El pasado fin de semana pudimos ver las exquisiteces de la fiesta taurina en Ecuador, justamente, en la ciudad de Latacunga y quedamos entristecidos por completo. Todos los medios han cantado las excelencias de dicha feria cuando, la verdad, como todo el mundo pudo ver, dista mucho de los intereses de los mercachifles que, por una entrada, un bocadillo o una palmadita al hombro son capaces de mentir como lo han hecho en esta feria tan animosa como falsaria. Hasta la fecha en que muchos no habíamos visto aquella feria, podrían contarnos la milonga que quisieran pero, amigo, la televisión les delató a todos por completo, por mentirosos y farsantes.

Juro que no me había molestado en saber del origen de los toros de José Luis Cobo en sus dos vertientes ganaderas, Triana y Huagragasí, sus dos hierros. Tras ver el juego que dieron en las dos corridas me imaginé que eran de sangre Juan Pedro y, acerté por completo; tampoco hacía falta ser muy listo para adivinar aquello tras el comportamiento de los toros que, exactos a los del hierro titular español, así se comportaron.

José Luis Cobo es un rico hacendado de cuna en Ecuador que, dada su afición, en Latacunga, donde es santo y seña, organiza su feria cada año y tiene la virtud de traer a su tierra a los toreros más interesantes de España. Los espadas acuden raudos y veloces a la llamada del ganadero y empresario porque saben que tienen un entrenamiento que, para colmo, hasta les pagan los gastos del viaje, la dicha no puede ser mayor. Es como si en España, para que nos hagamos una idea, si Florentino Pérez fuera aficionado a los toros y por diciembre organizara una feria en Las Rozas por su cuenta y riesgo, asumiendo incluso todas las pérdidas que pudiera haber. Es el caso de José Luis Cobo en Latacunga.

Los toros el empresario citado son el calco de los Juan Pedro de Lo Álvaro pero, con menos pitones y menor presencia pero, en su comportamiento son idénticos; la mayoría reservones, sin alientos para nada, sin casta, sin el menor atisbo de bravura y, de vez en cuando, alguna que otra hermanita de la caridad pero, lo que se dice un toro auténtico, nada de nada. Un bochorno en toda regla que, como antes dije, los plumíferos de turno lo adornan de una manera como si José Luis Cobo les mandara el turrón para esta Navidad.

En la primera tarde, lluviosa por cierto, con poco más de mil personas en los tendidos –en algunos medios pude leer aquello de, lleno total, la cuestión es mentir- vimos a ese Morante artista que, ante un animalito sin el menor atisbo de lo que es un toro bravo, el de La Puebla se entretuvo haciendo una parodia de lo que es el arte y encandiló a los lugareños que, pese a la lluvia se lo pasaron muy bien. Tenían sus razones, estaba viendo nada más y nada menos que a Morante de la Puebla, para ellos un Dios del toreo. No faltó el achuchón que le propinó el segundo enemigo a Morante a la hora de matar pero, como sucede con estos animalitos no hacen presa y Morante, para su fortuna, salió ileso, algo que nos alegramos todos. Miguel Ángel Perera estuvo pesado, reiterativo, plomizo como se decía antaño en su primero y, en su segundo, un animalito elevado a los altares hasta lo indultó. Qué poco se necesita para que allí se indulte un toro ¿verdad? Bueno, lo del indulto, allende y aquende, porque se ha demostrado cientos de veces que, con una embestida borreguil es más que suficiente para que se indulte un toro.

Yo comprendo las ilusiones de José Luis Cobo por aquello de mantener viva la fiesta de los toros que, en honor a la verdad todo lo hizo bien, salvo un error que cometió, debería de haber dejado entrar gratis a los aficionados y, aunque las pérdidas hubieran sido un poco más elevadas, nadie podría criticarle nada porque todos hubiéramos entendido de que era una fiesta particular sin ánimo de lucro.

Al día siguiente todavía fue mucho peor, parecía imposible pero, amigo, entre los Juan Pedritos que no querían saber nada de aquella farsa y la pesadez que llegó hasta el hastío de los lidiadores, el bochorno fue incontable. Eso sí, salidas en hombros, orejas a troche y moche y todos contentos. Si pude ver que, si el torero mete la espada las orejas las tiene aseguradas, aunque la faena haya sido de espanto, como en realidad ocurrió.

Fijémonos como sería la cosa que, Antonio Ferrera se fue de vacío, con eso está dicho todo. El Fandi montó la “mundial” con sus numeritos que tanto calado tienen entre los ignorantes mientras que, Daniel Luque reventó a derechazos a los animalitos para que, al final, El Fandi y Luque salieran en hombros. Por cierto, me fijé en la manera que se ciñe Luque la montera y me hizo sufrir, parece que se la han clavado a martillazos porque apenas se le ven los ojos. ¡Qué horror!

Existe un dato revelador que lo dice todo, se trata de que, si queremos divertirnos, para eso están los payasos de cualquier circo, la serie Aquí no hay quien viva en la televisión, las películas de Paco Martínez Soria y mil distracciones más, pero que vayamos a divertirnos a los toros, si eso ocurre es que no hay toros ni toreros porque, como el mundo sabe, la Tauromaquia, como eje central, ésta tiene que estar sustentada por la emoción y todo lo que no sea eso será pura parodia, caso de Latacunga y de tres mil sitios más en España y en todo el mundo. Así ha quedado la fiesta, en pura diversión para que los toreros se lo pasen en grande mientras que, miles de ignorantes siguen entrando al trapo.

Si Movistar quería emocionarnos televisando las parodias antes citadas, por favor, no lo hagan más, con una vez hemos tenido bastante. Burlas, engaños, fraudes, indultos absurdos y demás zarandajas, en España las tenemos a diario, no hace falta que nos vayamos a la mitad del mundo. La parte buena del asunto es que hemos podido hablar en propiedad porque hasta la fecha, por todo lo que nos contaban de allí, hasta teníamos envidia de aquellos toros, sus plazas y sus aficionados. Todo es mentira, lo hemos visto con nuestros ojos y no hace falta que nadie nos mienta en lo sucesivo.