Si tuviéramos que calificar la corrida de hoy con una sola palabra diríamos, bochornosa; y no por el calor que, como decían, también apretaba. Era el festejo esperado por los “aficionados”, es decir, los toros de Juan Pedro con los secuaces que tiene siempre como valedores. Al final, un fracaso en toda regla y, seguro estoy que muchos pontificarán la labor de Talavante en su segundo enemigo.

Corrida sin raza alguna por completo, bellos de estampa, trapío en su morfología, kilos para dar y tomar y, de pitones, perfectos. Todo era maravilloso hasta que vimos el juego de los toros que, una vez más, aborregados, abantos, sin casta, sin peligro alguno, sin maldad –como su dueño- pero sin ningún motivo para que aquello conquistara a nadie.

Es el toro que actualmente piden las figuras que, como sabemos, si los toros comerciales en Sevilla ya supusieron un fracaso de época, Madrid ya está en la misma vereda. ¿No hay más ganaderías que las de Juan Pedro y adláteres? Seguro que no, porque ellos no las torean.

Apareció Morante en su primer toro y, durante quince segundos creíamos que iba a comerse el mundo por su actitud frente al toro. Bastaron cinco muletazos para que el de La Puebla se marchara por la espada para cosechar una bronca de escándalo y, la suerte que tiene Morante es que ha nacido en esta época, lo digo porque de haber sido coetáneo de Belmonte, su actitud de hoy en Madrid se hubiera saldado con lanzamiento de ladrillos y, por supuesto, posterior detención por gandul y engañabobos. En su segundo ha puesto voluntad ante un animal que no se comía a nadie pero, tampoco era el burro que Morante esperaba. De nuevo, mítin con la espada mientras que los santos que llenaban hoy Las Ventas han guardado un respetuoso silencio. Está claro que Madrid ha cambiado pero, para mal; no quedan apenas aficionados de antaño y los que les han reemplazado se conforman con dos verónicas de Morante al toro de Pablo Aguado.

Talavante ha toreado son suma desgana a su primero que, aborregado como sus hermanos, tampoco decía nada, de ahí su nula trasmisión. Ha salido el segundo, quinto de la tarde y Talavante ha estado muy correcto ante un toro bondadoso, pero carente de todo, hasta de lo más elemental, la casta que es la que hace el milagro para que pueda darse cita la gran faena. El extremeño se ha mostrado decidido y, de repente, ha comprendido que Madrid se conforma con poco, de ahí que su faena, por momentos, ha sido irrelevante, pese a toda la belleza que queramos imputarle. Un bajonazo, como dirían antes los revisteros, una puñalada trapera que Talavante no tenía prevista ha acabado con la vida de su oponente y, le han dado una oreja y, lo que es peor, seguro que alguien dirá por ahí que mereció las dos. ¿Hasta dónde hemos llegado? Pues a eso, a convertir la plaza primera del mundo en un recinto festivalero donde vale todo y, mucho más en una tarde tan nefasta como la que hemos vivido.

Pablo Aguado acudía a su cita pletórico de ilusiones; apuntándose, como sus compañeros a dicha corrida para ver si salía la babosa inofensiva que, si se me apura, así han sido dos enemigos; el primero embestía con claridad y nobleza, aunque se marchaba corriendo de la muleta del torero que lo ha intentado pero, con semejante material, ¿estaría convencido que conquistaría a alguien? Exigencias hay pocas, es la verdad, pero jamás puede haber éxito ante dos toros insulsos, su segundo hasta moribundo donde la emoción brillaba  por su ausencia. Pese a tan horrible material, Aguado ha brillado si de arte hablamos por momentos, tanto con la capa como con la muleta pero, sus logros han sido nulos.

Aguado ya se ha instalado como comparsa de Morante y demás señoritos del toreo que, el pobre no se da por enterado que todavía quedan ganaderías encastadas, que no digo ilidiables, pero si con la suficiente solvencia y motor, unida a la casta para emocionar a cualquiera, ahí están los toros de Albaserrada, los Santa Coloma en sus diferentes versiones pero, amigos, Pablo Aguado ha probado los manjares del burro descastado que, aunque no le permitan el triunfo, como tampoco lo necesita, apenas tiene que sudar la camisa.

Como decía, la gente, ávida de alguna que otra emoción y más en esta tarde que todos se las prometían muy felices, le han dado una oreja a Talavante que, si tuviera que escalar posiciones con dicho trofeo ya iba apañado.

Eso sí, tenemos que felicitar a Juan Pedro Domecq que, a diario sabe vender la burra, en este caso los toros, mejor que nadie. Sus fracasos se cuentan por doquier, al menos en los últimos cinco años pero, que no se preocupe nadie que, en la próxima feria de Alicante, los provincianos le auparán al lugar que le corresponde.

Alabado sea Dios, justicia divina, nunca mejor dicho, Mañana, David Galván sustituye a Manzanares en Madrid, algo que nos llena de gozo por muchas razones, primero por la calidad que derrochó Galván en su única actuación en la que cortó una oreja de peso y, en segundo lugar porque, por lógica, si había una sustitución tenía que ser para él. ¿Mira que si al final, el mundo del toro empieza a repartir justicia?

Fotos del maestro Andrew Moore.