Tras el juego que dieron en el día de ayer los toros de Salvador Gavira García en Almorox, ahora comprendemos rotundamente la rabia y desolación del citado ganadero puesto que, si de bravura hablamos, como nos ha contado nuestro amigo Eduardo Álvarez, presente ayer en dicho pueblo, la corrida resultó totalmente extraordinaria, algo muy a tener en cuenta porque, como se comprobó, el ganadero sabía lo que embarcaba para dicha villa toledana.

Festejo para aficionados que, para mayor gloria, casi todos los toros embistieron una calidad extraordinaria. Me traen sin cuidado las muchas orejas que se cortaron, como a su vez, tomo nota de lo bien que estuvieron los toreros puesto que, Fernando Robleño, -el gran olvidado de las empresas- Sánchez Vara y Jairo Miguel gozaron de la bravura infinita de unos toros apasionantes.

Triunfo de los diestros al margen, tras lo que me contó el compañero antes aludido, queda clarísimo que apareció el toro con su verdad y pujanza, todo ello en una plaza portátil con apenas “tres docenas” de aficionados en los tendidos pero, lo que allí sucedió no lo borrará nadie. Pero fijémonos cómo está el toreo en la actualidad que, unos amínales de categoría, porque se sabe que tienen su picante, su casta y bravura, no los quiere nadie. Ahí están las pruebas. Que este hombre tenga que lidiar una corrida de toros en una aldea sin aureola ninguna, sin toreros de relumbrón y sin ninguna feria resonante, eso descorazona a cualquiera.

Salvador Gavira, con este festejo, sin gloria, sin dinero y sin alharaca alguna ha demostrado la gran mentira que reina en la fiesta puesto que, sus toros, como explico, o son corridos en las calles o, como sucediera ayer, lidiados en Almorox en una plaza portátil. ¿Se puede entender semejante dislate? Estos hechos rayan más en la locura que en la cordura porque, cabalmente, no entiende nadie los motivos por los cuales Salvador Gavira, de forma velada, está siendo vetado en casi todas las plazas.

Como siempre dije, la mentira tiene mucha más fuerza que la verdad puesto que, como sabemos, si queremos aferrarnos a la verdad tenemos que juntarnos con los humildes porque estos nunca nos engañan, la prueba es que, como ocurre siempre, si pretendemos admirar al toro en todo su esplendor tenemos que ir de forma paralela hacia donde actúan los desheredados de la fortuna porque, por razones obvias, junto a ellos no existe el menor atisbo de mentira.

A propósito de esta ganadería, que pasta en Alcalá de los Gazules por tierras gaditanas, recuerdo el juego de sus toros en la feria de Azpeitia en el año 2019 y, la tarde resultó fantástica pero, aquello ya me dio la medida de todo lo que le estaba sucediendo a dicho ganadero puesto que, lidiar en Azpeitia es sinónimo de toro auténtico y, mala cosa resulta –con lo bello que es en realidad- para un criador de toros que te llamen en plazas toristas, el detonante de que esos toros no los quiere nadie. Dicha tarde, respecto a los toros de Gavira, la llevo prendida en mi corazón porque nos emocionamos con la lidia de aquellos ejemplares y, a su vez, pudimos admirar a tres diestros cabales y con el sello de artistas como bandera, caso de Curro Díaz, Ginés Marín y Ángel Téllez, al que descubriera Joxín Iriarte cuando no era nadie, lo digo porque el referido Téllez, como el mundo sabe, ha sido el auténtico triunfador de la feria de San Isidro en Madrid.

Es cierto que, como se demuestra, Salvador Gavira García no tiene en la actualidad el cartel que puedan tener los toros de Albaserrada o Santa Coloma pero, todo se andará. Cuando los toreros comprueben que, además de casta, los toros citados tienen ese componente de bravura que permite el éxito de los toreros, a partir de ese momento las lanzas se tornarán cañas, tiempo al tiempo. Si en el día de ayer, tres “matados” salieron en hombros tras sus faenas en la plaza de Almorox, algo bueno tendrían los toros para que, tres hombres ilusionados lograran el triunfo. Insisto que, el número de trofeos me tiene sin cuidado, pero me emociona que unos toros embistan con la casta pertinente para poner a prueba a sus lidiadores que, podían haber fallado con el estoque y no haber cortado oreja alguna pero, tras sus aciertos con la tizona, sus faenas vibrantes fueron premiadas con excelsos trofeos. Enhorabuena, ganadero.