Estamos a un tiro de piedra de que empiece la gran feria pamplonica donde se rinde culto al toro pero, lo que creo que mucha gente no sabe son los pormenores de dicho ciclo que, además de contemplar la belleza singular del toro en todos sus órdenes, Pamplona va mucho más allá que cualquier feria del mundo puesto que, lo que me emociona de este evento es la justicia que allí se imparte para con todo el mundo, algo que se nota desde lejos porque, como sabemos, la plaza es propiedad de la Casa de Misericordia de Pamplona y ese dato dice más que millones de palabras.

Como digo, la grandeza de Pamplona no está precisamente en lo que en el ruedo ocurra que, sin duda, casi siempre es de mucha relevancia, sin repercusión alguna salvo para los toreros de menor renombre, de triunfar, ya tienen asegurado el puesto para el año venidero. Yo diría que ningún torero ha sido reclamado en otras ferias tras haber triunfado en la capital navarra; y tiene su lógica. Las gentes cuando compran la entrada, en primer lugar, antes de la juerga constante, ya saben que ese dinero es para la manutención del centro caritativo más antiguo de España; luego, en la plaza, los aficionados o espectadores que han decidido comprar su boleto, una vez dentro se comportan como les viene en gana, nada criticable pero, esa es la razón por la que un triunfo en Pamplona no sirve para otras plazas.

Hombre, que en dicha feria se cuida el toro eso es santo y seña de este acontecimiento a nivel mundial en que, por ejemplo, los retrasados mentales que dirigen TVE ya tienen todos los equipos preparados para retransmitir los encierros; luego, en el festejo de la tarde, eso ya es otro cantar, ahí aplican otra doctrina por aquello del sufrimiento del animal. Pero si, contemplar la belleza de bicorne de la forma que aparece en el ruedo citado, eso es digno de alabanza y, casi siempre, de mucha admiración. Aunque no lo parezca y nadie se percate, en Pamplona, los toreros humildes que allí acuden se juegan la vida con denodado ardor, como si no hubiera una mañana -que en muchos casos no lo hay- con tal de, como decía, conseguir un triunfo para asegurarse un puesto en la feria vendiera.

Son muchas las cosas buenas de dicho serial, en primer lugar porque tendremos la certeza de admirar al toro y, en el otro extremo, digámoslo claro, para que los toreros sin relevancia en las grandes ferias que allí hacen el paseíllo, en una sola tarde pueden arreglar el año económicamente dicho, un valor imposible de encontrar en cualquier otra parte del mundo. A eso le llamo justicia; es cierto que, se agotan las localidades todas las tardes y, lo que se dice dinero, hay para todos, especialmente para que la Casa de Misericordia pueda seguir con su labor altruista para continuar ayudando a las personas más desvalidas pero, como explico, los toreros de menor nivel mediático, tras actuar en dicha feria se les llena de cara de alegría al saber que, por mal que vengan las cosas, el año, económicamente está salvado. Que responda, por ejemplo, Juan José Padilla hace ya muchos años, cuando él empezaba e iba batallando por esas plazas de Dios por un dinero irrisorio, llegó a Pamplona y le dieron cinco millones de nuestras añoradas pesetas. Ahora, con el euro, sucede exactamente lo mismo. Esa es la grandeza de Pamplona, sí señor.