La empresa Pagés de la Real Maestranza de Sevilla, respecto a la negociación de sus ganaderías para la próxima temporada, en torno a Juan Pedro Domecq, ha aplicado la lógica de no contratarle porque tras sus fracasos en este año, apalabrar para el año siguiente hubiera sido un desacato en toda regla. Aquello de lidiar dieciocho toros en Sevilla y que ningún animal aportara el menor destello de bravura ha sido el detonante para que el célebre ganadero se quede en casa y, si quiere, que asista a la feria como espectador, pero nunca como ganadero. Si le sirve de consuelo que un torito suyo, aborregado, sin casta, sin el menor atisbo de peligro Pablo Aguado le cortara una orejita, con semejante balance yo estaría llorando amargamente.

En los últimos años Juan Pedro se ha consolado así mismo mediante la lidia de algún que otro “becerrote” en los pueblos que ha servido para que el torero se ponga bonito pero, muy poco más. Los toreros de arriba del escalafón quieren los toros de Juan Pedro y similares pero, por aquello de la bondad que suelen atesorar que, más que toros parecen santos de cuatro patas. Pero si ya desaparece dicha “santidad” y se quedan pegajosos sin embestir, los adalides del toreo no quien saber nada de dicha especie, razón por la que este año ha sido apeado del Sevilla en lo que a la próxima temporada se refiere.

El toro de Juan Pedro, visto bajo la óptica de cualquier aficionado, es un animal amorfo y sin el menor atisbo de emoción. Dicho ganadero se ha salvado muchas veces de la quema por aquello de la blandenguería y nobleza de algunos de sus animalitos pero, ese cuento ya no vale; eso de la santidad bovina no cuela y, hasta los toreros le han dado de lado porque, no es que no los haya contratado la empresa de Sevilla, el problema es que ningún torero figura los ha pedido.

El toro tiene que ser algo más que un bicorne vestido de negro puesto que, animales como los citados son los que denigran la profesión de ganadero y, sin duda, a la propia fiesta taurina. De lo que era dicha ganadería y en lo que ha quedado. Vamos que, si el abuelo de Juan Pedro levantara la cabeza moría en el acto. Ya, su señor padre, en gloria esté, quiso bautizar a sus toros como el toro “artista”, es decir, el animal tonto del culo sin el menor peligro y lleno de bondad para que triunfara la figura de turno. Recordémosle a Juan Pedro que, el artista tiene que ser siempre el torero pero, enfrentándose a un toro encastado que, como se ha demostrado, hasta puede salir en las ganaderías comerciales.

Lo que es inadmisible es ese toro que sale picado de toriles, que no tiene el menor atisbo de emoción, que jamás le hará daño a un torero y, para colmo, como en los últimos años, que salgan renqueantes, pegajosos como antes contaba y sin el menor presagio de querer embestir. Fijémonos que, hasta el toro llamado bueno de Juan Pedro ya cuesta digerir por parte de los aficionados, ¿qué podemos decir y pensar de los animales que sigue lidiando este hombre que, como se comprueba, de la ganadería solo le queda el nombre?

A medida que transcurre el tiempo tengo la sensación de que los aficionados son más conscientes de lo que en verdad es un toro bravo y todas las virtudes que debe de atesorar. Digamos que, la gente, respecto al toro, ya apuesta por la casta, la viveza, la bravura auténtica –nunca la santidad estúpida- Convengamos que, todos juntos anhelamos el toro que aporte emoción que cale en los tendidos; luego, el torero estará mejor o peor, dependerá de muchas cosas, pero si ya el toro, de salida nos quita la ilusión. ¿Qué motivación tenemos para asistir a una corrida de toros?

Y ese pecado lo ha cometido miles de veces el citado Juan Pedro que, aferrado a sus miserias bovinas quiere que le sigamos aplaudiendo, cosa harto difícil porque, insisto, si acudimos a un festejo taurino en el que se nos dice que se lidiarán toros, lo que no podemos soportar es que le lidien burros con cuernos para desdicha de todos los que hemos pagado por ver un toro cuando este no ha aparecido  en el ruedo.

Cuidado que, lo dicho no es cosa mía, es la pura realidad de lo que queda de lo que fuera una ganadería emblemática durante tantísimos años, la prueba de lo expuesto no es otra que, por ejemplo, en la próxima temporada en la plaza de toros de Valencia, la primera feria de tronío del calendario, Juan Pedro Domecq ha sido contratado en la ciudad del Turia para que lidien sus toros Paco Ureña, Ángel Téllez y Francisco de Manuel, tres “máximas figuras” de la torería actual, ¿verdad? Y pensar que hace apenas tres minutos las figuras del toreo se pegaban por lidiar dichos toros. Pero como quiera que Juan Pedro quisiera criar un toro artista, para su desdicha, le salen tontitos y, lo que es peor, sin opciones para el triunfo. Las pruebas son concluyentes.