Así sigue la Fiesta, manga por hombre, lo que equivale a decir un dislate en toda regla y, lo peor de todo es que nadie podemos cambiar esas estructuras arcaicas que, pasado el tiempo, en vez de “acicalarlas” dejamos que se derrumben por completo. Seguimos viendo cacicadas al más alto nivel y, nuestra impotencia nos lleva a la desesperación, mejor digamos al hastío, aunque vete tú saber qué será peor.
Aquello de pan para hoy y hambre para mañana es la definición concreta de lo que está sucediendo en la fiesta de los toros. Es el mundo al revés con unas consecuencias dramáticas, todas ellos en detrimento de nosotros, los aficionados que somos los que pagamos. Claro que, por ejemplo, en Bilbao, se han cansado de que les tomen el pelo y su número de festejos ha bajado al cincuenta por ciento en los últimos diez años al tiempo en que, solo Roca Rey ha logrado congregar tres cuartos de aforo en una plaza que era santo y seña en la temporada española.
Se han puesto de moda los mano a mano, una situación extravagante que nadie pide pero que, los taurinos, sabedores de que irá la misma gente con dos toreros que con un terceto, optan por la situación más barata que no es otra que contratar a dos toreros; eliminan un puesto de trabajo, se ahorran u dineral y todos tan contentos. Claro que, la pregunta es inevitable: ¿Se ha preguntado algún empresario si esos carteles con dos espadas le interesan a alguien? Ese tipo de eventos debería ser algo excepcional, ante todo, que el público lo reclamara, pero nada de eso ocurre. Todo se circunscribe para que no se resientan los bolsillos de los empresarios que, insisto, sabedores de que la gente no acude en masa a los coliseos prefieren abaratar costes al precio que fuere.
Y no hablemos ya de las llamadas corridas mixtas, entre rejoneadores y matadores. Claro que, hace pocas fechas, no recuerdo la plaza, el empresario rizó el rizo y puso a un rejoneador, un matador de toros y un novillero. ¿Cabe aberración mayor? Con tal de ahorrar, lo que haga falta. Si no acude gente, se les llora a los protagonistas, se les rebaja el sueldo y aquí no ha pasado nada. Si los toreros cobraran según la gente que concitara su atención, otro gallo nos cantaría; a todos, empresarios incluidos.
¿Y qué me dicen de lo ocurrido en Linares como se comentó en su momento? Eso no tiene nombre. Y lo más sangrante de la situación es que ahora ya no detienen a nadie, de los toreros me refiero porque en otra época, Morante y Manzanares, esa noche hubieran dormido en el calabozo. Ahora no, todo ha cambiado para mal; algunos esgrimen un parte médico de un amiguete de la medicina, otros alegan que no son los toros que ellos habían pedido; mil situaciones que están convirtiendo a la Fiesta en un solar desmantelado.
Mejor no hablemos de los toros que se lidian, especialmente las figuras del toreo que, si lo recordamos nos entra la agonía de la muerte. Pero no lo digo yo, es la pura realidad, feria tras feria en la que los señoritos se apuntan a la corrida cómoda, sabedores que, de los seis animalitos a lidiar, un par de ellos van a ser de café con leche, por tanto, les permitirán ponerse bonitos; hoy le tocan a unos esos bicornes y mañana a otros, no pasa nada porque el pastel lo tienen repartido.
Todavía quedan bobos que se sorprendan de que Borja Jiménez haya sido el triunfador absoluto de Bilbao. Claro, eso para las figuras es una deshonra que, un chaval que lleva diez años bregando por ser torero, de la noche a la mañana consiga éxitos que muchos no han llegado a ni siquiera a soñar, eso les pone de mala leche. Pero no hay que ser muy listo para comprobar que, Borjita, se jugó la vida frente a unos toros encastadísimos, si de los que no quieren las figuras y cortó tres orejas de clamor, como antes le había sucedido en la primera plaza del mundo, Madrid.
Y dentro de todos los males todavía tenemos que dar las gracias que, este año, como si de un milagro se tratare, le están dando cancha a Borja Jiménez y a Fernando Adrián, dos hombres con un decenio de lucha sobre sus espaldas y que, por fin se les ha reconocido su mérito. Alabado sea Dios.