Cuando hemos conocido la noticia de que López Simón adeuda a su anterior apoderado Julián Guerra, la cantidad de más cien mil euros por la temporada de 2017 en la que el diestro actuó en casi setenta ocasiones, el dato es tremendamente aterrador. Lo que viene a confirmar que la historia se repite una y mil veces. ¿Quién tiene la razón el torero o el apoderado? Eso no lo sabemos puesto que, es algo que se dilucida en los juzgados pero, mala cosa resulta que, tras jugarte la vida setenta tardes en una temporada, que hayas sumado éxitos por doquier y, al final, la cuenta corriente está en números rojos.

El dato que apuntamos nos viene a demostrar que el hambre, la miseria, la desdicha y desolación son el caldo de cultivo de los toreros. Y, como digo, ambas partes seguro que afirman tener la razón pero, lo que sí sabemos es que el dinero se ha perdido y nadie sabe los motivos. La situación no es nueva porque, gracias al ensayista y escritor, José Luis Cantos Torres, como relata en la biografía de Manolo Granero, el diestro valenciano que la temporada anterior a la de su muerte ganó seiscientas mil pesetas de la época, cuando falleció en Madrid por la gravísima cogida que le produjo el toro Pocapena de Veragua, el torero de la ciudad del Turia tenía en su cuenta apenas doce mil pesetas que, con semejante capital no se pudo pagar el entierro, algo de lo que se hizo cargo la empresa de la plaza de toros de Valencia.

El asunto está revestido de un dramatismo sin parangón porque, casos como el de López Simón los tenemos a montones. Yo entiendo que la relación entre torero y apoderado debería ser más estrecha, digamos que, a diario se debería de hablar del dinero y, sin duda, de la cuenta corriente y todas las decisiones que se tomaran fueran en conjunto y ambas partes dieran su bendición pero, como se demuestra, el torero es apenas un pelele que, salvo que estés en unas manos honradas como pueda ser el caso de Diego Urdiales con Luis Miguel Villalpando, en los demás casos corre la sangre por todos los despachos que queramos ver. Por todas estas cuestiones, al respecto del apoderamiento, ya dije en su día la admiración que sentía por Morante puesto que, el diestro de la Puebla, harto de dar bandazos y sabedor de su grandeza, puso como apoderado a un amigo, Pedro Marqués que, con toda seguridad, por la noche repasan las cuentas y ambos están contentos.

Y si estos hombres hacen lo que estoy contando, ¿tan difícil es la cuestión como para que los toreros se les puedan engañar –digo yo- con semejante facilidad? No, no entiendo nada. Lo que si se me desgarran las entrañas al comprobar que, en definitiva, el que se juega la vida es un pobre infeliz de los que los tenemos por decenas en el escalafón de los toreros. Y si todo eso que ha ocurrido con López Simón y Julián Guerra, todo ello ocurrió cuando al diestro de Barajas se le dio tratamiento de figura toreando en las mejores ferias y con plazas llenas, ¿qué pasa, que no cobraba un céntimo como para que ahora, varios años después, el apoderado afirme que le debe cien mil euros? Que cada cual extraiga sus impresiones al respecto pero, lo que siempre dije, afirmo y mantengo es que, no existe peor mundo más mísero que el de los toros, a las pruebas me remito.

Así salió cinco veces por la puerta grande de Madrid Alberto López Simón y, por ende, en infinidad de plazas de España y Francia y, como los hechos demuestran, ¿qué dinero ganaba este hombre o cómo lo derrocharon? Hambre, miseria, desolación, desdicha y ruina al más alto nivel, los componentes básicos del mundo del toro.