Todavía quedan toreros que, la cabeza, además de ponerse la montera, la utilizan para pensar. Es el caso de David Navalón El Jaro que, habiendo pasado la temporada en blanco, como cientos de sus compañeros, ha tirado de ingenio y ha sobrevivido a la hecatombe producida en su profesión por aquello de no haber toreado una sola tarde.

El ingenio hace milagros y, este ha sido el caso de David Navalón El Jaro que, sabedor de la ruina que tenía encima por aquello de no haber toreado ni una sola tarde, tuvo la feliz idea de crear monteras para sus compañeros y, lo que es mejor, adaptarlas a los tiempos que vivimos con un precio razonable, es decir, para que todos los chavales pudieran adquirirlas; chavales, matadores, novilleros y todo el mundo que la precise.

Como decía, la cabeza, además de que nos sirva para ponernos un sombrero, montera o lo que fuere, es indispensable que la utilicemos para pensar y, mucho más en estos tiempos injuriados que estamos viviendo. El mundo no se acaba con los toros, bien que lo ha demostrado este subalterno admirable. Como diría el maestro Facundo Cabral, si todos fuéramos capaces de cuidar nuestro árbol, el bosque sería maravilloso. Es decir, hacernos responsables de nuestra vida y, como ha hecho El Jaro, poner toda la creatividad posible sobre el tapete y, a partir de ese momento, empezar a luchar.

Lo que ha hecho este hombre no es otra cosa que tener otra “alternativa” posible además de los toros que, como ha sucedido en este año malévolo, cientos de hombres se han quedado en la desolación porque la profesión que tenían ha quedado relegada a un segundo y, quién sabe, si a un último término.

No solo de pan vive el hombre, nos recuerda la Biblia, lo que viene a demostrar que, ante la adversidad debemos de buscar otros refugios, caso de los toreros para que, sin los recursos necesarios en su profesión, aquello de tener otra alternativa como decía, sea un hecho admirable.

Digamos que, El Jaro, ha sabido buscarse otro “pan” al margen de su bendita profesión y, como se ha demostrado no ha tenido que alejarse mucho de su mundillo puesto que, en el mismo ha encontrado otra manera de sobrevivir y, lo que es mejor, el sustento para todo el año que, antes de empezar su andadura como fabricante de monteras lo tenía muy difícil.

Ante la creatividad al margen de los toros, me consta que son varios los banderilleros que, insisto, tirando de imaginación han sido capaces de sobrevivir en los tiempos denigrados que nos ha tocado vivir. Plácemes para todos ellos que, sabedores de la hecatombe que se les venía encima, utilizando los registros de todo aquel cerebro que piensa en cómo darle de comer a su cuerpo por medio de la honradez, merecen nuestro aplauso.

Para colmo, comercialmente hablando, David Navalón El Jaro, para la confección de sus monteras ha utilizado las armas “chinas”, es decir, ser competitivo en un mercado complicado y de pocos clientes, pero, los suficientes como para salir adelante ante la adversidad que todos teníamos –tenemos- encima.

El problema no está en qué hacer, más bien en cómo venderlo porque, como sabemos, muchos artículos que nos parecían hermosos, además de útiles, perecieron en la oscuridad de la nada por aquello de no ser competitivos en un mercado tan absorbente como el que tenemos. Para colmo, si creas un producto, una marca o cualquier artilugio que se precie y para colmo aciertas en el precio, el éxito está más que asegurado, es el caso de este torero que, además de jugarse la vida en las plazas de toros, en su casa o en la calle, ha demostrado ser un tipo creativo y, eso en los tiempos que corremos es muy de agradecer.

Mucha suerte para El Jaro en su nueva andadura y, Dios quiera que se recupere el mundo de los toros para que, además de volver a vestirse de torero, que tenga la oportunidad de fabricar muchas monteras, tanto para España como para todos los diestros del mundo.

Valga el dibujo de Mer Fidalgo sobre Diego Urdiales, para rendir admiración a David Navalón El Jaro.