Tras lo que ha sido la feria de Astorga no que otra opción que la reflexión ante la misma. Nada arreglaremos pero, en el peor de los casos le explicaremos al aficionado las causas de la hecatombe económica que tiene sobre sus espaldas ese hombre admirable llamado Julio Norte que, como apunté en su momento, su mérito era tremendo y, los hechos me han dado la razón. No hubo la gente que se esperaba. Es decir, apenas muy pocos comprendieron el esfuerzo tan grande de este empresario, hasta el punto de que, tras la celebración de dos corridas dignísimas, tuvo que suspender el festejo de rejones.

Lo sucedido en Astorga no es otra cosa que la devastación a la que ha sido sometida la fiesta de los toros en que, desde hace muchos años, los grandes empresarios promulgaron lo que ellos llaman figuras del toreo para que, gentes del clavel en la solapa acudieran a las plazas de toros para lucir sus mejores galas, algo que ha sido una norma desde hace mucho tiempo, razón por la cual, sin figuras –aunque sean de plástico- apenas nadie va a los toros porque, para desdicha de todos, les han dicho que el oropel es mejor que el oro y, los muy cretinos se lo creyeron, dando cobertura a las figuras y sus adláteres.

Un imbécil llamado Jesulín, en su día dijo que los aficionados auténticos cabían dentro de un autobús y, no le faltaba razón al boludo citado. Yo diría que, justamente, en aquellos años por ahí empezó el declive total, hasta el punto de que el citado pájaro toreó un año ciento sesenta y nueve corridas de toros porque, claro, era un personaje mediático que montaba corridas para las mujeres, para los maricones, para los claveleros; todo el mundo tenía su festejo para deleitarse. Es decir, aquella farsa la repitieron tanto que, al final, como dice un axioma, una mentira repetida mil veces, al final parece una verdad. Era lo que vendía y, apenas nadie, de los grandes empresarios ni toreros, hicieron nada para recuperar la fiesta y al toro como Dios manda. Por cierto, un gran torero contemporáneo de Jesulín, Víctor Puerto, como les hacía sombra a muchos, le dejaron tirado como una colilla cuando ya no les interesaba.

Aquella farsa les iba bien y, ¿para qué cambiar? No tenía sentido, ¿verdad? Vaya si lo tenía. De aquellos barros estos lodos. Como decía, Astorga no llegó ni a cubrir el aforo permitido por el las normas establecidas según la ley. ¿Qué ganas le quedarán a Julio Norte de seguir montando festejos? Que alguien me lo explique.

Y de tal manera ha transcurrido la fiesta de los toros en que, empezando por las televisiones y demás medios de comunicación, solo tienen cabida las figuras y, sin duda, el burro adormilado que matan a diario. La farsa, como digo, la gente se la creyó y todo el “mundo” acude a ver a sus ídolos mientras que, por citar Astorga, que ha salido el toro auténtico nadie creyó en el proyecto de un hombre honrado y unos toreros cabales.

Lo lamentable de la vida en que vivimos es que todo funciona por igual; todo está sustentado bajo la mentira, el engaño, la burla, la farsa; todo muy al estilo de esa televisión basura en la que un maricón se ha hecho multimillonario vendiendo excrementos de los demás. Claro que, el colmo de la sinrazón no es otra que, por ejemplo, en el momento en que se retransmite ese bodrio asqueroso, si en otro canal pasaran la vida de la Madre Teresa, una de las mujeres más importantes que hemos conocido por el mundo, la pobre madre se quedaba más sola que la una. ¿Qué quiere esto decir? Que somos un país amariconado, sin cultura, sin principios y, lo que es peor, sin aspiraciones para cambiar, que se lo digan al gran Sánchez Dragó cuando tenía un programa en televisión llamado El Faro de Alejandría, el programa más culto de toda España y, lo tuvo que clausurar. No tenía audiencia.

Todo funciona igual y, los toros no podían ser una excepción donde reina el mariconeo mientras que, los grandes toreros y los toreros de ley, la mayoría no tienen un contrato para firmar. En política, ídem de lo mismo. Podíamos tener un gobierno como Dios manda que aplicara la ley, el orden, la concordia y la paz y, de ninguna manera, hemos preferido el maldito comunismo que nos llevará a todos a la miseria, lógicamente, a todos menos a los indeseables que nos gobiernan.

Al respecto de lo que son los personajes mediáticos en que la gente pierde el culo por ellos, un día de la vida pasé la vergüenza ajena más grande que he tenido en mi vida. Aquel día que no recuerdo la fecha, pero sí la efemérides. Le entregaban el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia a un español universal llamado Vicente Ferrer que, como sabemos, se pasó la vida cristianizando y ayudando a miles de personas en la India. En dicho día, casualidades del destino, se casaba un señorito mediático llamado Francisco Rivera con la fea de Alba. ¿Qué pasó? Que TVE retransmitió la boda de dichos personajes y se olvidó por completo de uno de los grandes hombres que ha dado España, que no era otro que Vicente Ferrer. ¡Viva nuestra cultura y nuestros principios!

Dichos estos ejemplos, así es el mundo de los toros en que, solo tienen cabida en el espectro taurino todos aquellos que los grandes empresarios han elegido por su condición mediática, mientras tanto a los aficionados que les parta un rayo. Ha sido tal la norma que, insisto, la gente se lo creyó y, como sucediera en Astorga, se les ofrecen dos auténticas corridas de toros y nadie se daba por enterado.

¿Qué futuro no espera? De momento, por muchas causas, el más incierto del mundo pero es que, llegado el momento en que todo volviera a la normalidad, los poderes taurinos se han cargado la misma fiesta que les ha hecho millonarios. ¿La lucha de este año? Eso, que lo hagan los desgraciados que solo pretenden llevarse un trozo de pan para sus hijos. Ni eso. A las pruebas me remito.