No voy hacer ningún juicio de valor al respecto de la noticia monstruosa de que un profesor de la escuela taurina de Murcia ha sido imputado por cuestiones de pederastia. Como no tengo el sumario ni mucho menos el “auto” de los hechos, no puedo pronunciarme ni a favor ni en contra porque, para todo mortal, ante todo, debe de privar la presunción de inocencia, hasta que la justicia demuestre lo contrario. Mala cosa es que cuando el río suena agua lleva y, para desgracia de la humanidad, la sabiduría popular siempre ha resumido las grandes verdades con dichos muy acertados que, repito, son el estigma de la realidad en que nos movemos.

El hecho, como tal, es criminal como el que más. Yo diría que dichos delitos deberían de estar penados con la cadena perpetua pero, idiota de mí, si los asesinos de cualquier orden, en unos pocos años están tomándose copas en su pueblo natal y, lo que es peor, rodeados de admiradores, para un pederasta que no ha matado a nadie yo, ignorante en materia, pido la cadena perpetua y, cuidado, no estoy juzgando a nadie, sencillamente analizo unos hechos que, genéricamente, de ser comprobados y juzgados, son de una repugnancia tremenda. El tiempo y la justicia nos desvelarán los hechos y, cuando los mismos sean consumados, en el orden que fuere, ya emitiremos nuestra opinión.

El tipo en cuestión, JMO, no sabe lo que ha hecho; si es gravísimo que se le acuse de pederastia, más grave es todavía el daño que le ha hecho al mundo de los toros que, sin duda, es irreparable. El solo hecho de que se nos cuestione al mundo de los toros por esa miserable acción, era lo que nos faltaba para que nos exterminaran para siempre; es decir, otro motivo más para los detractores de la fiesta así como para los políticos que nos rigen puesto que, dicha acción les ha venido como anillo al dedo para desprestigiarnos y, sin duda, odiarnos mucho más.

Es cierto que, todo el asunto gira en torno a una persona y, el resto del colectivo taurino, decenas de miles de personas que viven de ese espectáculo nada tienen que ver con las acciones que un posible descerebrado haya llevado a cabo. Pero no es menos cierto que, el presunto autor de unos hechos macabros, él solo, sin que nadie le ayudara, se ha cargado una inmensa credibilidad que todos teníamos para con la fiesta de los toros que, como sabemos, nace desde los ancestros de las escuelas taurinas en que, apenas niños y jovencitos, son los que asisten a las clases para aprender el oficio más bello del mundo.

El asunto es que, el posible pederasta podía haber surgido en el mundo del deporte, fútbol, baloncesto, tenis, en cualquiera de las múltiples actividades deportivas pero, para desdicha nuestra, ha tenido que ser en los toros, mira tú por dónde. Siendo así, las malditas redes sociales ya se han incendiado contra el mundo de los toros como colectivo maldito. Ese odio que rezuman todos lo que no comprenden nuestro mundillo ni saben de su grandeza porque, como explico, podían haberlo vertido en la persona y figura del que está a la espera de ser juzgado y, al parecer detenido. Pero no, ha tenido que ser el colectivo taurino el que ha tenido que soportar toda la basura que una vez más nos han echado encima, es decir, los excrementos que ellos vomitan quieren que nos los traguemos los aficionados a los toros y, sin duda, a sus protagonistas.

Siento horror ante los hechos que se describen porque, si alguien tiene derecho al respeto y admiración por parte de todo el mundo, eso son los niños que, llenos de pureza, de bondad, de ilusión y, como en el caso de los aprendices de toreros, rociados de ese estigma maravilloso como es la afición a los toros, que se haya hecho daño moral y espiritual a unos niños o adolescentes, me parece de una crueldad extrema. Yo rezaría para que, al final, todo quedara en una falsa alarma porque, abusar de la candidez de un niño para asuntos de pederastia, repito, de estar en mi mano, el culpable se pudriría dentro de una cárcel.

Si algo bueno tiene la humanidad no es otra cosa que los niños que, llenos de magia, de ilusión, de bondad como antes decía, son los que el día de mañana nos relevará a los que ya tenemos una vida vivida y, si esa educación no es la correcta, con toda seguridad, estaremos fomentando a delincuentes. Una pena inmensa siento al respecto porque, para mi desgracia, en mi zona, para desdicha mía y de todo el colectivo, en su día, un hijo de puta que además era sacerdote, practicaba la pederastia con los niños y los adolescentes hasta que, por una denuncia, como ha ocurrido ahora en Murcia, pudimos mandarlo al infierno que, a Dios gracias, allí se encuentra. Por cierto, el criminal aludido también era de la región de Murcia. Nada que ver pero, ya vemos como es el destino de caprichoso.