En cierta fecha un amigo me obsequió con un piropo hermoso que, ciertamente no era otra cosa cuando me dijo que, en ocasiones, solía escribir con la tinta del alma. Y tenía razón el compañero querido porque, cuando alguien te invita a escribir de dicho modo, en honor a la verdad, sobran todas las palabras. Es cierto que, para mi fortuna, en determinadas ocasiones he tenido la dicha de narrar de este modo, algo que me ha motivado desde lo más profundo de mí ser.

La tristeza viene dada cuando las circunstancias te obligan a la crítica por las acciones nefastas de los demás, algo que en realidad jamás quisiera que ocurriera porque, en honor a la verdad, no hay nada más gratificante que unos hechos determinados te inviten a poner el alma en el quehacer que has emprendido. Eso sería lo más bello del mundo que, siempre, absolutamente siempre, las circunstancias que a uno le rodean fueran las propicias para que, a corazón abierto, uno pudiera expresar sus sentimientos.

Lo dije millones de veces y lo vuelvo a repetir, no hay nada más reconfortante que cantar los logros de los demás; sus gestas, epopeyas, actitudes hermosas todas las que uno quisiera contar un día sí y otro también. Para el narrador, lo confieso, es muy duro tener que sacar el látigo en la búsqueda de la verdad; si la verdad brillara por si misma todo sería más sencillo. Uno se siente bien cuando canta los logros ajenos cuando éstos llevan implícitos los rasgos de la verdad, los sentimientos a flor de piel, las acciones bellas por parte de tal o cual torero. ¿Quién es el valiente que no se emociona con una faena bella de Finito de Córdoba, por citar a uno de los artistas que este año nos ha emocionado?

Y esas emociones son las que llegan al fondo del alma de cualquiera, lo que viene a demostrar que no soy una excepción para nada y mucho menos para nadie. Viven equivocados todos los que puedan pensar que pretendemos contar miserias de unos y otros. Nada más lejos de la realidad. Lo que en verdad nos congratula a todos son las gestas heroicas o artísticas, en este caso de los toreros que, por uno u otro camino son capaces de emocionarnos. Por otro lado, es absolutamente imprescindible tener que contar la verdad, por mucho que nos duela; claro que, si esa verdad coincide con la verdad misma, la dicha no puede ser mayor.

Eso quisiera yo, lo juro, tener que utilizar a diario la tinta del alma, la que lo impregna todo de bondad y amor. Recordemos que, si un artista es capaz de emocionarse con su obra, el que tiene la fortuna de contarlo le sucede exactamente lo mismo; las letras fluyen desde lo más profundo de nuestro ser; no hacen falta recursos más o menos literarios porque todo fluye desde adentro, donde anidan las emociones más bellas que, luego, terminarán arrebatando a los demás.

Claro que, para que el informador se sienta motivado, al igual que el torero necesita del toro que le colabore, nosotros necesitamos como nadie que nos hayan tocado el corazón con la faena que hemos presenciado y, a partir de ahí todo fluye desde lo más profundo del alma. Es difícil relatar y tratar de convencer cuando tú no estás convencido; el primer cautivado tiene que ser el comunicador, de lo contrario todo queda en mera rutina.

Hablo de faenas concretas pero, los hechos al margen de los ruedos también nos sirven porque, como se sabe, tantas veces nos han conquistado. Insisto que, a diario, como antes decía, quisiera utilizar siempre la tinta del alma, razón evidente de que todo sería maravilloso. Lamentablemente no es así, de ahí que muchas veces nos tengamos que resignar a admitir la cruda realidad, la que nos lleva al desencanto y, sin duda, a la crítica no deseada.

En la foto que mostramos, alguien quiso tatuarse mi rostro en su pecho, sin duda, con la tinta del alma.