La mente, como sabemos, en ocasiones nos juega malas pasadas y, al respecto voy a poner un ejemplo demoledor y, el que pueda que me lo rebata; ojo, que no es un reto contra nadie, es una verdad que aplasta que, como digo, dudo que nadie pueda combatir y, mucho menos, eludir.

Los toreros hablan mucho de la mentalización puesto que, es obvio que lo hagan porque saben que tienen que jugarse la vida, aunque sea de forma aparente, como ha ocurrido ahora en esas parodias a las que tildan como corridas de toros que, como dije en su día, no son otra cosa que la destrucción de lo poquito que queda de la fiesta de los toros.

Es cierto que, ese ejercicio de la mente, para un hombre que tiene que enfrentarse a un toro bravo es algo importantísimo. Claro que, la mentalización de la que hablo nada tiene que ver con matar corridas fofas, despuntadas, mortecinas y con toros que parecen novillos por el escaso trapío que lucen. Los toreros siempre intentaban mentalizarse en cada ocasión en que tenían que enfrentarse a esos toros encastados, con pitones, con casta y con todos los demás elementos propios de un toro de lidia.

Un ejemplo de lo que digo y uno de sus protagonistas de dicha mentalización no es otro que Paco Ureña, el otrora admirable diestro que se mentalizaba para los grandes acontecimientos y, gracias a dicha mentalización siempre salía victorioso del trance en que se enfrentaba, léase toros auténticos y, casi siempre en la plaza de Madrid; o de forma muy concreta en la citada plaza.

Luego, para desdicha de los toreros, tenemos el otro tipo de mentalización, es decir, la certeza de que siempre saldrá el burro con cuernos y podremos hacerle las diabluras que nos vengan en gana que, el animalito, jamás nos defraudará, caso de El Juli en la plaza de Úbeda en la pasada semana. Y, justamente, con esa mentalidad acudió Paco Ureña el pasado sábado a la monumental ciudad jienense, en la segunda parodia que se daba cita por aquello de la gira de la destrucción.

Como decía, Ureña, acudía a dicho pueblo histórico en calidad de sumo sacerdote de la broma que se iba a celebrar en dicha plaza en la que muchos denominaban corrida de toros y, mira tú por donde, los animalitos de Daniel Ruíz le estropearon la ceremonia al diestro de Lorca. Los toros de origen Domecq no tuvieron peligro alguno pero, salieron descastados, pegajosos, con pocas fuerzas y, todo aquello que anhelaba Paco Ureña se le perdió en la inmensidad del infinito.

Los toros albacetenses no estuvieron por la labor para que los diestros se pusieran “flamencos” como tantas veces ha ocurrido. ¿Qué pasó? Ahí estuvo el quid de la cuestión en que, esta vez, Ureña, como todos los diestros que matan este tipo de animalitos bobos e indefensos, al diestro no le entró en la cabeza que sus oponentes pudieran “oponerse” a la labor del que fuera tan admirable diestro. Y digo del que fuera porque, como se sabe, antes, su mentalización era distinta; llegaba Ureña preparado para la batalla a las plazas de toros y, como con este tipo de toros, él y sus compañeros, se sienten triunfadores desde el hotel, luego vienen las decepciones.

Pudimos ver en Úbeda, la peor cara de Paco Ureña que, no estuvo ni bien ni mal, pero su cara lo decía todo. Su mente no comprendía que, con esas ganaderías, de vez en cuando, sale, no una alimaña como diría Ruíz Miguel, pero si un tipo de toro que pide una lidia distinta a la habitual. El pobre no supo que hacer y, como decía, por aquello de su mentalización a la inversa, pasó el peor rato de su vida con la espada en sus dos contrincantes. Sin duda alguna, ya puede certificar Paco Ureña que ha tenido una tarde fatal con la espada; vamos que, si lo hubiera querido hacer peor, con toda seguridad no le hubiera salido.

Y todo venía dado por aquello de la mentalización a la que yo aludo puesto que, al no poder hacer las faenas que el torero tenía en la mente, es decir, moler a derechazos a los pobres animalitos, pronto se le vino todo abajo y pasó un auténtico calvario para poder terminar con la vida de sus bicornes que, repito, no tenían mala idea alguna ni podía considerárseles como ilidiables; tenían, repito, otro tipo de faena que, en la actualidad, la mayoría de los diestros ni saben ni entienden, Paco Ureña es el ejemplo de lo que digo.

La gira de la destrucción es un hecho consumado pero que, en la misma, hasta participara Paco Ureña, el que fuera ídolo de Madrid y de todas las plazas en la que se lidiaba el toro auténtico, la decepción que todos sentimos es mayúscula puesto que, nuestro cerebro, todavía no se ha podido mentalizar de que un torero tan grande como Ureña, haya quedado como mera comparsa de las llamadas figuras del toreo y, lo que es peor, ejerciendo de protagonista en las parodias pestilentes citadas.

Sin duda alguna que, para lidiar el toro que aparece en la foto hace falta mucha mentalización. Que se lo pregunten a su lidiador ¿verdad?