De que Madrid tenía hambre de toros es una realidad incuestionable. Con todos los respetos para los diestros, dicho cartel, se monta en Santoña y no van quinientas personas pero, en Las Ventas todo es posible, hasta casi rozar el lleno con El Fandi, Román y Leo Valadez frente a los toros de Fuente Ymbro que, por cierto, han mostrado mucha casta, interesantísimos todos, incluso ese toro inolvidable, el que hizo segundo de la tarde en manos de Román. Han dado un irregular juego con los caballos, apenas se han dejado dar un lance como Dios manda, han sembrado el pánico con las banderillas pero, la gran verdad es que no se ha aburrido nadie.
Cuando uno contempla los toros de Ricardo Gallardo comprende en el acto el por qué, los toreros punteros del escalafón se rajan ante dicha divisa, cosa “lógica” puesto que los toros que pastan en Cádiz, tienen mucho que lidiar, amén de un peligro bárbaro, y si a todo eso le unimos la casta de la que son portadores, está clarísimo que dichos animales siempre serán estoqueados por auténticos valientes con muchas ganas de jugarse la vida. Lo dicho no deja de ser un valor que afianza mucho más a Ricardo Gallardo con sus toros puesto que, en los festejos que suele lidiar, el auténtico amo es él, si de fuerza económica hablamos. No hay mal que por bien no venga, ¿verdad, ganadero?
Como fuere, si la peor corrida de la feria fuera como la de hoy, podemos afirmar que estaríamos hablando de una feria rotunda ya que, los Fuente Ymbro han vendido caras sus vidas, al tiempo que han emocionado a los aficionados y, a su vez, poniendo a prueba a los diestros que han dado una tarde épica si de valor y arrestos hablamos. Otra cosa son las exquisiteces de cada cual pero, verdad, la ha habido para dar y regalar.
El Fandi ha sido él mismo, con defectos y virtudes, pero no ha dejado nada por hacer, incluso ha tenido que matar el sexto por la cogida de Valadez. Estamos ante un gran trabajador del toreo que nada deja por hacer. Si de honradez mentamos, El Fandi es un fenómeno. Para colmo, esas piernas de hierro que tienen que, tras veinticuatro años le siguen sosteniendo y, lo que es mejor, tras haber puesto más de dos mil pares de banderillas en su vida, hoy día sigue haciendo lo mismo sin el menor esfuerzo, dentro del esfuerzo que hay que hacer para semejante menester. Sus faenas han tenido casi el mismo calado; destacó su primer toro que tenía muchos argumentos para el triunfo y, el diestro, fiel a su concepto, no lo ha terminado de entender. Ha matado tres toros, tres estocadas y no ha despertado pasión alguna. Insisto que, se ha jugado la vida, ha puesto pares de distinta condición sin el calado de otras veces y maneja la espada como un cañón. Al final, tres silencios sepulcrales dicen todo de su labor.
El que ha estado auténticamente épico ha sido Román que ha sabido entender a su primero, ese gran toro del que antes hablábamos. Un animal encastadísimo pero que metía muy bien la cara en la muleta, condición que ha aprovechado Román para llevar a cabo una faena interesantísima, nada desdeñable y con una entrega apasionada. Por ambos pitones ha embestido en toro y el valenciano ha sido capaz de estar a su altura. No crea nadie que estamos hablando de una babosa al estilo juan Pedro, era un toro de verdad pero con ánimo para embestir con casta y fiereza. Una gran estocada de Román le ha valido la oreja que, sin duda, ha sido de ley. Su segundo, otro toro complicadísimo, Román ha dado una dimensión de lo que es el valor auténtico y, si se me apura, hasta el desprecio hacia la muerte. Ha estado hecho un tío frente a su enemigo que ha vendido muy cara su vida. Por su valor, por su entereza absoluta, por su verdad sin máculas, si hubiera matado pronto le hubieran dado la oreja, lo que le habría permitido salir por la puerta grande. Ha dado una aclamada vuelta al ruedo. Vítores para el héroe que, una vez más, ha mostrado sus mejores deseos por ser torero, aunque se para matar las corridas más duras cuyo mérito es todavía mucho mayor.
Leo Valadez ha bregado frente a un toro complicadísimo, echaba derrotes por doquier, quería comerse al torero y, al final lo ha logrado. Ha querido Valadez hacer una filigrana ante un toro que no lo permitía y le ha cogido de mala manera. Luego, ileso como ha salido del envite, a la hora de matar ha sufrido otra tremenda cogida de la que los doctores han certificado una luxación en el hombro pero, al ver la forma en que el toro lo ha zarandeado, estaba claro que Dios había comprado una barrera en esta corrida encastadísima en la que no se ha aburrido, ni Dios, nunca mejor dicho. Valadez ha pasado por Madrid con una dignidad admirable y, para su suerte, luxación al margen, ha salido vivo que no es cualquier cosa si pensamos en en animal que tenía enfrente.