ésta que siempre se argumentaba toda vez que se proponía la citada cubierta  para la primera plaza del mundo. Es verdad que, en este mayo lluvioso que a veces disfrutamos, por dicha razón, en Madrid se padecía esta inclemencia pero, casi siempre, pese a la lluvia y barro, el espectáculo seguía siempre hacia delante.

Dicho así, se demuestra que tenían razón los que apostaban por la continuidad, antes que someter a Las Ventas al invento citado que, de alguna manera, cierta estética la perdería; apena se notaría, nada es más cierto pero, repito, los eruditos en materia sostuvieron siempre su negativa ante la cubierta.

Claro que, mira tú por donde, una maldita epidemia nos ha hecho reflexionar ante miles de asuntos sobre el tema de los toros, algo insospechado que jamás habíamos pensado que teníamos que reflexionar, pero como el destino en ocasiones es caprichoso, la pandemia nos hace pensar en miles de cosas, entre ellas, en lo que hubiera sido Madrid, sus plaza de Las Ventas, con la cubierta que tantas veces se comentó.

Ya hemos dicho millones de veces que, tras todo lo sucedido, la temporada se ha perdido y si a finales de año España ha recobrado su normalidad, pese a que cuando llegue esa época estaremos en pleno invierno, de haber tenido Madrid su plaza cubierta, ¿quién nos dice que no se hubiera intentado dar una feria de invierno, renombrada como la feria de San Silvestre, por aquello de dicha festividad en el último día del año?

No olvidemos que en Madrid hay gente para todo; es decir, sobran espectadores para toda clase de espectáculos y, los toros, a sabiendas de los aficionados que podrían acudir a su plaza a sabiendas de que no sufrirían el rigor del invierno, ¿quién puede negar que dicha feria no sería un éxito total? Y lo sería porque, como todo el mundo adivina, un año sin toros en Madrid es mucha sequía para los corazones de los aficionados, razón por la que con toda seguridad podrán acudir a dicho coso con toda naturalidad; con bufanda y gabardina, pero sin frio ni lluvia.

Con toda seguridad, nadie sabe cuándo tendremos toros de nuevo y, lo que es peor, que todo cambiará de forma radical; a partir de ahora, lo que hasta este año entendíamos como el propio estereotipo del espectáculo, éste cambiará a pasos agigantados porque las circunstancias así lo han exigido. Y dentro de ese cambio, de haber sido posible con la cubierta aludida, que Madrid hubiera dado una gran feria de invierno, la que no tendrá lugar pero la que, por encima de todo, nos ha hecho soñar al respecto.

Como digo, respecto a los toros, vendrán cambios brutales para el año venidero, entre otros la rebaja del precio de las localidades y, por consiguiente, la de los honorarios de los toreros que, de forma concreta en las figuras, éstos estaban por las nubes mientras mataban el burro adormilado y sin casta. Las ganaderías están repletas de toros, salvo que quede aquí hasta el año que viene los ganaderos hayan decidido sacrificar su animales para llevarlos al matadero pero, lo que queden, muchos de esos toros tendrán seis año y habrá que buscar a toreros machos para que los maten, lo cual viene a certificar que tendremos menos figuritis y más torero machos.