Pasada la feria de San Isidro es motivo de análisis, ante todo, por el riesgo que muchos diestros han asumido y que, algunos de ellos, lamentablemente han sido heridos y, los más, han salido ilesos porque Dios ha sido tremendamente generoso con los diestros. Pero, como cosa curiosa, siempre pasa lo mismo puesto que, ¿quiénes han sido los heridos y los que se han escapado de la cornada? Los de siempre puesto que, salvo Sebastián Castella que resultó herido hace siete días ya le han dado el alta hospitalaria, cosa que me alegra muchísimo, todos los demás han sufrido el tremendo rigor de la casta de sus oponentes.

La nómina de toreros cogidos o heridos ha sido altísima pero, insisto, paradojas del destino, salvo el diestro francés antes nombrado, ninguna figura del toreo ha caído ante el toro; es decir, por mucho que los animales lo intentaron, dicho como metáfora, los toros que han producido emoción han sido los que han volteado u herido a los diestros. Casualidad, ¿verdad? No, causalidad que no es lo mismo.

Hemos vivido momentos de un dramatismo sin límites, por tanto, de una emoción indescifrable pero, siempre, reitero, con el toro auténtico. ¿Qué daño podría sufrir Morante con aquellos animalejos que le cupieron en suerte? Eran burros desfondados que, por no valer, no valieron ni para que el mejor torero de la actualidad les pudiera torear; así, más de lo mismo. Es cierto que, la congoja nos invadió cuando el toro volteó a Román, un animal de José Escolar del que, el valenciano salió ileso. Un bicorne de Adolfo Martín se llevó por delante las ilusiones de José Garrido. Otro de Ricardo Gallardo puso a prueba el valor sin límites de Adrián de Torres que, cayó herido pero, sin lugar a dudas, ha sido una de las tardes más emocionantes que pudiéramos soñar si de palpar el riesgo hablamos. Justicia para Adrián de Torres que, de momento ya está puesto en Pamplona.

Como digo, muchos han sido los diestros que han sido volteados de forma espeluznante y los que, como explico, salieron ilesos de tan macabro trance.  Como dije, han sido las ganaderías enrazadas las que han herido a los espadas, lo más lógico del mundo puesto que, las ganaderías comerciales, aun lidiando en Madrid apenas corren riesgo alguno los diestros y, la prueba no ha sido otra que entre los mandones del toreo no ha habido calado alguno en los tendidos, un dato tan revelador como inenarrable.

Domingo López Chaves salió indemne de su cogida porque el destino así lo dispuso ya que, el toro, con sus aviesas intenciones le cogió para matarle. Álvaro Lorenzo se llevó una cornada de un toro de Santiago Domecq, al igual que Saldívar, con el mismo hierro sufrió varias cogidas de igual modo que Fernando Adrián. Mucha san sido las cogidas de la que hemos sido testigos pero, la de Paco Ureña con los de Victorino Martín, fueron de una dureza extrema; aquello de ver el hombre a merced del toro que, no tendría alientos ni para rezar, aquello emocionó a todo el mundo.

Ángel Téllez y Francisco de Manuel fueron volteados de mala manera aunque por mor de la providencia salieron ilesos. Arturo Saldívar resultó cogido en varias ocasiones por un toro de Salvador Domecq que, tantos días después, todavía nos dura la congoja. Lo mismo podemos decir de su compatriota Isaac Fonseca que llegó a Madrid a triunfar o a morir; no obtuvo ninguna de las dos cosas pero, su actitud y disposición eso no se lo quitará nadie. Otro que se llevó una cornada fue Gómez del Pilar que, en una actitud heroica ante los toros de José Escolar demostró que quiere ser torero. Lo dicho, todo aquellos que siguen buscando la gloria rozaron la tragedia y, más de uno dirá que, el día que lleguen a la meta si alcanzan el grado de figuras del toreo ya no ejercerán como héroes y, es cierto. Pero mientras el mundo del toro siga girando siempre habrá hombres dispuestos a morir por la bella causa del toreo. O sea que, el mítico héroe al que tanto admiramos, con el nombre que fuere, siempre existirá para dignificar la fiesta más bella del mundo.

Andrew Moore, nos muestra las secuencias más dramáticas de la feria de Madrid.