La esperanza es el único valor que no debemos perder jamás puesto que, por mal que vayan las cosas mientras tengamos esperanza seguiremos vivos e ilusionados de cara a un mañana mejor. No es sencillo lo que propongo, más bien todo lo contrario porque en los tiempos actuales en que, la “oscuridad” en todos los órdenes opaca el menor atisbo de luz, pensar, entre otras cosas y de cara al mundo de los toros que el año venidero será más placentero que el actual, hasta parece que estemos soñando cuando, la realidad, nos dice todo lo contrario.

Desdichadamente, y ya lo decía el maestro Antonio Díaz Cañabate hace muchísimo años, los toros son el fiel reflejo de la sociedad en que vivimos y, en esta ocasión, el axioma se ha cumplido a rajatabla, es decir, con una precisión de reloj suizo. Por las razones que todos conocemos, el mundo de los toros ha retratado a la sociedad española en este año que todos deseamos que se marche para siempre. La fiesta de los toros no ha brillado en lo más mínimo y, España, ha sido el espejo que se ha visto reflejada. Han ido mal los toros y, para desdicha de millones de personas, todo ha ido manga por hombro por darle un calificativo simpático.

Quienes critican y desprecian la fiesta de los toros son unos irresponsables que no han sabido tener un criterio propio al respecto del país en que viven; desde siempre, los toros, reflejaban a nuestro país pero, de cabo a rabo. Hemos pasado una temporada casi en blanco, horrible, en la que solo se podría comparar a la vivida entre los años 36-39 del pasado siglo; pero, para que la desdicha sea peor, este año ha sido más cruel que en los años de la guerra civil, el que quiera puede constatar los datos y las cifras al respecto. Y esa crueldad, como si de una maldición se tratare, contagió al pueblo español para dejar a cientos de miles de personas en la miseria. Es cierto que, de por medio hemos tenido que lidiar una pandemia horrible pero, al margen de todo ello, lo que sí ha quedado demostrado es el paralelismo que existe entre los toros y la misma sociedad en que vivimos.

Recemos todos para que el año venidero cambie el curso de nuestra vida en todos los órdenes, sin olvidarnos de los toros que, insisto, siempre marcan la pauta del devenir de un país como el nuestro. Si profundizamos un poco, en el acto comprenderemos la importancia que tiene el mundo de los toros para la sociedad en que vivimos. Lo digo porque, analizado el tema hay un dato clarísimo y revelador. A medida que los toros han ido perdiendo entidad por las razones que fuere, en España, en todos los órdenes sucedía lo mismo. En esta dura agonía que supone ver como languidece la fiesta taurina, todavía es mucho peor comprobar como la sociedad actual, especialmente en lo que al trabajo y productividad se refiere, todo ha ido de forma paralela.

Si tiramos de datos, algo muy sencillo de comprobar desde que existe Internet, encontramos datos reveladores; entre ellos, por ejemplo, cuando se clausuró la fiesta de los toros en Cataluña que, aquel mismo año, cientos de empresas catalanas cerraron sus puertas para siempre. Y, desde aquella fecha, ha ido degenerando la misma fiesta y, a su vez, la economía de nuestro país en todos los órdenes. El viacrucis en los últimos diez años ha sido macabro para los toros pero, como quiera que éstos son el reflejo de la sociedad española, este año hemos batido todos los récord en la cuestión taurina pero, a su vez, para desdicha de cientos de miles de personas, de millones diría yo, ha ido de forma paralela junto a los toros. Fijémonos entonces en la grandeza de la fiesta y, por encima de todo, en el barómetro que supone la misma de cara a la sociedad en que vivimos.