En los toros sucede –cuando menos así me pasa y tal forma lo confieso- que, respecto al arte, éste te gusta o deja de gustar; tampoco nadie pretende otra cosa y, respecto a los toros, como a mí me sucediera, desde que pude ver a Juan Ortega aquella tarde del 15 de agosto en Madrid hace pocos años, desde aquel momento me declaré partidario acérrimo de dicho torero, sencillamente, porque sus condiciones me parecían extraordinarias, pero en aquellos momentos nadie le hizo ni puñetero caso.

Tras aquel triunfo, la empresa de Madrid se sensibilizó un poquito y, Ortega toreó cuatro corridas de toros en Las Ventas en el año 2019 pero, sin resultado positivo porque los toros se encargaron de truncarle sus ilusiones y, el chaval estaba derrotado porque, lógicamente, él era sabedor de las condiciones que atesoraba pero, su futuro era muy incierto.

Pero mira tú por donde que, el pasado año, tan atípico como antinatural, Juan Ortega bordó el toreo en Linares y, desde aquel momento cambió el signo de su vida pero, ¿Por qué se produjo esa metamorfosis que cambió el rumbo de su vida? No hay una lógica que pueda demostrar que Ortega era muy buen torero el año pasado y que era un zascandil años atrás; nada de eso. Pero las circunstancias han querido remar a favor de obra y, en la actualidad Juan Ortega está en todas las ferias que se organizan.

¿Se ha obrado un milagro respecto a este torero? Así lo podríamos definir sin caer en el sacrilegio pero, en honor a la verdad es todo más simple de lo que parece. Fijémonos que, lo que a Diego Urdiales le ha costado más de veinte años de sacrificio por aquello de tener el reconocimiento de las empresas, Juan Ortega lo ha logrado en muy poco tiempo; si olvidamos los pocos años desde que se doctoró, todo empezó, como decía, el año pasado en Linares, sin duda, su año de gracia.

Han sido los demás los que, vete tú a saber las razones, han apostado por Juan Ortega como podían haberlo hecho por cualquier otro torero; ha sido él el que ha sido tocado por la varita mágica de los empresarios al ser elegido para el banquete, del festín de las ferias junto a las máximas figuras de la torería que, como he podido saber, torean a su lado con todo el gusto del mundo. ¿Es eso un golpe de suerte? Sin lugar dudas porque como dije en el artículo anterior, un gran torero como López Chaves –grandioso ayer en Mont de Marsan con una auténtica corrida de toros- ha sido vetado por Carlos Zúñiga y Daniel Luque en la feria de Bayona, dos bandarras en el mejor sentido de la palabra. ¿Por qué viene a colación lo citado? Está clarísimo, es la prueba fehaciente de que si los demás no quieren te quedas jodido en casa.

Como siempre dije, ser torero es la única profesión en el mundo que, teniendo condiciones más que suficientes para el desarrollo de la misma, ello no te garantiza nada. Es como si los que opositan a la abogacía del estado y sacaran como evaluación matrícula Cum Laude, que no les sirviera para el desarrollo de su titulación universitaria. Sería un desacato, ¿verdad? Pues eso mismo sucede a diario en el mundo de los toros en que, en honor a la verdad, aquí no sabe nadie nada porque podemos apostar por un gran artista y, de la noche a la mañana le vemos jugando al futbolín en su casa porque no le llaman ni para tentaderos, es el caso de Curro Díaz que, harto de triunfar en Linares, este año lo han dejado fuera de su feria, la que nunca debería de haber faltado. Siempre será lo que digan los demás porque, porque, en Linares, Morante ha sido contratado para que se resarciera de su fracaso con estrépito del pasado año, eso sí, con los burros de Juan Pedro para que no sufra y, repito, Curro Díaz como espectador de dicha feria. Y no es menos cierto que, el propio Ortega, el que hiciera esa faena soñada el pasado año en Linares, digamos la que le destapó para el toreo, este año ya no ha sido contratado. Vivir para ver.

He dicho aquello de apostar por un gran artista pero, insisto, ello no es garantía de nada porque, como ha sucedido a lo largo de la historia del toreo, toreros como Jesulín, Rivera Ordóñez, El Cordobesillo y muchos más, auténticos plastas de la torería, se hicieron ricos enfundándose el traje de luces. Repito que, no es cuestión de valer o no valer; la historia estriba en que los empresarios quieran apostar por un torero, aunque sea un mediocre, lo hacen y punto. Ahora mismo, sin ir más lejos, tenemos a Cayetano, el más vulgar de los toreros del escalafón y, le siguen dando cancha por las ferias. ¿Lo reclama alguien? Nadie. ¿Dónde queda la justicia en el mundo de los toros? No queda en ningún lugar porque ésta no existe, todo se circunscribe al capricho de los demás.

Ahora, en el peor de los casos, uno siente la tranquilidad de saber que, uno de los toreros por los que apostamos en su día, en estos momentos es un diestro reclamado en las grandes ferias y junto a las más grandes figuras de la torería, si es que en verdad queda alguno. Lo dicho respeto a Juan Ortega, es tan simple como difícil pudiera haber sido. Fijémonos que, el pobre fracasó con estrépito en Alicante junto a Morante y, ni se ha alterado un ápice el devenir de su carrera –salvo lo de Linares antes comentado- cuando, como sabemos, en el año 2018 se doctoró en dicha ciudad Diego Carretero, cortó tres orejas, salió por la puerta grande y apenas ha vuelto a torear. ¿Queréis más pruebas?

En la imagen, Curro Díaz, el artista de Linares que este año ha quedado excluido de su feria siendo, como se sabe, un rotundo triunfador en años pasados. No tengo idea de qué ha podido pasar pero, barrunto que Curro Díaz ha pedido más de cinco mil euros y se ha quedado en la calle. Pero eso es el mundo del toro en que, llegas si los demás quieren, de lo contrario te mueres de hambre.