Se ha celebrado la última corrida de la feria de Sevilla y, en la puerta de cuadrillas hemos visto al héroe dispuesto para el paseillo a sabiendas de lo que le esperaba en la arena, seis toros de Eduardo Miura que no le han regalado nada. Es verdad que no eran toros criminales, pero no es menos cierto que ese gazapeo que mostraban en cada instante de la lidia era tremendamente incómodo porque levantaban la cabeza, alargaban la gaita y, algún que otro apuro ha tenido que sortear este arriesgadísimo diestro. Si se me apura, podemos salvar en última instancia al quinto de la tarde que le ha ofrecido quince embestidas más o menos potables; sin ser de Juan Pedro, vaya eso por delante.

El primer gran triunfo de Escribano no ha sido otro que congregar a más de tres cuartos de plaza, algo que, salvo Morante, nadie lo lograría en solitario, la prueba es que nadie se le ocurre porque el ridículo sería de espanto. Pero Manolo Escribano era esperado, su gesta había tenido un gran calado entre los aficionados, de ahí la gran entrada de la que hablo, todo un triunfo sin precedentes.

No ha salido ese toro que todos esperábamos, el primero, el diestro actuante pero si hemos visto a lo largo de la tarde cómo un hombre se jugaba la vida de verdad, algo que se palpaba en los tendidos. Sin ser criminales de guerra los toros, tenían malas intenciones, algo que mostraban en cada arrancada que, como dije, en ciertos momentos pusieron en apuros al diestro actuante que nada dejó por hacer. Escribano ha sido un auténtico vendaval con el capote, ha recibido a tres de sus oponentes en la puerta de toriles para torearlos a portagayola, con lo difícil e inservible que es esta suerte. Los ha lanceado por momentos con verónicas templadas, con chicuelinas, revoleras y todo el repertorio del que es capaz el diestro de Gerena.

Con las banderillas ha brillado a gran altura por su tremenda exposición, por el riesgo que ha corrido su vida y salvo un par que no prendió en el primer envite, el resto ha sido un dechado de fuerza, valor, facultades y unas ganas inconmensurables por jugarse la vida. Dos  pares por los adentros han hecho temblar a los aficionados. Ha invitado en uno de los toros de Fernando Sánchez y a José Chacón; a Sánchez en dos ocasiones, sencillamente para que todos comprobásemos una vez más que Fernando Sánchez es el banderillero más puro de la actualidad. En muchos festejos anodinos en que, las figuras y sus animalitos nos inundan con el sopor, de repente aparece Fernando Sánchez para que todo el mundo sepa cómo es un gran rehiletero. Felicidades para tan magno torero de plata que, con los garapullos en las manos es capaz de parar corazones de las personas.

Las faenas de Escribano se han caracterizado por su pundonor, su arrojo, su valentía y por mostrar en cada muletazo que se estaba jugando la vida, algo casi inusual en los tiempos que corremos en que, cuando torean las figuras, los espectadores bostezan, comen pipas, miran los teléfonos móviles porque todo ello les interesa mucho más que lo que pasa en el ruedo. Hoy no ha sucedido nada de eso porque, repito y no me cansaré de decirlo, un hombre se estaba jugando la vida y los aficionados así lo sentían, de ahí el respeto que le han entregado. El quinto toro de Miura, como antes apuntaba, ha tenido un pelín más de recorrido y le ha permitido a Manuel quince muletazos de auténtica categoría y, tras matar de una gran estocada, aunque cayera un poquito baja, los aficionados, es decir, toda la plaza le ha pedido la oreja con un fervor inusitado y, para colmo, insistieron en la petición para el segundo trofeo que, el presidente no atendió, pero ya veréis que aquí nadie hablará de robos presidenciales y todas las monsergas que gastan cuando tres docenas de despistados le pidan la oreja a la figura de turno.

Escribano ha sido aclamado en la vuelta al ruedo y, lo que es mejor, se ha llevado un respeto desmedido de los aficionados que, posiblemente él no conociera. Ahora, para su suerte, ya lo sabe. Actuación de torero cabal, gallardo, altanero y capaz; porque hay que tener varios pares de ellos entre las piernas para acometer una machada de semejante índole. Enhorabuena, matador. Has triunfado, te lo ha dicho el público de Sevilla y te lo digo yo, como imagino que lo dirán todas las gentes decentes del mundo.