Sigo creyendo la torería actual, incluso la de muchos años atrás, siempre estará en deuda con Francisco Rivera Paquirri, el que entregó su vida a Dios un 26 de septiembre de 1984 en la plaza cordobesa de Pozoblanco. En la referida tarde, como sucediera en miles de ocasiones anteriores, en Pozoblanco apenas había esparadrapo en la enfermería de su plaza, razón por la que el diestro fue trasladado a Córdoba donde ya llegó cadáver.

¿Cómo era aquello? Muy sencillo. Los toreros actuaban en cualquier plaza y, hasta los grandes –y Paquirri lo era- no se preocupaban de que hubiera medios adecuados en las enfermerías para que, en un momento determinado salvar sus vidas. Todos confiaban en la Providencia, lo que le pasó a Manolete entre otros a lo largo de la historia; cierto es que, lo de Manuel Rodríguez en Linares, dada la fecha en que murió, se podría entender, pero en la época de Paquirri ya habían medios más que suficientes como para prevenir una hecatombe como la suya. Algo muy distinto resultó lo de José Falcón en Barcelona que, ya entró cadáver en la enfermería, en la que le esperaba el doctor Olivé MIllet pero, insisto, su cuerpo ya entró sin vida en la enfermería.

Muchos fueron los años que la torería andante no se percataba del grave peligro que corrían sus vidas y, Paquirri, con su muerte, les vino a demostrar a todos su gran error y, como víctima, para que todo el mundo reparara en semejante desdicha para tratar de evitarla. Poco tiempo después del óbito de diestro de Barbate, cayó mortalmente herido el diestro José Cubero Yiyo en Colmenar Viejo que, sospecho que en dicha enfermería las condiciones ya serían más adecuadas pero, no es menos cierto que Yiyo entró muerto en la enfermería de Colmenar.

La gran realidad es que, Paquirri, después de muerto ganó su gran batalla, el hecho de concienciar a todos sus compañeros de que, cualquier plaza humilde tenía que haber una Unidad Móvil para cualquier tipo de emergencia y, pese a ello, en ocasiones, ha habido cornadas que, de haber sido sufridas por los diestros oportunos en plazas de menor nivel, sus vidas hubiera corrido un serio peligro, es el caso de Manolo Escribano cuando cayó tremendamente corneado en Alicante que, para fortuna de los diestros, además de una gran enfermería, estaba el doctor Chema Reyes que, como es sabido, le salvó la vida al diestro de Gerena.

Pero sí, ya resulta aleccionador que, lo más sagrado de un torero, su vida, está salvaguardada gracias a los medios actuales puesto que, desde la plaza más insospechada puede llegar la tragedia y, en muchas ocasiones, la citada Unidad Móvil tiene hasta un quirófano de emergencia. Es cierto que, todo eso se lo debemos a Paquirri el que pagó con su vida el gran error que cometió; él y todos sus compañeros de la época, lo que viene a confirmar que, en España ponemos soluciones a “toro pasado”, tanto en el mundo taurino como en cualquier otra actividad que se precie; cuando ya ha ocurrido la desgracia, automáticamente, como tocados por un resorte especial, ponemos los medios pero, como siempre sucede, llegamos tarde. Paquirri es el gran ejemplo de lo que digo.

En las imágenes, el triunfo y la muerte de Francisco Rivera Paquirri.