El concepto de magia se utiliza tanto para nombrar a la ciencia oculta con pretensión de realidad como al espectáculo que, valiéndose de trucos, intenta engañar al espectador con situaciones increíbles y fuera de la lógica. En este último caso, la gente sabe que lo que está viendo no es real, pero no logra descubrir el secreto detrás de la ilusión.

El párrafo antes descrito al respecto de la magia es el que nos dicta la Real Academia de la Lengua, lo que nos hace sospechar, por ejemplo en el mundo de los toros que utilizamos dicha palabra con demasiada desmesura porque, al respecto, estamos cometiendo un error mayúsculo. Si de toros hablamos, cuando nos referimos a la magia creemos que ello se trata de algo fantástico que, en realidad lo es, pero que nada tiene que ver con la realidad. Y si como dice el párrafo que antes aludimos de que la gente sabe que lo que está viendo no es real, de ahí todas las dudas que me albergan cuando pronunciamos dicha palabra hablando de toros.

Es la ilusión que todos tenemos para que aquello que estamos viendo en el ruedo le demos la credibilidad que nos apetezca pero, sabedores de que lo presenciado dista mucho de la realidad, de ahí a que todo quede en un sueño, una quimera muy aferrada a la fe. Queda claro que en la fiesta de los toros no puede haber magia; cabe la belleza, lo grandioso, lo fantástico que hayamos podido ver pero, siempre, aferrados a la realidad que estamos viviendo. Si en los toros nos vence la magia queda claro que no estamos viviendo nada real, y mala cosa será que no palpemos la realidad cuando un hombre se está jugando la vida en un ruedo.

Nos queda muy claro que, por ejemplo, si de ganaderos hablamos, es Juan Pedro Domecq el mago número uno de todos los criadores de reses bravas en el mundo. Y lo explico. Hay mucha magia en este ganadero porque a diario nos muestra un tipo de toros que, como tales, vistos desde la perspectiva de la magia lo son, y además proporcionan muchos triunfos a los toreros cada vez que esos animalitos mágicos son capaces de embestir son ese ritmo cadencioso que, hasta nos parece real.

Claro que, si nos acercamos a la realidad de lo que debe ser un toro bravo, todo lo que el citado ganadero nos muestra queda para la magia, la ilusión de ver y contemplar todo aquello que anhelamos pero que, ciertamente dista mucha de la realidad y mucho más de la verdad de lo que debe ser un toro bravo. Si en realidad la magia es un truco, aplicado éste al mundo de los toros no queda otra cosa que un puro fraude que se aleja muchísimo de la verdad que todos buscamos y algunos proclamamos.

Ciertamente, si en el mundo de los toros nos conformamos con la magia jamás llegaremos a la verdad, porque ésta es la que debería de reinar siempre en el mundo de los toros. Fijémonos que, mucha magia debe haber en los toros amaestrados porque, los mismos, en el supuesto caso de que le den una voltereta a un torero muy rara vez lo hieren salvo que sea por error del mismo toro. Es decir, el truco sigue imperando cuando de ganaderías comerciales hablamos.

Un espectáculo taurino debe de sustentarse con la realidad, con la verdad, con la emoción que produce el toro en su autenticidad, con su autenticidad y con las consecuencias que todo ello comporta. De lo que digo sabe mucho Victorino Martín y todos los ganaderos que aman y crían al toro en su pujanza y grandeza, sencillamente porque en el mundo taurino no cabe el hechizo, no debe de caber cuando a la misma se le define como un truco que nos asombra.  Recordemos los aficionados que todos debemos de sorprendernos cuando palpamos la realidad del toro en su casta y con su bravura, nunca con la borreguez de un animalito domesticado que, como digo, no tiene fuerzas ni para coger al torero

La magia nos llega de la mano de los magos, de la fe que podamos tener en lo que nuestro corazón nos indique, de todo aquello que queramos creer sin necesidad de ver, Dios es el mejor ejemplo. Todo aquello que nazca desde el fondo de nuestro corazón y nos sirva de aliento para el devenir diario, si todo eso lo queremos basar en la magia, alabado sea Dios. Pero al margen de las cuestiones del alma o de la sorpresa que pueda tener nuestro corazón ante algo insospechado que sabemos que nos es real, como dije, la magia es un truco muy bien estudiado para emocionarnos en un momento determinado pero, sabedores de lo que estamos viviendo, al recapacitar, solo nos queda la sorpresa de pensar para decir, ¿cómo puede haber gente tan inteligente que nos haga ver aquello que no existe?

Si de toros hablamos, insisto, cuidado con la magia que nos pueden dar gato por liebre, es decir, novillo por toro, las pruebas las tenemos por doquier a lo largo de la temporada. ¿Verdad, Juan Pedro?