Muchas cábalas nos hicimos al respecto de la feria de San Isidro de Madrid en su plaza de Vistalegre y, como dijimos muchas veces, no encontrábamos el motivo que justificara la ausencia de aficionados en dicho recinto multiusos porque, en honor a la verdad, en dicha feria han actuado la “flor y nada del toreo”

Ahora, de alguna manera, ya tenemos uno de los motivos exactos por los cuales la afición no ha querido asistir a los toros en dicha plaza. Se trata, sin duda alguna por el elevado precio de las localidades porque, una fila en la medianía del coso, había que pagar nada más y nada menos que más de noventa euros, cifra brutal que los madrileños no han digerido porque, claro, tienen el efecto comparativo para ver toros que no es otro que la plaza de Las Ventas en que, para fortuna de los aficionados hay “tres mil” precios de las localidades y, cada cual, elije la que mejor le conviene.

Recordemos a Matilla o al empresario que fuere que, los del “clavel” son unos pocos pero que, la plaza se tiene que llenar de gentes de todo tipo y condición, pero siempre acorde con unos precios asequibles a todos los bolsillos y, como se demostró, en Vistalegre la gente salió huyendo de forma despavorida antes que pagar esos importes inadecuados. Esta cuestión ha venido a demostrar que no se pueden poner precios a la ligera creyendo los toreros que son muy importantes y, su vez pensando que los aficionados son estúpidos.

La feria citada era el puro calco de tantísimas plazas, por tanto, novedad no había ninguna, si acaso, las de los diestros Urdiales, Aguado y Ortega que, en honor a la verdad si respondieron a las expectativas que habían concitado pero, como se comprobó, el núcleo fuerte de los aficionados o de gentes más o menos afines a este espectáculo se quedaron en casa y, en su defecto, como me costa, vieron los toros por la televisión. Pagar casi cien euros por un tendido más bien alto como pasó en Vistalegre por ver a El Juli, Perera, Ureña, Ponce y demás, no deja de ser un pecado mortal porque nadie se encuentra el dinero por la calle para ir regalándolo a estos pegapases que nos tienen más que aburridos. Para colmo, las ganaderías que se lidiaron era lo que faltaba para que la gente huyera despavorida de dicha plaza.

Es cierto que, este amigo que me ha mostrado la entrada por la que pagó semejante disparate, sigue llorando de forma desconsolada al ver que lo que pagó, nada tenía que ver con el bodrio que se le ofreció. Eso sí, me ha jurado y perjurado que jamás volverá a dicha plaza. Y es lógico porque un hombre como él, acostumbrado a Las Ventas, lo de Vistalegre le ha parecido un atraco consentido.

La fiesta de los toros tiene que volver a la normalidad de hace muchos años; es decir, o se reducen los precios y se eleva la calidad del espectáculo o como diría Gabriel García Márquez estamos ante la crónica de un muerte anunciada. Pensar que una serie de imbéciles van a acudir a la plaza pagando el precio que se les imponga, me parece una memez de niños de pañales. Las pruebas lo han dicho todo. Vistalegre ha sido el fracaso económico más grande de la historia que, como vimos, ni la pandemia pudo maquillar porque, las seis mil localidades que ser permitieron, ni una sola tarde se congregaron tres mil personas en los tendidos. Por cierto, Matilla debe estar atento a Castellón puesto que, en la feria de La Magdalena sucederá mucho peor que en Madrid. Una vez celebrada la feria hablaremos del asunto pero, ya se barrunta el fracaso en toda regla.

Esos precios abusivos tienen sentido en cualquier plaza de provincias en que, por ejemplo, es el coste de una barrera de sombra, algo que entiendo y comparto. Todo aquel que pueda pagar esa primera fila de la barrera de sombra, me parece fantástico porque, en honor a la verdad, son unos pocos lo que puedan comprarlas. Pero lo que se dice llenar más o menos una plaza de toros, eso ya es otro cantar. Me imagino la liquidación de Matilla con todos los que actuaron en dicha feria y me parto de la risa. Claro que, más de uno llorará toda su vida y, lo que es peor, habrá maldecido haber acudido a dicha feria con la promesa de un dinero que, por lógica no ha llegado. Allá ellos con sus bagatelas ¿verdad?