Sin duda el atractivo del cartel de hoy no era otro que Diego Ventura, el hombre que ha salido en hombros de Las Ventas más que nadie en toda la historia de la plaza y, en esta ocasión, la espada, en este caso el rejón, le ha privado de salir victorioso de nuevo. La capacidad lidiadora a caballo de este señor no tiene parangón. Hoy le han tocado dos toros muy nobles de El Capea que le han permitido expresarse a caballo como en él es habitual. Todo un prodigio de dominio del caballo para, desde lo alto, torear al toro en su más bella acepción y, lo que es mejor, haciendo muy bien las suertes. Dentro de lo que ha sido una gran tarde la suya, como anécdota, diremos que ha fallado una banderilla y, eso es un suceso en las manos y sentidos de este hombre que, a lomo de sus bellos caballos ha hecho dos faenas insuperables. Rejones de castigo, banderillas, largas y cortas; todo, en sus manos ha sido un primor. La pena es que, en su primero, tras un gran rejón, el toro ha tardado mucho en caer y por ahí se esfumó el premio. En su segundo, tan bravo como el primero, ha estado sensacional una vez más, hasta el punto de quitarle las riendas al caballo para poner un par a dos manos que ha enloquecido a la plaza. Todo su quehacer ha sido pura delicia, incluso para los que no somos amantes de este bello arte, pero así hay que reconocerlo. Tres intentos antes de conseguir el rejonazo de muerte, le han privado de un triunfo grande, sin duda, otra salida por la puerta grande.

Juan Mari Pérez Tabernero ha traído cuatro toros a Madrid con muchas posibilidades de éxito, la pena es que le han echado para atrás el último de la tarde que, como sus hermanos, adolecía de fuerzas y el presidente lo ha devuelto ante las protestas del personal. Pero si, los Montalvo, sin ser toros de vuelta al ruedo ni de indulto, por supuesto, han sido animales que ha tenido una embestida franca que, los toreros no han sabido aprovechar. Posiblemente, les ha faltado ese punto de casta que es el que conmueve pero, tampoco hacía falta porque en las manos en que han caído, dichos toros, no han podido tener peor suerte.

Una vez más ha llegado Cayetano a Madrid, nadie sabe para qué y, lo que es más sangrante, nadie sabrá los motivos por los que se le contrata; en otro caso podríamos pensar que paga por torear pero, esa opción la declinamos. Digamos que es un misterio que adorna su ser porque, su primero, noble como el que más, Cayetano ha estado de auténtica pena, pero como todo el superable en la vida, su segundo, de mejor condición que el primero, incluso lo ha brindado al público, se ha dejado ir un toro de escándalo dándole mantazos por doquier y, lo que es pero, sin enterarse de que tenía enfrente un todo de triunfo. Mucho mérito sí tiene Curro Vázquez consiguiendo que a este sujeto  le pongan en todas las ferias y con las más prestigiosas figuras. Y pensar que hay tres mil chavales muriéndose de pena sin un contrato y, lo que es peor, siendo buenos toreros, ahí está El Astigitano al que, el pasado año le pude ver dos veces y me encantó, y como el aludido muchos más.

Ginés Marín tiene un problema gravísimo. Tanto en el Montalvo como en el de José Vázquez, en ambos toros ha tenido todas las opciones del mundo para el éxito. Y digo que tiene un problema porque el extremeño torea muy bien, tiene una mano zurda admirable que hoy ha mostrado una vez más pero, no conecta con nadie. Lo contado es algo horrible porque en el caso de Cayetano, que todos sabemos que es un mal torero, ahí se comprende todo pero, en el caso de Marín, se nos complica el asunto. Repito que, sus dos toros han tenido muchas opciones, él ha estado por momentos sensacional y con la espada sigue siendo un cañón, como lo ha demostrado en su segundo enemigo. Es cierto que ese semblante de tristeza que adorna su rostro no le beneficia en nada pero, toreros más feos que él han triunfado por lo grande. No es cuestión de hermosura o fealdad, la historia es que no hay conexión con el graderío y eso debería de estudiarlo Ginés Marín que, ha salido e Madrid con el amargo sabor de la derrota y, en la competencia que tenemos en la actualidad, no me extrañaría nada que le mostraran la factura correspondiente.

Eso sí, por encima de todo hay que destacar la bondad del público de Madrid porque, con el cartel de hoy, con todos mis respetos para Diego Ventura al que he disfrutado como todos, en otro momento era de congregar menos de media plaza con esos dos hombres que, de antemano ya sabíamos que son aburridos e insulsos y, una vez más, el lleno ha sido de época. O sea que, no nos engañemos, el gran triunfador de hoy, como en todas las tardes, ha sido el santificado público venteño.

Las fotos, como siempre, son de nuestro admirado maestro Andrew Moore.