Cuando uno se atreve a bucear en la historia misma del toreo se encuentra sorpresas tan imprevisibles que, vistas desde la óptica actual hasta cuesta mucho entender qué suponía la ganadería de Miura hace cincuenta años, sin necesidad de tenernos que ir a los años veinte cuando Joselito y Belmonte daban buena cuenta de gran parte de las corridas de don Eduardo.

Decir Miura no era otra cosa que ennoblecer el bello arte del toreo. Y lo era por muchas razones, ante todo porque de todos es sabida la grandiosidad de los toros de Zahariche en que, a diario, daban gloria a sus lidiadores. Por supuesto que nunca fue una ganadería llamada comercial, todo lo contrario. Pero ahí radicaba el éxito de don Eduardo y, sin duda, de sus lidiadores. Tenemos miles de ejemplos que pueden avalar la trayectoria inmaculada de dichos toros; hay leyenda para llenar varios libros.

Lo que sí era una realidad incuestionable era que, los Miura daban gloria y cornadas, pero el que recibía el premio de la gloria ya podía considerarse el rey de los toreros. Ahí están, como el mundo sabe, entre otros muchos diestros del siglo pasado, Joselito y Belmonte que, a lo largo de la temporada, pasaban por sus “armas” muchas corridas miureñas que, si se me apura, yo certificaría que fueron las mismas las que les encumbraron a dichos diestros puesto que, cada vez que los públicos les recriminaban que mataban “borregos con cuernos”, ambos diestros ya sabían cómo resolver aquel entuerto ante los aficionados que les exigían como a nadie. Miura era su tabla de salvación.

Yo diría que, hasta hace apenas medio siglo, matar los Miura daba grandeza, categoría, dinero, cornadas, incluso muerte, caso de Manuel Rodríguez Manolete. Es decir, a don Eduardo, para bien o para mal siempre se le consideró un ganadero de época. Es cierto que, durante muchísimos años, dicha ganadería se encontró en el camino de muchos toreros capaces de enfrentarse a dichos enemigos que, en honor a la verdad, había que tener muchos cojones porque, en realidad, facilidades no daban muchas, por no decir ninguna. Pero ahí estaban aquellos gloriosos diestros que le dieron fuste y categoría a don Eduardo. Cierto es que, en aquellos años cincuenta del siglo pasado, raro era el torero que no mataba las de Miura y, por citar un ejemplo contundente tenemos a Pepe Luis Vázquez que mató innumerables corridas del hierro de don Eduardo.

Lo que me fascina de aquella época del toreo que por supuesto no viví, no era otra cosa que la justicia que se impartía en los ruedos en que se premiaba al que más esfuerzo hacía, pero la recompensa era grandísima. Otra cosa muy distinta era que, como ha sucedido siempre, si las empresas te hacen el boicot, por mucho que triunfes no vale para nada, caso de José Martínez Limeño que triunfó repetidas veces con los Miura y, como el mundo sabe, siempre le cerraban las puertas; pero no eran los empresarios propiamente, eran los toreros de más relumbrón que, en aquellos años sesenta, matar los Miura les venía cuesta arriba y que un desdichado lo hiciera y para colmo triunfara, aquello no les gustaba nada.

Y hablando de los valores de Miura, los que jamás nadie cuestionó, recuerdo la anécdota que en su día nos contaron en que, Diego Puerta, en el año sesenta, mató una corrida de Miura, le cortó las orejas a uno de sus enemigos que le había cogido en varias ocasiones pero, tras le épica faena, tres minutos más tarde aquello le rentabilizó tanto que ya se compró la primera finca de las varias que adquirió. Escobero se llamaba el toro del triunfo de Diego Puerta y, en honor a dicho toro, a don Eduardo y a toda la leyenda de Miura, Diego Puerta bautizó su primera finca como Escobero. Gratitud al por mayor.

Desdichadamente, a partir de los años setenta la grandeza de Miura fue desapareciendo de forma paulatina; no como toros que seguían siendo igual de fieros y de bravos, pero si la repercusión que un toro de Miura pudiera darle a un torero. Ahí está el caso del gran Paco Ruíz Miguel que, en el año setenta y uno, sustituyendo a Limeño, le cortó un rabo a un toro de Miura en Sevilla y los taurinos se lo tomaron a chufla. Es cierto que, Ruíz Miguel, el más bravo torero de aquellos años no claudicó nunca ante cualquier adversidad y, pese a todo y a TODOS, ostenta el tremendo galardón de haber sido el diestro que más corridas ha matado de Miura en el último medio siglo que, es cierto, su grandeza le dio para comprarse una finca, pero con una trayectoria de treinta años jugándose la vida frente a los toros de Zahariche.

Una pena que el paso del tiempo, los empresarios que dirigen las plazas, los aficionados imberbes, las gentes del clavel que acuden a los recintos taurinos, entre todos les han hecho creer que la verdad del toreo se basa en el toro amorfo y sin fuerzas, el aficionado se lo creyó y, a partir de aquel nefasto momento, Miura sigue siendo una ganadería importantísima, pero sin ninguna repercusión que favorezca a los toreros. ¿Cuántas fincas se ha comprado Manolo Escribano matando casi todas las corridas de Miura año tras año e indultando al primer Miura que se ha indultado en la historia? No hace falta que responda el bueno de Manolo Escribano porque los datos con elocuentes.

Por cierto, si hablamos de Miura, no podemos olvidarnos del libro que ha escrito José Joaquín Diago sobre la ganadería miureña que, sin duda alguna, hablamos de un primor de edición. Diego ha recabado su opinión sobre Miura, al tiempo que ha invitado a muchos periodistas de relumbrón para hablar de los toros de Zahariche y, la obra le ha salido perfecta, todo ello con decenas, centenas de fotos del autor que le dan a su obra una calidad inmejorable. Y que haga el despeje de cuadrillas la gran aficionada Gloria Cantero, eso es un primor en toda regla puesto que, dicha dama demuestra su calidad como aficionada y, sin duda, como narradora. Enhorabuena a todo el equipo, de forma concreta a ese valenciano de Castellón que, con su obra ha inmortalizado a Miura, si es que todavía quedaba algo por decir de la ganadería más antigua de España.

En la foto, apoteosis de Manolo Escribano tras indultar al toro Tahonero de Miura en Utrera.