Tomás Rufo ha sido honesto al confesar que se encuentra en un lugar de privilegio en el toreo, algo que salta a la luz. Y me alegro de su honestidad porque gracias al destino, en este caso al capricho empresarial, ha sido elegido para formar parte del banquete de las ferias, algo que, con toda seguridad, hasta le cuesta creer al diestro toledano. Jugó a la “lotería” del toreo y le cayó el premio gordo; muchos son los que juegan y no encuentran ni el reintegro que, en el caso de los toros, sería una sola oportunidad para demostrar su valía.

Rufo es un privilegiado porque, conforme se está desarrollando su carrera, suena a milagro que cada tarde termine con un gran éxito; es decir, todo lo tiene a favor, la corriente que le arrastra le llevará directamente a la arena, nunca mar adentro. ¿Qué estoy queriendo decir con esto? Muy sencillo. Que si los demás quieren, cualquiera puede ser torero; digamos que, cualquiera que tenga condiciones para ello, tampoco nos vamos a confundir ni engañar a nadie. Como Rufo los tenemos por decenas pero, por esos caprichos del destino, vete tú a saber, le han elegido a él que, a priori, parece toda una suerte.

Cuidándole como le cuidan, tenemos torero para rato. Es decir, el chaval sabe lo que hace pero, a su favor juega la baza de que todavía en las cinco corridas de toros que ha matado no se ha encontrado en su camino un toro fiero para ser lidiado; por sus manos han pasado los animalitos domesticados y acorde para hacer el toreo que sueñan las figuras y, Rufo ya está en ese circuito.

Tal y conforme está el toreo, Rufo se mirará en el espejo por las noches, verá su carrera, sus circunstancias y seguro estoy que se preguntará aquello de, ¿por qué a mí y a otros no? Suerte que tengas que el saber poco te vale. Y es muy cierto. Y, cuidado, Tomás Rufo no es un elegido para la posteridad, se trata de un chaval animoso, con buena técnica, con mucho acierto con el estoque, con unas ganas enormes pero, su toreo no deja calado alguno porque es el calco de El Juli, pero más alto.

Tenemos que conformarnos, respecto al toreo, con lo que los demás quieran; digamos que, en el mundo del toro no hay votación posible por parte de los aficionados para decantarnos sobre uno u otro torero, tenemos los que nos imponen y si no son de nuestro agrado nos toca quedarnos en casa y jodernos. Pensemos que, dentro de la grandeza de lo que supone ser torero, si lo analizamos fríamente siempre hallamos un atisbo de fraude camuflado porque nos toca consumir un “producto” que no lo hemos elegido. Y, para que la desdicha sea todavía mayor, ese hombre elegido por el taurinismo, se le exonera para que mate toros de verdad, lo que viene a demostrar una vez más el sin sentido más absurdo que podamos ver.

Para colmo, una vez entras en ese circuito de las figuras del toreo, todo resulta favorable, desde los toros a lidiar hasta la percepción que tienen sobre la figura en ciernes los medios de comunicación. Miel sobre hojuelas para todos los elegidos. Cierto y verdad que, en dicho entramado, solo existe un solo problema que se llama vil metal. Muchos son los gastos de promoción de un torero, amén de lo que los apoderados aumentan que suele ser siempre el doble del costo habitual mientras que, los honorarios percibidos, lógicamente, son de menor caché que las figuras consagradas, lo que nos permite sospechar que, muchas veces, demasiadas, al final de la temporada llegan las rupturas porque el torero en cuestión no ha visto un duro tras torear un gran número de festejos.

Claro que, dentro de todos los males, es bueno que elijan a un torero determinado porque, de momento le rocían de ilusiones, se lo ponen todo en bandeja de plata porque lo que interesa, por parte de apoderados y demás chupópteros en la sombra, de lo que se trata es de llevarse la gran tajada del que se lo ha ganado con sangre, sudor y muchas veces lágrimas, las que llegan como he dicho cuando el chaval se ha dado cuenta de que su esfuerzo no ha servido para nada. Esa es la filosofía del mundo de los toros, el que quiera que pase por el aro y, el que discrepe con el sistema, ya sabe cuál será su futuro, la banqueta. Siendo así, el taurinismo sabe que tiene una colección de mudos que se visten de torero, los que nadie tiene valor para alzar la voz en su mínima expresión, de ahí la admiración que podemos sentir por Miguel Maestro que, como hombre le ha dado una auténtica lección al mundo de los toros. De mi hambre me rio yo, sí señor.