Cualquier aficionado que sea medianamente curioso, si se atreve a mirar el escalafón se le hiela la sangre en las venas. Yo lo hago muchas veces por simple curiosidad y en cada ocasión se me voltea el corazón ante el desasosiego que puedo sentir, sencillamente porque me pongo en la piel de tantos hombres que, insisto, me entran los temblores de la muerte.

Si no recuerdo mal creo que son ciento sesenta y ocho los matadores que componen el elenco de toreros que tenemos en España, olvidándome por completo de los que vienen de fuera. Y todos son de carne y hueso, con idénticas ilusiones, muchos hasta con los mismos valores artísticos que las llamadas figuras del toreo. O sea que, la lista es de espanto. Siendo así, por favor, analicemos las primeras ferias que se han programado en toda España y, como se comprueba, son diez toreros los que componen todos los carteles, es decir, el toreo gira en torno a ellos.

Lo dicho es para que nos pongamos a pensar; es más, por mucho que algunos defendamos las causas justísimas de distintos toreros que por su valía deberían de tener un hueco en las ferias, lo dicho es tarea baladí. Y es una pena que así ocurra pero, es la gran verdad. ¿Solución? No existe ninguna. Se pone uno en la piel de tantísimos chavales que, ilusionados entregan su vida, su juventud, sus ilusiones, todo por la causa del toreo y, comprobar, a diario, que mueren todos sus anhelos en el mar de la incertidumbre y el olvido, la cuestión es dramática al más alto nivel.

No hay tregua para nadie de los actuales porque, insisto, todos los carteles están copados por los de siempre, los mismos que les niegan la oportunidad y el derecho para que otros compañeros puedan expresar sus sentimientos frente al toro, cosa que antaño era lo más natural del mundo. Y no quiero pensar ya en los chavales que tienen prevista su alternativa en la presente temporada porque, si para algunos ya “consagrados” como toreros por aquello de sus éxitos se quedan fuera de todas las ferias, no quisiera estar en la piel de los más nuevos.

Estamos ante un problema insalvable y lo sabe todo el mundo, razón por la que todos los aspirantes a la gloria esperan ilusionados el milagro; sí, he dicho bien, porque no cabe otra acepción, esperar un milagro como pueda haber sido el de Emilio de Justo y Diego Urdiales que, ambos, han tardado casi veinte años en lograr su objetivo pero, ¿está dispuesto todo el mundo a esperar veinte años? Hombre, si se tuviera la seguridad de que tras tantos años de espera, al final se lograría el objetivo, en el peor de los casos les albergaría dicha esperanza pero, como sabemos, los milagros ocurren muy a la larga.

Y para que el drama sea completo, Morante y sus amiguetes ya se han apuntado incluso en decenas de pueblos que, por regla general era el territorio “sagrado” para los diestros de menor nivel. Como sabemos, empezó Morante en Valdemorillo pero, insisto, ya hemos visto muchos carteles en sitios inadecuados para el de La Puebla pero, a él eso le importa un rábano; lo que les pase a los menos favorecidos del escalafón le trae sin cuidado. Que Dios le cuide, eso sí, Morante debería saber que el destino no se queda con nada de nadie.

Para colmo de los males, en la presente temporada, como los hechos demuestran, las figuras se han confabulado contra sus compañeros de menor renombre, hasta el punto de comparecer en varias tardes en todas las ferias y, por ejemplo en Sevilla y Madrid, entre cuatro se llevan la gran tajada, es decir, la mayoría de los puestos que de hecho podrían ocupar chavales muy válidos. Dicho lo cual, que nadie se haga ilusiones puesto que, como se sabe, entre diez toreros se lo llevarán todo y los demás a la cola, a esperar un futuro esperanzador que jamás llegará.

Mala suerte para todos los chavales que han elegido esta profesión tan arriesgada como apasionante; y digo que mala suerte porque, por ejemplo, si el toreo lo comparamos con el mundo de los actores, éstos tienen cientos de oportunidades, hasta el punto de que viven todos de la profesión que aman por aquello de que existen puestos por doquier en el teatro, el cine, la televisión; en cualquiera de dichas actividades, unos más y otros con menos, pero todos viven de la profesión que han elegido.

Si hablamos de toreros, mis respetos hacia todos, mi defensa hacia todos aquellos que han demostrado su valía con sus triunfos, un valor que jamás desfallecerá en mi alma al respecto de todos ellos. Por ejemplo, me viene a la mente ahora triunfos del pasado año de Alberto Lamelas, Octavio Chacón, Sergio Serrano, Manolo Escribano que para su suerte mata los seis Miura en Sevilla, Curro Díaz, como hombres más destacados en cuanto a éxitos se refiere y, los mismos no aparecen en feria alguna. Y si estos hombres que han saboreado el éxito no son reconocidos por nadie, imaginemos el futuro del resto de los toreros. Un drama que no lo escribiría ni el mismísimo Shakespeare.

En las fotos, diversas imágenes de Octavio Chacón enfrentándose al toro auténtico, uno de los damnificados por el sistema, en este caso por la avaricia de Morante y sus adláteres que le ríen las gracias a diario.