Yo no manejo las redes sociales –Dios me libre- quizás porque llegué tarde para “disfrutar” de las maravillas de dicho invento, pero si tengo amigos que me cuentan sus vivencias en dicho medio que, en la gran mayoría de las ocasiones, dichas redes son puro estercolero como los hechos demuestran. Unos contra otros dirimen sus diatribas con un mal gusto encolerizado, todo ello hasta el punto del más exacerbado insulto.
Esas redes a las que aludo, para desdicha de nosotros, los aficionados a los toros, son las que nos han inundado de excrementos por parte de los radicales que, el problema no es que no entiendan de toros, la gravedad del asunto va mucho más allá de todo ello porque no entienden de nada, son puros analfabetos en su inmensa mayoría y, como quiera que solo buscan un protagonismo absurdo que ni siquiera les corresponde, ¿cuál es la meta? El insulto al por mayor.
Seguramente alguna cosa buena tendrán las redes sociales pero, amigos, lo que se dice positivismo no lo veo por ningún nada; Insisto que, si he podido saber muchas veces que, nosotros, en el mundo de los toros, hemos sido atacados por esos individuos que, de forma anónima se esconden en dichas redes para, de forma cobarde, incluso desearle la muerte a un ser humano o, en su defecto, para alegrarse de la muerte de un determinado diestro como sucedió tras la muerte de Víctor Barrio o el propio Iván Fandiño que, repito, lanzaron mensajes de odio por ese medio hasta el punto de celebrar con vinos caros, la muerte de estos diestros.
El problema de tantísima gente que se pronuncia por esos medios son personas de muy bajo nivel cultural; hasta alguien me mostró que, para insultar, hasta ponen ijo de puta sin H. ¿Qué les importa a estos personajes la cultura, la gramática o cualquier elemento que tenga que ver con la preparación cultural de un ser humano? Nada. Ellos quieren protagonismo para, entre unos y otros, pasarse mensajitos todo el santo día, creyendo que, en dicha acción, son protagonistas de su “grandeza” que, en realidad, no es otra cosa que mostrar sus carencias de todo tipo para que, cualquier chaval de primaria, pueda reírse de tantos energúmenos analfabetos, caricatos de su propia vida.
Leer sería una forma de aprender para todos los desaprensivos que pierden la vida y el tiempo en dichas redes que, como se ha demostrado, tienen una carga de ludopatía al más alto nivel en que como se sabe, cientos de miles de psicólogos por todo el mundo ya están atendiendo a este tipo de pacientes que, drogados por la redes, si un día salen de casa sin el teléfono les pude dar un ictus e incluso morir de la pena al saber que salieron de casa sin la “dosis” adecuada que les proporciona el teléfono que les lleva hasta la saciedad de sus mentes descerebradas.
Por supuesto que, en el mundo de los toros nos llevamos la palma si de insultos se trata. Nada que tenga que ver con los toros pasa desapercibido para los ludópatas de las redes que, como decía, con sus acciones se sienten protagonistas, e incluso no tienen recato en defenestrar cualquier cosa sin saber absolutamente nada de lo que dice. Un ejemplo de lo que digo nos lo contaba hace unas fechas en la Cadena Cope, Eneko Andueza al ser entrevistado por Carlos Herrera con motivo de la aparición de su libro, LOS TOROS DESDE LA IZQUIERDA, que incendió las redes para soportar los más deleznables epítetos contra su libro, todo ello sin saber de qué iba el tema y, lo que es peor, sin haber leído el libro. Era, como digo, un libro de toros y los partidarios de la izquierda más radical, no le han perdonado a Eneko que escribiera un libro de toros. Hechos todos que demuestran el grado de analfabetismo de tantas miles de personas que, poseídos por el odio y el rencor, tratando se auparse a un estrado que no les corresponde, como única solución, ésta no es otra que la difamación y el insulto.
Si leyésemos más libros, si nos ocupáramos de nuestros semejantes, si fuésemos más solidarios en todas facetas de la vida y olvidásemos, aunque fuera por uno momentos las malditas redes sociales, otro mundo lograríamos. Como diría el maestro Facundo Cabral, si cada uno de nosotros fuésemos capaces de cuidar nuestro árbol, el bosque sería maravilloso.